
La exposición Federico Brook. Entre Roma y Latinoamérica abrió sus puertas en el Museo Nacional de Bellas Artes, ofreciendo al público una oportunidad única para adentrarse en el universo creativo de uno de los artistas argentinos más singulares del siglo XX.
La muestra en las salas del segundo piso, reúne cerca de cincuenta obras que exploran el tránsito vital y artístico de Federico Brook entre América Latina e Italia, bajo la curaduría de María Cristina Rossi y con el auspicio de la Embajada de Italia en la Argentina.
El recorrido propuesto por la exposición abarca esculturas, dibujos, collages, obras gráficas y joyas, y pone especial énfasis en la serie de las “nubes”, un motivo iconográfico que Brook desarrolló a lo largo de décadas y que se convirtió en una de las constantes más reconocibles de su producción.

Según Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes, la muestra “explora y pone en relación gran parte del universo creativo de Brook, desarrollado en el tránsito entre Latinoamérica y Roma”. Duprat destaca que el artista “ensayó un repertorio amplio de lenguajes y materiales: trabajos de inspiración informalista, esculturas geométricas y móviles, y una serie de objetos que llamó ‘nubes’ y que representan una de las tipologías más significativas y constantes de su producción”.
La trayectoria de Federico Brook se caracteriza por un diálogo permanente entre dos continentes y por la experimentación con materiales y formas. Nacido en Buenos Aires en 1933, Brook inició estudios de Arquitectura antes de orientarse hacia las artes visuales en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata.
En 1956, su carrera tomó un rumbo internacional al trasladarse a Italia, donde se formó en la Academia de Bellas Artes de Roma bajo la tutela de Alessandro Monteleone y Pericle Fazzini, obteniendo el grado de Maestro en Escultura.
La obra de Brook se divide en varios períodos, comenzando por una etapa de expresión informalista en la que empleó hierros en desuso, retorcidos y soldados, para luego evolucionar hacia proyectos más abstractos realizados con roca de peperino, una piedra volcánica característica de la región de Roma.

Sobre estas superficies, el artista aplicó incrustaciones y fusiones de metal, logrando piezas que remiten a una impronta constructiva de raíz precolombina. En palabras de la curadora María Cristina Rossi, “desde su juventud, Brook tendió puentes entre el continente americano y el europeo. Tras formarse en Buenos Aires y en Roma, desarrolló una sensibilidad informalista con la que interpretó el universo simbólico de la era espacial”.
Uno de los hitos de su carrera llegó en 1964, cuando Brook concibió un paisaje cósmico en alambre encapsulado en un círculo de acrílico, suspendido de un solo punto en una estructura vertical de acero y capaz de girar sobre su propio eje. Esta obra marcó el inicio de una serie de esculturas geométricas que incorporaban materiales reflejantes como acrílicos, acero pulido y metales niquelados, y que invitaban a la participación activa del espectador a través del movimiento.
La década de 1970 supuso un giro temático y formal en la producción de Brook. En 1974, el artista recortó la silueta de una nube sobre una chapa de acero inoxidable para crear las piezas Nube libre y Nube en jaula. Estas obras, en las que el vacío calado se opone a la forma plena, surgieron de sus reflexiones sobre la censura y la represión que imperaban en varios países latinoamericanos en ese periodo. La nube, como motivo iconográfico, fue interpretada por Brook en una amplia variedad de formatos y materiales, desde el detalle minucioso de una joya hasta la monumentalidad de esculturas emplazadas en el espacio público.

Rossi explica que “etéreas e inasibles, las nubes sintetizaron su madurez técnica y sensible. Fueron las formas materiales y simbólicas que dieron vuelo a la imaginación y a la fantasía, a los desafíos y a los ideales de este artista de su tiempo”.
La exposición también incluye la proyección de un video realizado en 2025 por la cineasta italiana Paola Sangiovanni, que aborda uno de los ejes centrales de la reflexión de Brook: la integración de la escultura en la arquitectura y el espacio público. Este interés se refleja en la presencia de muchas de sus obras en viviendas particulares, instituciones y el tejido urbano, tanto en Italia como en América Latina.
Además de su labor artística, Federico Brook desempeñó un papel relevante en la gestión cultural y en el fortalecimiento de los lazos entre Italia y Argentina. Fue curador del envío argentino a la Bienal de Venecia en 1964, 1968 y 1970, y ocupó cargos de responsabilidad en la Casa Argentina en Roma y en el Istituto Italo-Latino Americano (IILA), donde impulsó proyectos de música, literatura, cine y artes visuales. Actualmente, representa a Italia como académico correspondiente en la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina y reside en Roma.
La propuesta curatorial de María Cristina Rossi subraya la importancia de la serie de las nubes como síntesis de la madurez técnica y conceptual de Brook, y destaca el modo en que el artista supo articular su experiencia vital entre dos mundos. La muestra, auspiciada por la Embajada de Italia en la Argentina y apoyada por Amigos del Bellas Artes, se presenta como una oportunidad para redescubrir la obra de un creador que, en palabras de Rossi, “dio vuelo a la imaginación y a la fantasía, a los desafíos y a los ideales de este artista de su tiempo”.
*Federico Brook. Entre Roma y Latinoamérica, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473. De martes a viernes, de 11 a 19.30 (último ingreso), y los sábados y domingos, de 10 a 19.30. hasta el 12 de octubre de 2025
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