Caja Negra cumple 20 años con su apuesta por el libro como “herramienta de activismo”

Los responsables de la editorial dialogan con Infobae Cultura sobre este tiempo transcurrido, sus métodos de trabajo y cómo es desarrollar un proyecto así en un país “en estado de crisis permanente”

Guardar
Tres títulos nuevos de Caja
Tres títulos nuevos de Caja Negra: Lucrecia Martel, McKenzie Wark y B.R. Yeagar

“Si hay ebooks de nuestros libros, son pirateados”, dice Malena Rey y deja caer una carcajada sobre la mesa. Cuando lo editores de Caja Negra tuvieron que decidir si desdoblaban o no sus energías para también editar libros digitales, eligieron seguir en el mundo analógico con exclusividad. Y si bien sus catálogos abordan, como no lo hace prácticamente ningún sello, esa zona donde burbujea el futuro, siguen bancando la parada. A dos décadas de su irrupción en el mundo editorial —este mes, efectivamente, la editorial cumple veinte años—, la escalera mecánica sigue subiendo.

Este sábado 15 de noviembre, con entrada libre y gratuita, lo celebran en Deseo Club (Av. Chorroarín 1040, Villa Ortuzar) con una actividad doble. A las cinco de la tarde, Lucrecia Martel presenta Un destino común en conversación con Malena Rey. Y a las siete, el crítico cultural británico Simon Reynolds, luego de 10 años de su última visita a Buenos Aires, presenta Presentemanía junto a su hijo, el también crítico Kieran Press-Reynolds, y los periodistas locales Pablo Schanton y Antonia Kon. El cierre de la noche es la Fiesta Klav, con el colectivo brasileño Gop Tun.

Nuestras propias instituciones

Los primeros libros de Caja Negra salieron en noviembre de 2005 pero Diego Esteras y Ezequiel Fanego, lo imaginaron un año antes. “El contexto era post-2001″, dice Esteras, “la Argentina quebrada desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de su institucionalidad política. Todos nosotros éramos activistas en distintos campos: contracultural, universitario, etcétera. Nos conocimos en espacios de activismo autónomo y horizontalista. En términos personales, no entreveíamos una vida en el ámbito de la docencia ni de la investigación académica universitaria”, agrega.

Ahora, en este diálogo virtual con Infobae Cultura, desde su base en el vértice de Chacarita, aparecen en el recuadro de la pantalla Malena Rey y Diego Esteras. Ambos repasan en retrospectiva el camino hecho. “En ese contexto de tanta fractura institucional y de militancia autonomista teníamos la percepción de que era necesario crear nuestros propios espacios, nuestras propias instituciones. La editorial es hija de esos procesos. Queríamos generar una forma de vida que nos permitiera trabajar y vivir rodeados de los materiales culturales que nos interesaban”, asegura el editor.

Ezequiel Fanego, Diego Esteras y
Ezequiel Fanego, Diego Esteras y Malena Rey, la tríada editora de Caja Negra

En ese momento germinal, Malena Rey ya trabajaba en el mundo editorial. “Era muy jovencita”, dice. Se sumó al proyecto como correctora, cuando apenas tenían unos cuatro o cinco libros publicados. “Durante muchos años, los tres, Diego, Ezequiel y yo, trabajábamos de otras cosas”, por lo que “hacer la editorial era usar nuestro tiempo no remunerado por ciertos empleadores para hacer libros”. Se reunían en bares hasta que alquilaron una oficina en la calle Aguirre, ”la primera sede que tuvimos". “Muchos años, Caja Negra fue algo que se hacía de 18 horas a 23″, recuerda Rey y sonríe.

Curiosidad y amateurismo

Poco a poco, libro a libro, Caja Negra fue creciendo, sus editores se fueron profesionalizando y, de pronto, recuerdan, “teníamos más deseo de dedicar más tiempo a esto que de trabajar para otros, pero era difícil, en esa Argentina, que un proyecto así se volviera redituable”. ¿Cuántos sellos habrán quedado en el camino? “A mí me encanta que siempre aparezcan nuevas editoriales independientes, pero me parece que es muy difícil hacer que esas editoriales sean proyectos de vida, y que económicamente se puedan sustentar. Eso recién nos pasó unos ocho años después”, continúa Rey.

