
Olivier Guez pide salir al patio del hotel en que se hospeda en Buenos Aires para fumar, aunque hace calor y la humedad porteña campea a sus anchas. No parece afectarle: vive en Roma y allí pasa más o menos lo mismo. Igual que con el tránsito y la gente que mueve las manos y eleva la voz, comenta con una sonrisa.
El relevante escritor, ensayista y periodista francés (ha colaborado con The New York Times, Le Monde y el Frankfurter Allgemeine Zeitung, entre otros diarios), ganador del premio Renaudot por la extraordinaria novela testimonial La desaparición de Josef Mengele (que luego fue película titulada Fritz Bauer, un héroe alemán, con guion suyo y dirigida por el cineasta ruso Kirill Serebrennikov), está aquí para presentar Mesopotomia, su novela-fresco histórico sobre Gertrude Bell, una mujer singular (para la época, mucho más): aventurera, exploradora, arqueóloga y consejera política británica, nacida en la alta sociedad victoriana.
Nombrada “secretaria oriental” en 1917 por Sir Percy Cox, máximo cargo de la administración civil, Gertrude Bell desempeñó un papel clave durante la partición de Oriente Medio, liderando junto a Cox la construcción política de Irak hasta 1924. Para entonces, ya había vivido en Persia desde 1892, completado dos vueltas al mundo, participado en excavaciones arqueológicas en Anatolia en 1900 y cruzado el desierto de Nedjd en 1914.

En la prosa de Guez, la vida de GB sirve como eje narrativo para recorrer desde la Primera Guerra Mundial hasta la creación de Irak en el escenario histórico de Oriente Medio, entre el Tigris y el Éufrates, donde se entrecruzan los intereses de numerosas potencias y personajes destacados como T. E. Lawrence, Fayçal Ibn Hussein y Winston Churchill. En ese contexto, las potencias llevan adelante un complejo proyecto en una región reconocida como “la cuna de la civilización”, buscando un difícil equilibrio entre sus propios intereses. En particular, el lector se adentra en la política de influencia del Imperio británico, marcado por sus enfrentamientos con los otomanos, aliados de los alemanes, las tribus árabes, así como la competencia de Francia y el creciente peso de Estados Unidos.
—¿Recuerda el momento en que tomó conocimiento de la existencia de esta mujer tan singular y extraordinaria?
—Recuerdo cuando leí el primero artículo sobre ella, antes de la guerra en Irak en 2003. He pensado: “¡Guau!, qué personaje, es increíble esta historia". Una mujer poco o nada conocida que ha hecho tanto y que tiene un papel super importante en la historia mundial y que tenía también una historia personal, de familia y de amores... Todo es increíble. “Es el personaje perfecto para una novela”, pensé. Después dejé el Medio Oriente para pasar cinco años en Alemania con la película sobre el fiscal Bauer y el libro sobre Mengele. Quince años después, eso lo recuerdo bien también, creo en enero de 2018, leí un libro de Jean Rollin que se llama Ormuz, y en una página apareció Bell. Más tarde fui a mi casa editorial en París (Editions Grasset), y he mostrado esa foto super famosa de marzo del 21, de la conferencia de El Cairo, con Churchill y Lawrence. He mostrado la foto y he dicho: “Quiero contar la historia de la única mujer en esa foto, Gertrude Bell, y vía esa historia quiero contar toda la historia de la formación del Medio Oriente moderno”. Todo empezó así.

