
Nathalie Jarast es una apasionada del acto mismo de leer. Tal vez por eso ejerce el periodismo, estudió Letras y es magíster en Gestión de Contenidos. Todo lo que tenga que ver con las palabras ocupa su atención.
Se define como una apasionada por la literatura infantil, lo que la llevó a trabajar en Fundación Leer y como parte del equipo del Filbita, desde el sector de la comunicación. Siempre en instituciones dedicadas a la promoción de la lectura. En Casa de Letras, se especializó en Literatura Infantil y Juvenil.
Desde hace más de diez años escribe en diversos medios y asesora en comunicación a diversos sellos literarios. Colabora en la difusión de la literatura infantil desde sus redes y el newsletter Muy lectores. Un país que empieza con A, editado por Pupek, es su primer libro para chicos y chicas.
—¿Cómo se construye la identidad lectora?
—La identidad lectora creo que parte primero de la curiosidad de acercarse al objeto libro. Ya sea desde niños pequeñitos, bebés, hasta adolescentes o incluso adultos, y acercarse con la mente y el corazón abierto a los libros. Por la curiosidad y la búsqueda o avidez de diferentes tipos de lecturas: más complejas, más sencillas, más largas, más cortas. De entrar por la narrativa, la poesía, novelas, cuentos. Y a partir de ahí, ir encontrando lo que a uno y a una más le gusta, le cierra o le convoca. También hay algo que creo fuertemente –si bien tenemos ciertos gustos y preferencias–, eso puede ir cambiando a lo largo del tiempo y de la vida. Quizás en algún momento nuestra identidad lectora está más ligada, por ejemplo, a la poesía, y quizás más adelante, pasemos a las novelas.
Yo recuerdo que cuando era chica a mí me atraían muchísimo los géneros: el terror, las novelas de terror, y hoy no puedo leer absolutamente nada de eso (ríe). Entonces, la identidad lectora es una construcción constante y me parece que es un continuum, no es algo fijo, sino que se va modificando y moldeando a lo largo del tiempo. Y requiere, sí, exposición (ríe) a los libros, a la lectura, y diversidad y variedad de materiales también.

—¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer?
—Sí, cien por ciento (ríe). Soy una ferviente creyente del poder de los libros y de que uno o una en algún momento de su vida se encuentra con algún libro que dice: “Ah, es este, es acá”. Que le abre las puertas al maravilloso mundo de la literatura.
Hay algunas personas que tuvimos la suerte, desde muy chicas, de tener acceso a los libros y tener padres y madres que nos han leído y comprado libros. Y hay otras personas que no. Pero que aun así, en algún momento, si uno está abierto a esa posibilidad, hay un libro. Yo creo fuertemente en el poder de la escuela para abrir este amor por la lectura y este interés por la lectura, cuando en la casa no está esa oportunidad. Pero a veces es un bibliotecario o una compañera de trabajo, que nos prestó un libro y nos voló la cabeza, ¿no?
De todos modos, hoy la lectura, lamentablemente, está unida a otros consumos culturales, las redes sociales. Hace poco leía en un artículo que ya no es más la disputa por la atención o por el consumo cultural. Es decir, vemos una película o leemos un libro, sino que la disputa es por los procesos cognitivos: las redes y estas cuestiones generan dopamina instantánea, la satisfacción instantánea. Y eso hace, muchas veces, muy difícil que los libros o una película larga tengan un lugar y un espacio.
—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿puede surgir un ávido lector?
—Me parece que lo dije en la respuesta anterior, pero vuelvo sobre el tema. Yo creo que sí. Michelle Petit, una autora y antropóloga que estudia el mundo de la lectura justamente en contextos vulnerables, donde no hay y no suele haber acceso a la lectura, da cuenta de esto. Por una visita a una biblioteca o por un asistente social que acerca un libro o por un amiguito que estaba leyendo una historieta y a partir de esa historieta, otro niño o niña se empezó a interesar por ese mundo de las letras. Creo que sí, que puede surgir un gran lector o lectora.

—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?
—Yo creo que se puede empezar a leer desde bebés, desde la panza, incluso. La lectura no solo son libros, sino, también, nanas, canciones. Las primeras formas de leer, como explican los especialistas en primera infancia, son las voces de sus cuidadores. Obviamente, si no se tiene ese acceso, esa disponibilidad, ese contacto desde la primerísima infancia, se puede recuperar más adelante.
Conozco gente que de chica no leía y hoy en día son grandes lectores. Pero lo ideal sería desde bebés (ríe), fomentar el contacto con los libros. Cuanto mayor exposición, mayor variedad, mayor cantidad de lecturas, se va construyendo la identidad lectora.
Y vuelvo sobre el tema de que hoy en día hay mucha competencia con los dispositivos. Entonces, hay que hacerle un espacio activamente, sobre todo en las infancias. Decidir un momento de lectura en el día, que puede ser antes de dormir, después de almorzar... Encontrar un espacio. Sin juzgar ni poner en valor qué hacemos o no con las pantallas. Eso será para otra charla y otra discusión. Vivimos en una sociedad hiperdigitalizada y mediada por las pantallas, y creo que es necesario hacer una pausa y dedicarnos a la lectura.
Yo, por ejemplo, me di cuenta de que estaba leyendo mucho menos, y eso que me considero una gran lectora, porque me cooptaban las series, que después de un capítulo te enganchás y seguís otro y otro. Ahora miro series los fines de semana, y en la semana, antes de dormir, leo.

—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o hay otros tipos de mediadores?
—Claramente hay otros tipos de mediadores. O sea, están los y las docentes, las y los bibliotecarios, pero también somos mediadores los padres y las madres, los abuelos, que acercamos un libro a las infancias. Hoy en día, incluso, volviendo al tema de las pantallas, los influencers pueden ser mediadores de lectura. Para mí está buenísimo que haya alguien, sobre todo en los adolescentes, cuando son pares los que recomiendan. Hay algo ahí de despertar el interés por la lectura que es muy valioso, muy genuino, y está buenísimo.
Cualquier persona que medie entre los libros, entre el acto de leer y las infancias, en principio. Pero también se puede pensar la mediación de la lectura en adultos: si un influencer recomienda tal libro, o un amigo que me recomienda un libro y eso a mí me despierta el interés por leer. Los mediadores hoy en día son múltiples y variados, pero también hay gente formada, que ha estudiado y que se dedica a la mediación de la lectura, especialmente. Docentes, bibliotecarios, especialistas en lectura, que le aportan un granito de arena más.
—¿Recordás tu primer encuentro con libros?
—En mi casa había muchos libros. Mi mamá es psicoanalista y una gran lectora, Y ha publicado libros de psicoanálisis. Mi papá, si bien es médico, también siempre ha leído mucho, novelas históricas. Siempre había libros en mi casa. Creo que eso despertó mi interés.
Pero los primeros libros que recuerdo son de la colección Había una vez, que ya no existe más. Eran unos libros que en letra mayúscula iban contando una historia y algunas palabras eran un dibujito. Algunos los conservo todavía, se los leo a mis hijos, que tienen dos y cinco años.
[Fotos: gentileza Nathalie Jarast]
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