“Curiosidad y amateurismo”, resume Esteras. No tenían más que eso. “Caja Negra no es el resultado de una visión profesional, sino de entusiasmo, curiosidad y aprendizaje”, y Rey completa: “Aprendizaje de distinto tipo, como salir a tocar puertas cuando algo se trababa y preguntarle a alguien que tenga un poco más de experiencia que nosotros. En ese sentido, siempre nos encontramos en la industria editorial con mucha generosidad de parte de nuestros colegas”. “El impulso fue la voluntad de construir un espacio en el que pudiéramos estar operando con las cosas que nos interesaban”, agrega Esteras.

Una vez construido ese espacio, con las ideas claras y una leve pero consistente planificación, Caja Negra pone manos a la obra: “Todo el primer momento de la editorial es muy arqueológico, en el sentido de investigar tradiciones de escritura, ciertas tradiciones de la heterodoxia y de la contracultura del siglo XX. Teníamos que construir unas condiciones de recepción que no estaban para nada garantizadas. Entonces, lo primero fue investigar esas zonas de la heterodoxia, de la contracultura, que todavía no estuvieran traducidas. Eso nos marca los primeros años”, cuenta Esteras.

Tres libros de Mark Fisher,
Tres libros de Mark Fisher, autor emblema de Caja Negra

Puntos de inflexión

El primer punto de inflexión es Simon Reynolds. Cuando lo publicaron, aún no estaba traducido al español. “Ese es el momento en que nos animamos a producir novedad, a proponerle novedad al universo editorial”, dice Esteras. Empezaron con Después del rock: psicodelia, postpunk y otras revoluciones inconclusas, en el año 2010, y siguieron con Retromanía: la adicción del pop a su propio pasado, Postpunk: romper todo y empezar de nuevo y Como un golpe de rayo: el glam y su legado, de los 70 al siglo XXI. “Tenemos cinco libros y un sexto contratado para el futuro”, revela Rey.

“Durante muchos años —continúa la editora—, Caja Negra fue sobre todo una editorial de traducciones. Recién en estos dos o tres años, si bien tuvimos libros de María Negroni, de Osvaldo Baigorria, de Andrés Di Tella, de Albertina Carri, en general eran mayormente traducciones. Y estos dos últimos años estamos trabajando con autores y autoras argentinos vivos, que están produciendo en el presente. Sacamos libros de Lucrecia Martel, de Dani Zelko, de Juan Mattio, de Michel Nieva... Recién ahora, veinte años después, estamos siendo propositivos de otra manera”.

El segundo punto de inflexión es Mark Fisher. De este filósofo y profesor británico, autor de una obra crítica y muy influyente, Caja Negra tradujo Realismo capitalista, Los fantasmas de mi vida, Deseo postcapitalista, Constructos Flatline y los tres volúmenes de K-Punk. “Es uno de nuestros autores más importantes. Nos abrió un campo muy diferente de intervención cultural, política y académica. Que la gente empiece a hablar de realismo capitalista para interpretar ciertos hechos de la realidad fue muy contundente para nosotros”, sostiene Malena Rey.

Una cuestión de métodos

El objetivo siempre fue, dice Esteras —y lo sigue siendo—, “construir un espacio de investigación y de pensamiento, una plataforma de programación cultural, que no solo nos permita hacer libros, sino también actividades que los impulsen y se vayan inscribiendo en el tejido social y a la discusión cultural de la vida contemporánea en la Argentina y en los distintos lugares en los que nuestros libros circulan”. Esto ocurre en un país que “tiene una producción editorial muy fuerte y que no sucede en muchos lugares”, lo que “configura un ecosistema cultural saludable y deseable”.

Algunos libros de la colección
Algunos libros de la colección "Futuros próximos ", de Caja Negra

Con la serie Futuros próximos, reflexiona este editor, “Caja Negra se transformó en un artefacto cultural inscripto explícitamente en el tiempo presente”. Así nació un método de trabajo, una mirada permanente, una inquietud: “De repente, estamos siempre muy atentos a cuáles son los problemas que entendemos que valen la pena discutir. Cuando nos ponemos a diseñar el programa editorial, nos sentarnos a subrayar aquellos problemas que merecen tener un libro, que merecen que los acompañemos con una investigación y una producción editorial. Es una estrategia bastante marcada”.

