El notable saxofonista estadounidense Antonio Hart vuelve a Buenos Aires. Este fin de semana ofrecerá una serie de conciertos en Bebop Club: el viernes 19 y sábado 20 a las 20 y 22.30 h, y el lunes 22 a las 20 h, actuando como solista invitado junto a la Bebop Big Band bajo la dirección de Mariano Loiácono. El espectáculo rinde homenaje al sonido de las grandes orquestas de jazz de los años 40, evocando la tradición de Duke Ellington y Count Basie. “Mi objetivo es honrar la tradición hablando con mi propia voz. Siento un profundo respeto por ese período de la música, pero tiene que sonar a 2025″, afirma.
Antonio Hart destaca que su enfoque actual en el saxofón es resultado de la experiencia adquirida en agrupaciones como la Dizzy Gillespie Big Band, donde, tras 13 años, pasó de ocupar la segunda a la primera silla de saxofón alto. También resalta la influencia de sus maestros Jerome Richardson, Jerry Dodgion y Frank Wess, quienes le transmitieron conocimientos imposibles de obtener en la escuela: “Aprendí a respirar a través del instrumento, a sostenerlo correctamente, la postura adecuada y cómo producir un buen sonido con todas las texturas posibles”.
Además, su labor docente en el prestigioso Queens College de la Universidad de Nueva York ha sido fundamental en su desarrollo profesional, permitiéndole perfeccionar su sensibilidad como intérprete y compartir conocimientos prácticos con sus estudiantes. Mi experiencia como intérprete, artista de grabación y compositor informa directamente mi enseñanza”, afirma el saxofonista, quien considera esencial mantener el vínculo entre la práctica profesional y la formación académica.

En diálogo con Infobae Cultura antes de sus actuaciones en Buenos Aires, el músico de 57 años nacido en Baltimore, estado de Maryland, destaca su familiaridad con el escenario de Bebop (“se siente como volver a casa, a mi familia extendida”), repasa su formación académica y posterior tarea docente, brinda un consejo a los jóvenes músicos (“hay que volver a escuchar a los maestros”) y envía un mensaje al público porteño: “Quiero que vivan aquello que su propio espíritu exprese a través de la música. Rezo para que sientan alegría, se conmuevan profundamente y se vayan del club habiendo absorbido energía positiva”.
—¿Cuál es tu vínculo con Buenos Aires, siendo tu cuarta visita a la ciudad ?
—A través de estos encuentros construí muchísimas relaciones significativas y tuve la oportunidad de compartir mi arte con el público argentino. Esta conexión también ayudó a formar nuevas generaciones de estudiantes en Queens College, ampliando el alcance de esta comunidad musical.
—Estudiaste en Berklee y en Queens College, dos ámbitos académicos muy diferentes. ¿Qué te dejó cada etapa y cómo influyeron en tu identidad como saxofonista?
—Berklee me dio las bases del jazz. Comencé mis estudios como saxofonista clásico y, al graduarme, ya había obtenido un título en Educación Musical, salido de gira con Roy Hargrove y firmado un contrato discográfico con RCA.
Queens College ocupa un lugar muy especial en mi corazón, porque allí inicié una mentoría de 30 años con Jimmy Heath. Esa relación me formó profundamente, no solo como saxofonista, arreglador y compositor, sino también como ser humano. Además, obtuve allí mi maestría. Desde hace 26 años soy profesor allí, tratando de honrar el legado de mi mentor.
—¿Cuál fue la lección musical —o personal— más importante que te dejó haber tocado en la Dizzy Gillespie Big Band?
—Eso es lo que yo llamo ir a la escuela. Me senté al lado de maestros y aprendí en el sentido más auténtico de la tradición: tocando junto a Frank Wess, Jimmy Heath, James Moody, Jon Faddis, Steve Davis y Slide Hampton, entre otros. Después de más de veinte años en esa banda, tuve la oportunidad única de interpretar arreglos icónicos y aprender la historia directamente de quienes realmente la vivieron.

—También tocaste con Roy Hargrove, Dave Holland, McCoy Tyner y Jimmy Heath. ¿Qué conceptos o experiencias de esas colaboraciones te siguen guiando?
—Aprendí que tocamos para nosotros, para la gente y, sobre todo, para agradecerle a Dios por esta bendición. El escenario es el lugar donde el artista se muestra en su estado más transparente. Todos esos maestros demostraron esa entrega desinteresada a través de su arte.
—Como solista dentro de una big band ¿Qué disfrutás explorar?
—Disfruto el tapiz de colores, el entramado que da forma a la obra. Mi trabajo como solista es encontrar la manera de integrarme con los demás. Incluso cuando estoy al frente, sigo siendo parte del círculo.
—Como educador y mentor de nuevas generaciones. ¿Qué deberían escuchar o estudiar para comprender verdaderamente el lenguaje del jazz?
—Simplemente necesitan volver a escuchar a todos los maestros. Dizzy Gillespie decía: “Hay que tener un pie en el pasado y otro en el presente”. Se van a sorprender de lo avanzado que era Coleman Hawkins en 1939 en su grabación de Body and Soul. También hay un gran saxofonista joven, Pat Bartley, que estudió profundamente la tradición mientras construye su propio camino de una manera muy profunda.
—Después de tantos proyectos, giras y encuentros musicales, ¿Qué te impulsa a seguir tocando jazz? ¿De dónde nace hoy tu impulso creativo?
—Amo esta música con todo mi corazón, y creo que Dios me dio un don y un propósito. Voy a seguir cumpliendo con este llamado mientras Dios me conceda tiempo en esta tierra.
[Fotos: prensa Bebop]
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