—No solo en esa famosa foto, en el relato aparecen muy notoriamente Lawrence de Arabia y Winston Churchill. Y con ellos, está presente la ocupación británica de un territorio que no les pertenecía ¿Tuvo en cuenta esta situación de imperialismo en su novela?
—Las venas abiertas del Medio Oriente... (risas) He escrito esta historia con una distancia enorme. Estos personajes no son peores que Mengele, creo incluso que un poquito mejor que Mengele, a veces. Creo que se tiene que conocer esta historia porque es la base de todo el caos, todo este “quilombo” en Medio Oriente. El segundo punto es que ahora hablamos mucho en Occidente, del imperialismo, posimperialismo, neocolonialismo y todo eso. Este es un libro sobre el imperio y el imperialismo, que son dos cosas muy diferentes. Y yo cuento esta historia desde una perspectiva larga, con distancia. Esa es la historia. Y creo que se puede leer desde un punto de vista anticolonial. Pero se puede leer también desde un punto de vista para decir: “Ok, el imperialismo no era tan malo”. Porque los personajes son increíbles, son super interesantes. Son grandes personajes.
Y también es una historia sobre los códigos del orientalismo. Quería jugar con esos códigos del orientalismo, las descripciones, los personajes... Porque yo creo que todo el mundo tiene una mirada orientalista. Cuando tú vas, no sé, a China, tu mirada es la de un argentino en China, pero tiene también interés para China. Pero tú vienes con el código de la Argentina. Y entonces, con este libro quiero también... (suspira) Pensar un poquito todo. Ok, nosotros, franceses, ingleses, hemos hecho cosas terribles con el imperialismo. He enseñado a la Universidad de Princeton, tuve un seminario sobre la historia cultural de Europa y sobre Sicilia en el medioevo. Y en esa época, la civilización árabe era superior a la europea. Creo que ahora tenemos que tomar un poquito de distancia. Es la historia y basta. Y el lector puede juzgar como quiera. Yo no estoy acá para ser el profesor. Todo el mundo tiene su mirada sobre la historia.

— ¿Cómo se puede explicar este ciclo que transcurre entre la historia que cuenta en su libro y el presente, en un lugar del mundo que siempre parece a punto de estallar?
—Es fácil de entender pero imposible de resolver. Es fácil entender porque Mesopotamia cuenta el momento cuando el Medio Oriente vuelve al ser el centro del comercio mundial: con el Canal de Suez cambia todo. Y después es el centro de la economía de la Segunda Revolución Industrial con el petróleo. Entonces, toda la gente quería estar ahí. Entonces, es un problema enorme. En nuestra época, este territorio, tiene un tercero factor que lo ha cambiado todo: el islam político, que no existía en esa época o mejor dicho, era muy débil.
Allí estaba la energía, el dinero y el centro del comercio. Entonces, todo el mundo occidental fue allí. Es interesante si vemos un parangón con Europa. Por ejemplo, Francia y Alemania. A cierto punto, Alemania y Francia hicieron la paz. ¿Por qué? Porque hemos entendido que es mejor la paz que la guerra. Pero sobre todo porque es un problema local. Es la Francia con la Alemania. Pero acá en el Medio Oriente, los problemas locales no son locales. Tiene siempre alguien de afuera que va a generar problemas. Irán, Rusia, Estados Unidos, Inglaterra, China, todos. Y además, todos esos países de la zona son más o menos artificiales. No tienen fronteras naturales como en Europa o en Sudamérica. Los Andes son una frontera natural entre Chile y la Argentina, pero acá no, solo tienen el desierto. Entonces, cuando se ve un mapa de hoy, todas las fronteras están trazadas con ángulos rectos.
—Por último, ha viajado por todo el mundo...
—¿Yo? Sí, demasiado.
—¿Le gusta haberlo hecho?
—Sí. Son, fueron, experiencias increíbles: ver como cambió el mundo en los últimos treinta años. Estuve en Inglaterra cuando Blair llegó al poder, en Alemania cuando Merkel llegó al poder, en Italia cuando Meloni ha llegado al poder y en Estados Uidos este verano (invierno para ustedes) cuando Trump volvió al poder. Ahora estoy aquí con Milei. Y entonces, sí, ser el témoin, el witness.
—Testigo.
—Sí, ser testigo de este mundo es super interesante, pero también se paga.
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