
La pregunta sobre los territorios de las niñeces —dónde viven, juegan, estudian y se socializan los niños— se convierte en el eje conceptual de una propuesta artística que busca interpelar la memoria colectiva y personal. A partir del 22 de agosto, el Centro Cultural Universitario Paco Urondo albergará la muestra “Archivos de Infancias”, un proyecto expositivo que reúne a ocho artistas y que permanecerá abierto hasta el 17 de octubre, de 12 a 20 horas. La inauguración oficial tendrá lugar el 22 de agosto a las 18:30, en el Salón de las Columnas, en la sede de 25 de mayo 201, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
La exposición, según la memoria conceptual elaborada por Paula Doberti, quien comparte la curaduría con Débora Kirnos, se articula en torno a tres núcleos temáticos: el juego, la familia y la escolaridad. Estos ejes atraviesan universos sociales e identitarios diversos, y permiten a las artistas —María Gil Araújo, María Eugenia Cairo, María Ceci, Mariana Jasovich, Laura Kuperman, Florencia Ramondetta, Patricia Rodríguez y Poty Urriza— recuperar y reinterpretar fragmentos de la infancia desde perspectivas adultas, femeninas y contemporáneas.
El proyecto se apoya en archivos de distinta naturaleza: familiares, personales, institucionales y ficcionales. Las obras surgen de registros propios, legajos inventados y repertorios de objetos preservados, en una dinámica que remite a las narrativas infantiles, donde la frontera entre lo real y lo imaginario se diluye.

Doberti cita a Ticio Escobar para profundizar en esta idea: “la memoria complementa y discute la objetividad de los registros y actúa como factor de litigio político en torno a la selección, la edición y el destino de los recuerdos. (...) La imaginación poética se apoya en ellos para avistar lo no registrado: para dar cuenta de lo omitido y nombrar lo relegado por las historias oficiales”. En este sentido, la muestra busca reparar ausencias y omisiones a través de obras de formatos heterogéneos, que a veces se entrelazan y en otras ocasiones se aíslan, evocando la lógica de los juegos, los dibujos y los relatos de la niñez.
La revisión y creación de archivos se presenta, a la vez, como un ejercicio de observación de arquetipos, modelos y mandatos, y como una puesta en cuestión de la severidad y rigidez de los sistemas de registro. Doberti propone pensar en “archivos blandos, abiertos, afectivos”, capaces de inventar registros reparadores y renovadores, y de dejar huellas que inviten al juego y a la exploración.
En el bloque dedicado al archivo escolar, la muestra aborda el papel de la escuela como institución formadora por excelencia. Más allá de las diferencias entre lo público y lo privado, los niveles educativos o las modalidades de jornada, la escuela se mantiene como el gran organizador de la infancia y la adolescencia.

Las transformaciones en los planes de estudio, las normas de convivencia o los códigos de vestimenta no han alterado su función principal. La exhibición de objetos, fotografías y palabras vinculadas a la experiencia escolar invita a los visitantes a rememorar sus propios recorridos educativos.
El archivo lúdico explora la persistencia de los juegos y juguetes a lo largo de las generaciones. Aunque las formas y los objetos cambian con el tiempo, ciertos elementos permanecen: la risa, la complicidad, el riesgo y la imaginación. El ocio se presenta como una fuente de placer vital y un refugio creativo. El peluche de apego, los juegos grupales y la capacidad de crecer jugando constituyen símbolos de la infancia que la muestra recupera y resignifica. “Que nunca nos falte el deseo de divertirnos”, se afirma en uno de los textos curatoriales.

En cuanto al archivo familiar, la exposición indaga en los pequeños mundos que conforman las familias, entendidas como tribus diversas y cambiantes. Estos espacios, aunque territoriales incluso a la distancia, son el lugar donde se transmiten memorias, se acompaña el dolor, se aprende a cuidarse y se comparten vidas. La muestra invita a cada visitante a recorrer su propia historia familiar, a identificar similitudes y diferencias con las de otros, y a reflexionar sobre el modo en que la familia de origen atraviesa la experiencia individual.
La propuesta de “Archivos de Infancias” se concibe como un espacio transitorio, común y diverso, que remonta fragmentos de la historia reciente a partir de la memoria y los archivos. El proyecto parte de la herencia y se proyecta hacia el futuro, planteando interrogantes sobre cómo las nuevas generaciones comprenderán y resignificarán los modos de jugar, aprender y compartir. Doberti retoma a Paul Ricoeur para subrayar la dimensión temporal y espacial del archivo: “la mutación archivadora del espacio y del tiempo, que puede considerarse como la condición formal de posibilidad del gesto de archivación”. En ese gesto, cada artista vincula su trabajo con el de las demás, generando un diálogo que amplía horizontes y propone nuevas formas de entender las infancias presentes.
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