“Cuando entendimos que la subjetividad en el capitalismo se había transformado de manera radical —continúa— y que las infraestructuras tecnológicas se habían transformado de manera significativa, que de golpe habían aparecido un montón de entornos virtuales en los que estábamos todo el tiempo y que antes no existían, entendimos también que eso no tenía la suficiente representación en el universo editorial. Hay un montón de editoriales que pueden hacer estos diagnósticos, pero que por ahí lo que publican es una tesis de alguien que está investigando".

“Nosotros también vamos a buscar eso a la Feria de Frankfurt, leemos catálogos internacionales viendo de qué se está hablando en otras partes del mundo y de todo eso seleccionamos a quiénes traducir y a qué libros poner en relación”, agrega Rey. “Todo el catálogo es como una gran trama de conversaciones entre temas, entre autores, entre ejes. Como Juan Mattio, que siempre reconoce que Mark Fisher fue una gran inspiración para Materiales para una pesadilla. Es como una red de pensamiento viendo de qué manera buscar estrategias para habitar este mundo o cualquier futuro".

Trabajo de riesgo

En estos veinte años, Caja Negra vio nacer y morir a varios proyectos hermanos. “También se generó un contrapeso muy interesante en cuanto a la bibliodiversidad respecto de los grandes grupos. Ahora una puede confiar en el trabajo de las independientes: muchas veces son la puerta de entrada de un montón de obras que son descubiertas ahí porque hay una cantidad de lectores que confían en sus catálogos”, dice Rey y se ve armando su stand en la primera Feria de Editores, en La Tribu, también en la FLIA, llegando “con la valijita”, poniendo “los libros en un banquito”.

Rosalía, lectora de Caja Negra:
Rosalía, lectora de Caja Negra: en mayo de este año subió una foto de la novela “Aliens y anorexia” de Chris Kraus

Ahora el paisaje es otro. Las editoriales independientes dejaron de ser un fenómeno emergente para establecerse con protagonismo. “Es muy impactante cuando una lo ve en el tiempo: el interés y la masividad que se generó es porque el trabajo que hay detrás es muy profesional, muy serio y muy original, sobre todo en un país en el que estamos acostumbrados a un estado de crisis permanente que llena todo el trabajo de riesgo y de peligrosidad. La cultura está pasando por un momento muy difícil. Pero aún así siento que hay también una gran resistencia”, sostiene Malena Rey.

Resistencia pero también “una gran confianza en el libro como una herramienta de activismo en el cual vamos a encontrar ideas para también salir de esta situación”. Porque aunque se diga que “los consumos están cambiando, que las pantallas van a matar el papel”, esta editora imagina que “en algún momento la juventud se va a cansar de estar tanto tiempo adelante de una pantalla”: “El libro sigue siendo un refugio, un espacio silencioso, de intimidad para conectarte con funciones de pensamiento crítico, de placer, de imaginación, que no se encuentran en otro lado.

El libro, subraya Rey, “es una tecnología muy sencilla que sigue funcionando hace tantos siglos: dos tapas, hojas que se pasan de mano en mano, cualquier cosa puede entrar en ese objeto. Un tipo de tecnología que sigue siendo perfecta. Yo sigo confiando en el libro como objeto y creo que va a seguir creciendo. En todo caso, es en la formación de lectores en lo que hay que trabajar”. “Conocemos el tipo de lector que tiene la editorial. Tenemos la certeza de que trabajamos para un tipo de lector para el que la materialidad del libro sigue siendo una cosa muy relevante, completa Esteras.

“Además, retrospectivamente, todas esas fantasías apocalípticas no se verificaron en Caja Negra ni en las editoriales en general. Nunca sufrieron el desarrollo del ebook como una competencia. Sí tenemos una estrategia de producción de contenido digital: nos gusta mucho desarrollar nuestra web y nuestras redes”, dice Diego Esteras y agrega, sobre el final de esta conversación, que “ya hay debates sobre el cansancio de internet, la saturación de información y la necesidad de producir espacios por fuera de internet: el año que viene tenemos uno o dos libros en los que vamos a trabajar sobre eso”.