
Un punto que se desarma. Una estructura que se escurre ante los ojos, que se desvanece a una vieja forma: la dualidad entre ser algo único y regresar a lo ordinario. Un ritual cotidiano, el de desandar los caminos, el de perder algo que se creía seguro. El desasosiego.
La exploración de la fragilidad de las formas y la transformación constante son el eje de la instalación performática de Ángeles Jacobi (Buenos Aires, 1989), quien en su operatoria revela cómo “el desarme tiene algo muy honesto y muy poético” y genera una invitación a repensar la idea de permanencia.
“Todo cambia, todo se gasta, todo se transforma. Y el destejido hace visible ese proceso sin ocultarlo. Para mí habla de vínculos, de procesos personales, de lo frágil que es todo. También me interesa cómo reacciona la gente cuando algo empieza a desarmarse enfrente suyo: si mira, si le molesta, si se queda quieta”, explica la artista a Infobae Cultura.
En la pureza de Todo aquello que hemos construido, que marca el cierre del programa Impulso Cazadores, en Fundación Cazadores, subyace una fuerza conmodera, la de un ritual en apariencia silencioso, casi desesperante, en el que detrás lo sencillo nos desborda por inevitable.

“Ese gesto dice mucho sobre cómo vivimos la pérdida y el paso del tiempo. En el fondo, para mí es una manera de hablar de la vida, la muerte y de cómo todo puede volver a empezar”, dijo.
La instalación, compuesta por telas, estructuras en construcción y gestos repetidos, indaga en la manera en que lo íntimo se redefine y desplaza sus límites a través de una acción continua que transforma lo que parecía estable. Es, en ese sentido, una invitación a repensar la idea de permanencia y a experimentar el desarme como un proceso vital.
Jacobi propone un recorrido donde la estructura, a primera vista sólida, deja de ser un límite para abrirse hacia la desconfiguración, recordando que toda permanencia puede deshacerse y recomenzar, como si sus manos y los hilos fueran tanto el inicio y el final.
El desarrollo de la obra contó con la tutoría de Gabriel Baggio, quien acompañó a Jacobi en la reflexión técnica, conceptual y poética. Baggio, en un texto titulado Cuando llegue el alba, reflexiona sobre la investigación de genealogías tanto naturalizadas como simbolizadas, y cómo estas reformulan los linajes e interpelan la noción de identidad fija.

“La construcción sobre lo dado y heredado se vuelve, cuanto menos, dificultosa”, escribe, y destaca que Jacobi elige evitar toda materialidad susceptible de ser fijada para centrarse en las mutaciones que implica el acto de desarmar.
“La sonoridad del deshilado se funde con nuestros latidos e insiste, punto a punto, en recordarnos que el tiempo existe en el ir y venir: en un flujo constante que evita la proyección hacia una única dirección”. Baggio concluye que la obra enfrenta al público con una contemporaneidad etérea, que deja atrás filiaciones para pensar en una pertenencia colectiva y corporal, donde “la construcción del mundo posible será nuestra responsabilidad. Cuando llegue el alba, una vez más”.
Jacobi llegó al tejido “medio de casualidad”: “En la pandemia empecé a bordar con la técnica de punch needle y, por un error, terminé destejiendo todo lo que había hecho. Ese acto me fascinó, me sorprendió lo simple y a la vez lo fuerte que era tirar de un hilo y ver cómo todo se desarma. Desde ese momento el textil y sobre todo el destejido, se convirtió en mi manera más natural de trabajar”, explicó sobre sus comienzos.
En su instalación, al desarmar y reconstruir los límites del espacio y la identidad, se inscribe en una búsqueda colectiva de nuevas formas de habitar y de pensar la permanencia, en diálogo con el público y con el tiempo que transcurre en cada gesto y cada hilo que se desteje. Sus instalaciones textiles, en ese sentido, están concebidas para desarmarse durante la exhibición mediante mecanismos motorizados. Hay, en esa intromisión de lo tecnológico, una vertiente que se abre hacia lo industrial como brazo de lo cotidiano, a la máquina como mediadora en la experiencia humana.
Con Baggio, explicó Jacobi, fueron “viendo cómo llevar al espacio, probando colores, materiales, escalas, tensiones, la velocidad del mecanismo… mucha prueba y error. La obra fue tomando forma en el mismo proceso, a medida que el material y el movimiento iban mostrando lo que necesitaban. Terminó siendo una instalación que funciona casi como una escena viva, donde el destejido marca el tiempo".
La artista ha presentado su trabajo en espacios como Motorenhalle, en Dresden, y Erstererster, en Berlín, y ha participado en la Bienal Contextile, en Portugal, y en la Bienalsur, en Argentina.
El Programa Impulso Cazadores, que se desarrolla entre el 25 de mayo y el 22 de noviembre, acompaña procesos artísticos en desarrollo, brindando apoyo tanto en la gestación como en la presentación pública de las obras. Dirigido a artistas que exploran experiencias transdisciplinares o desplazan los límites de sus disciplinas de origen, el programa seleccionó este año a Tirco Matute, Victoria Boulay y Jacobi mediante una convocatoria abierta.
Cada artista reside durante cuatro meses con el respaldo de Fundación Cazadores y cuenta con la tutoría de un profesional especialmente convocado según las características de su proyecto. El jurado de selección estuvo integrado por Maricel Álvarez, Gonzalo Aguilar, Raúl Flores y Teresa Riccardi, bajo la dirección artística de Mariana Obersztern.
Todo aquello que hemos construido, que se inauguró el 6 de noviembre, puede visitarse por última vez el 22 de este mes a las 17 horas, en Fundación Cazadores, Villarroel 1438, Chacarita.
Fotos: Fundación Cazadores
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