
Un festival de cine, cuando es verdadero, no es solo un conjunto de funciones: es una forma de respiración colectiva. Y la 7.ª edición del Festival Internacional de Cine de Entre Ríos (FICER) lo fue. Desde la apertura con la película El mensaje, de Iván Fund, hasta la clausura con Un cabo suelto, de Daniel Hendler, una parte de la ciudad vivió dentro de una misma película. Esa apropiación del público -esa manera de ocupar las salas como si fueran una casa recién pintada- fue lo que Eduardo Crespo, director artístico, repitió una y otra vez, con asombro: “lo que está pasando con el público en esta edición es algo soñado”.
Las salas, durante toda la semana, habían sido un cuerpo en movimiento: en la siesta entrerriana, cuando las calles se recogen, había adolescentes entrando a ver películas de la Sección Internacional o de la Correntada de Cine Argentino; al caer la tarde, grupos de amigos y familias enteras buscaban un lugar en la fila. Y por la noche, el Patio Gastronómico se convertía en un pequeño territorio de circulación y promesas, donde realizadores, técnicos, público y conversadores compartían platos de comida bajo las luces colgadas como estrellas.
Crespo y Maximiliano Schonfeld, presidente del Instituto Autárquico de Entre Ríos (IAAER), caminaron durante las seis jornadas como quien mide un territorio afectivo. Schonfeld lo dijo en una frase que se volvió lema: “Una provincia que abre su corazón para seguir construyendo su patrimonio”. No hablaba solo de cine: hablaba de los cuerpos que esperan, de la memoria que se preserva, de una identidad que se afirma sin estridencias.
Porque este fue también el año de la inauguración de la Cinemateca de Entre Ríos, que abrió sus puertas días antes del inicio del festival. En un subsuelo silencioso, conservadores y jóvenes realizadores vieron por primera vez copias en 16 mm rescatadas de películas entrerrianas que habían dormido décadas. Cuando se proyectaron en la sala Noble, hubo un respeto casi religioso para escuchar a esos pioneros que dejaron testimonios de una doma y registros históricos del poeta y músico Linares Cardozo.

El homenaje al documentalista chileno Ignacio Agüero -foco de esta edición y presencia viva del cine latinoamericano- dejó otra marca. Su masterclass reunió a estudiantes, veteranos y cinéfilos que han seguido su obra o se encontraban con ella por primera vez. Agüero hablaba con la serenidad de quien mira el cine desde lejos y desde adentro al mismo tiempo: “filmar es aprender a esperar”, dijo. Y en la sala nadie se movió.
El Forum y la gente
En paralelo, el FICER Forum se consolidó como un motor para la industria regional. Más de 75 proyectos en desarrollo se presentaron a la convocatoria; 12 fueron seleccionados. Las rondas de negocios tenían momentos vibrantes que, de algún modo, definían parte del futuro del cine del litoral. Mientras ensillaba el mate, una joven directora de Concordia contaba que era la primera vez que alguien escuchaba su proyecto con verdadera atención.
El miércoles por la noche, cuando la programación había entrado en su ritmo más intenso, la ciudad vivió una postal que el festival guardará como un tesoro: cuatro salas de distintas sedes colmadas al mismo tiempo. En una esquina, un grupo que no consiguió lugar preguntaba por la siguiente función; en otra, un director de Buenos Aires pedía indicaciones para llegar al Cine Círculo.

Esa simultaneidad -esa idea de que el cine convocaba en varios puntos de la ciudad al mismo tiempo- fue lo que los organizadores señalaron como un punto de inflexión con el estreno de Emboscada, la película de Mauro Bedendo con los protagónicos de Osvaldo Laport y Roly Serrano junto a actores y actrices de la provincia de Entre Ríos.
Cuando llegó la ceremonia del sábado, fue más que un cierre: fue un espejo. El ministro Manuel Troncoso habló del FICER como un “hecho cultural que nos define y nos proyecta”. Y en la platea se vio algo que acaso sea más elocuente que cualquier discurso: una niña de no más de diez años recostó la cabeza en el hombro de su madre mientras en la pantalla aparecían los nombres de los ganadores. Es posible que no entendiera todo; pero entendía lo esencial: que se estaba celebrando algo de todos.
Al final, Crespo y Schonfeld se abrazaron con Agüero, con programadores, con técnicos que venían corriendo de otras funciones. Afuera, el viento movía las banderas del festival. La ciudad, en esa hora, parecía otra: más luminosa, más despierta, más consciente de su propio deseo de futuro.
Y acaso ese sea el mayor triunfo del 7° FICER: haber demostrado que el cine no es un lujo ni una cita aislada, sino un territorio que se construye con trabajo, con memoria, con comunidad. Por eso, mientras los aplausos seguían resonando, Maxi Schonfeld dijo: “Ya estamos pensando en la octava edición”. Y todos los presentes sonrieron y aplaudieron más fuerte.

Todos los ganadores de la 7ª edición del FICER
- Sección Oficial
- Premio del Jurado (ex aequo): La noche está marchándose ya, de Ezequiel Salinas y Ramiro Sonzini; Dice que…, de Alejandro Fernández Mouján.
- Mención especial al montaje: El príncipe de Nanawa, de Clarisa Navas (montaje de Florencia Gómez García).
- Cortos Entrerrianos
- Premio del Jurado: Que te atraviese el río, gurí, de Martina Cardozo Beker.
- Menciones: Intermitentes, de Lucía Oliver; Parte del río, de Fernando Solanas e Irina Muñoz.
- Premios del Público – Ojo Pez
- Película más votada: El príncipe de Nanawa, de Clarisa Navas.
- Cortos Entrerrianos: Lito y sus amigos, de Ricardo Jaimovich.
- Cine Internacional: Carta a mis padres muertos, de Ignacio Agüero.
- Correntada Cine Argentino: Caían del cielo, de Rubén Plataneo.
- Cine Entrerriano: El infierno de los vivos, de Alberto Gieco.
- Otros reconocimientos
- Premio Género DAC a la Mejor Directora de la Sección Oficial: Cecilia Kang, por Hijo Mayor.
- Premio Tilda Thamar a la Trayectoria: Ignacio Agüero.
- Distinciones a la trayectoria: Paula Félix-Didier y Luciano Monteagudo.
[Fotos: prensa FICER]
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