
El enigma sobre la identidad de la joven retratada en La joven de la perla, la célebre obra de Johannes Vermeer que se conserva en el Mauritshuis de La Haya, ha recibido una nueva interpretación.
El historiador británico Andrew Graham-Dixon sostiene que la figura representada sería Magdalena van Ruijven, hija de los principales mecenas del pintor, Maria de Knuijt y Pieter Claesz van Ruijven. Esta hipótesis surge tras el hallazgo de la ubicación perdida de la casa de los van Ruijven, conocida como el Águila Dorada, situada en el canal Oude Delft, en el corazón de la ciudad y frente a una iglesia remonstrante.
La obra, que apareció en una subasta en Ámsterdam en 1696 como el lote 38, carecía entonces de un nombre formal y fue descrita en el catálogo como una tronie, es decir, un estudio de carácter típico del arte neerlandés, con rasgos exagerados y vestimenta “antigua, extraordinariamente artística”.
Esta indefinición ha dado pie a múltiples especulaciones a lo largo de los siglos: la joven ha sido identificada como la hija mayor de Vermeer, una sibila de la mitología griega o una sirvienta, como la interpretada por Scarlett Johansson en la película de 2004.

Según la investigación de Graham-Dixon, la pertenencia de los van Ruijven a los remonstrantes —una corriente evangélica que buscaba emular la vida de los apóstoles y seguidoras de Cristo— y la implicación de Maria de Knuijt con los colegiantes, un grupo radical que rechazaba la autoridad eclesiástica en favor del debate abierto, refuerzan la idea de que el encargo del retrato recayó en alguien cercano a la familia. El historiador considera que la única candidata plausible es Magdalena van Ruijven.
En palabras de Graham-Dixon, recogidas por The Times de Londres, “considerando que el cuadro fue realizado para ellos, es razonable suponer que la modelo era alguien a quien conocían y apreciaban”.
El historiador, que publicará próximamente su libro Vermeer: A Life Lost and Found, argumenta que Magdalena, nacida en 1655, tendría unos 12 años cuando Vermeer pintó la obra en 1667 o 1668, coincidiendo con la edad en la que habría recibido el bautismo en la sede de los colegiantes en Rijnsburg. En este contexto, el retrato podría haber conmemorado ese rito de paso, en el que Magdalena asumiría el papel espiritual de su homónima, María Magdalena.

La figura de María Magdalena, seguidora de Jesús, parece haber tenido un significado especial para la familia. Magdalena fue la segunda mujer del linaje en recibir ese nombre, y una de las primeras obras encargadas por Maria de Knuijt a Vermeer, Muchacha dormida (1657), se inspiró en su historia. En ese cuadro, una sirvienta aparece con las mejillas sonrojadas tras beber vino, y radiografías han revelado la presencia original de un hombre en el umbral.
La interpretación de Graham-Dixon sostiene que La joven de la perla representa el momento culminante de la vida de María Magdalena: el encuentro con Jesús tras la resurrección.
La joven aparece girándose, con una expresión que revela el asombro del reconocimiento y la boca a punto de pronunciar una palabra. A diferencia de otras escenas detalladas de Vermeer, aquí la modelo se recorta sobre un fondo negro, de modo que los únicos elementos relevantes son María Magdalena y la figura a la que se enfrenta.

Para fundamentar su tesis, Graham-Dixon recurre al Evangelio de Juan: “Ella se volvió y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras?” y “Ella se volvió y le dijo: Rabboni; que significa Maestro”.
El historiador afirma que, si se observa con atención, se percibe un atisbo de lágrimas en los ojos de la joven. Además, interpreta la célebre perla de tamaño imposible como un reflejo del estado de su alma.
“Ser bautizada como Magdalena implicaba la responsabilidad de preservar ese encuentro en la memoria”, escribió Graham-Dixon. “El cuadro de Vermeer estaba destinado a evocar y mantener vivo ese momento cada día, guiando las oraciones de Magdalena y situándola siempre en presencia de Cristo”.

No obstante, los responsables del Mauritshuis se muestran escépticos ante esta teoría y remiten al catálogo de la subasta de 1696 como argumento. Allí, la obra figura como una tronie y no como un conterfeytsel, término reservado para los retratos.
El turbante amarillo y la perla sobredimensionada son elementos que, según Quentin Buvelot, conservador principal del museo, “son característicos de una tronie, no de un retrato propiamente dicho”, según expresó por correo electrónico. “Creemos que nunca conoceremos la identidad de la joven”.
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