En A House of Dynamite, de Kathryn Bigelow, cuando un misterioso misil se lanza desde el Pacífico y comienza a dirigirse hacia el Medio Oeste, la mayor amenaza en la Casa Blanca al principio es una pila de papeleo.
La respuesta indiferente que da inicio a la película explosiva de Bigelow se desvanece rápidamente. Pero esa transición de la rutina al peligro inminente, repetida tres veces en este Rashomon que se cruza con Dr. Strangelove, es el tono definitorio de la urgente, aunque algo forzada, llamada de atención nuclear de Bigelow.
Palabras en pantalla abren la película, señalando que las potencias mundiales alguna vez trabajaron para disminuir las armas nucleares. “Esa era ya terminó”, declara la película.
Quizá pienses: “Como si no tuviéramos ya suficientes cosas de las que preocuparnos”. Pero, sin importar cuántas otras preocupaciones existenciales puedan estar haciendo que una noche de sueño reparador sea cosa de pura fantasía, los cineastas desde hace tiempo han estado especialmente atentos a la amenaza de la guerra nuclear. A House of Dynamite se suma a una tradición cinematográfica que se remonta a Dr. Strangelove y Fail Safe, en 1964. Y llega en medio de un resurgimiento moderno de la ansiedad nuclear en la gran pantalla, incluyendo Oppenheimer, de 2023, y los planes anunciados de James Cameron para hacer Ghosts of Hiroshima.

Pero Bigelow, trabajando a partir de un guion del ex presidente de NBC News, Noah Oppenheim, adopta su propio enfoque contemporáneo y minuciosamente detallado para imaginar la aparición repentina de un arma nuclear dirigiéndose hacia el territorio continental de Estados Unidos. Con una eficiencia cautivadora, Bigelow construye un thriller tenso en tiempo real que comienza de manera explosiva, pero se disipa con cada repetición sucesiva.
La primera sección de la película, que se estrena en cines el viernes antes de llegar a Netflix el 24 de octubre, es la más poderosa. Comienza con una mañana rutinaria y laboral. Poco después de que la capitana Olivia Walker (Rebecca Ferguson) llega a un centro de mando en la Casa Blanca, una base militar en Alaska informa el lanzamiento inesperado de un misil balístico intercontinental. El lanzamiento no fue detectado, por lo que el origen y la naturaleza del ataque no están claros. La primera reacción de todos es que probablemente caerá en algún lugar del mar de Japón.
Pero en los momentos siguientes, surge una nueva comprensión: el misil se dirige a Chicago. En 18 minutos, millones de estadounidenses podrían morir. El nivel DEFCON empeora. Se desempolvan manuales de procedimientos usados durante años. La comunicación y el protocolo son rápidos e inmediatos —los líderes militares aparecen en una videollamada donde el presidente es una pantalla negra y silenciosa— pero las soluciones no son tan numerosas como muchos podríamos suponer.
Ferguson, una actriz hábil e inteligente, dirige la operación con astucia y humanidad. A medida que los minutos pasan, crece la urgencia de sacar su teléfono de una caja de seguridad —un protocolo diario de la Casa Blanca— y llamar a su familia. A medida que se acerca el impacto, como era de esperarse, la intensidad aumenta.

Pero justo antes de que llegue ese momento, A House of Dynamite retrocede el reloj hasta el lanzamiento. Las siguientes dos secciones de la película repiten los mismos momentos, pero desde diferentes puntos de vista. El segundo capítulo se centra principalmente en el asesor de seguridad nacional Jake Baerington (Gabriel Basso), y los intentos acelerados de identificar la posible estrategia detrás del lanzamiento del misil y quién podría haberlo disparado. ¿Podría ser Corea del Norte? ¿Rusia? ¿Se trata de un evento accidental o, según las reglas de enfrentamiento, esto desencadenará una reacción en cadena que lleve irremediablemente a la destrucción mutua?
La tercera sección lleva el debate frenético a la figura más solitaria del presidente (Idris Elba, quien ha logrado interpretar tanto al primer ministro británico como al presidente de Estados Unidos en un mismo año calendario). Pero para este punto, A House of Dynamite ya ha comenzado a estancarse, repitiendo terreno ya cubierto y dejando a Elba buscando dirección en sus escenas.
La narrativa de rebobinar y repetir ofrece algunos beneficios. Al regresar tres veces al inicio de un nuevo día, cada vez recibido por todos con sus hábitos familiares —la necesidad de café, el tráfico en el trayecto al trabajo, quizá una rápida ronda de golf— A House of Dynamite refuerza cada vez lo rápido que nuestra sensación de normalidad podría romperse para siempre.
Pero la estructura también apaga la mecha que inicialmente encendió A House of Dynamite. Lo que la sostiene, por encima de todo, es el gran dominio de Bigelow (Zero Dark Thirty, Detroit), quien quizá mejor que cualquier cineasta en activo sabe convertir crisis reales, o casi reales, en thrillers que aceleran el pulso. A ello contribuye un excelente elenco de actores (Tracy Letts, Jared Harris, Greta Lee, Anthony Ramos, Jason Clarke) con la gravedad suficiente para realzar el realismo de Bigelow. Pero cuanto más alto sube en la cadena de mando A House of Dynamite, más pierde su control sobre la verosimilitud.
Fuente: AP.
Fotos: Eros Hoagland/Netflix © 2025.
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