
“En un momento, Joan le dijo: ‘Creo que eres una buena persona’. Y él respondió: ‘No, en realidad no lo soy’. No pensaba que fuera un buen hombre. Dijo que sentía que estaba atrapado en sí mismo y que no podía encontrar la manera de salir”. Con esta confesión, John F. Kennedy revela una faceta desconocida de su carácter, según el nuevo libro de J. Randy Taraborrelli, JFK: Public, Private, Secret (“JFK: público, privado, secreto”), que busca ofrecer una visión más humana y compleja del 35º presidente de Estados Unidos.
La obra, publicada tras años de investigación y entrevistas, se aparta de los relatos políticos habituales para centrarse en la vida íntima y los conflictos internos de Kennedy. Taraborrelli, quien ya había dedicado cinco libros a la familia Kennedy desde la perspectiva de Jacqueline Kennedy, la primera dama, aborda por primera vez de manera directa la figura de JFK. El autor explica que, tras el éxito de su biografía sobre Jackie, sintió que había llegado el momento de contar la versión de John F. Kennedy y explorar la dinámica de su matrimonio.

“El tema central de Taraborrelli es el trato que JFK da a las mujeres”, escribió Martín Pengelly en The Guardian. “Es una imagen compasiva. El JFK de Taraborrelli es un adúltero implacable, pero que llegó a comprender su debilidad a través de las dolorosas consecuencias de su comportamiento, de una conexión tardíamente más profunda con su esposa y de las dificultades del cargo”, agrega el periodista.
El autor sostiene que “siempre hemos visto a JFK como un esposo infiel sin escrúpulos. Quise, más que defenderlo, tratar de entenderlo y contar su versión". El resultado es un retrato empático porque, a pesar de sus acciones, Kennedy tenía conciencia moral, lo que le generaba conflictos internos. “Si no tienes conciencia, puedes ser una mala persona y estar conforme. Pero cuando la tienes, eso te causa problemas internos”, explica. Esta lucha interna se refleja en la forma en que JFK asumió la responsabilidad de sus errores, tanto personales como políticos. Tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos en 1961, una operación heredada de la administración de Dwight D Eisenhower, Kennedy se dirigió al pueblo estadounidense y declaró: «Soy el presidente. Esta es mi responsabilidad. Yo hice esto y lo siento». Como resultado, su índice de aprobación alcanzó el 85%, un dato que Taraborrelli destaca como ejemplo de liderazgo basado en la rendición de cuentas.

El libro evita convertirse en un catálogo de las aventuras extramatrimoniales de Kennedy. Taraborrelli decidió no enumerar todas sus relaciones, ya que muchas de esas mujeres han contado sus propias historias. En cambio, se centra en aquellas que realmente influyeron en la vida del presidente, como Joan Lundberg, Judith Exner, Mary Meyer y Marilyn Monroe. Sobre esta última, el autor sostiene que no existió una relación amorosa, a pesar de las sospechas de Jackie Kennedy, porque no hay pruebas que lo respalden. En cambio, revela una relación desconocida con Lundberg, una azafata californiana a quien Kennedy conoció en los años 50, cuando era senador por Massachusetts. La relación terminó con Kennedy pagando un aborto para Lundberg.
El contexto de este encuentro fue especialmente delicado para Kennedy. Tras la muerte fetal de un hijo de Jackie en 1956, el futuro presidente no regresó de sus vacaciones para acompañar a su esposa, lo que provocó el rechazo de ambas familias. Incluso la madre de Jackie lo obligó a dormir en los cuartos de servicio sobre el garaje. En ese momento, Kennedy viajó a Los Ángeles, donde conoció a Lundberg, quien no estaba al tanto de su vida personal ni de su entorno. Según Taraborrelli, Kennedy pudo abrirse con ella y utilizarla como una especie de confidente para intentar comprender sus propias acciones y la falta de empatía hacia su esposa.

La falta de empatía de Kennedy también se manifiesta en su relación con su hermana Rosemary, quien sufrió dificultades de desarrollo y fue sometida a una lobotomía en 1941 por decisión de su padre, lo que la dejó inválida y llevó a la familia a ocultarla. Kennedy cargó con la vergüenza de haber permitido que esto ocurriera a una hermana a la que amaba. Jackie, consciente de este dolor, animó a su esposo a reencontrarse con Rosemary después de 15 años sin verla, convencida de que no podría ser un hombre completo mientras mantuviera ese secreto y ese sentimiento de culpa. Este proceso, junto con la muerte de su hijo Patrick —quien vivió menos de dos días en agosto de 1963—, constituyó, según Taraborrelli, etapas fundamentales en la transformación personal de Kennedy.
El legado de Kennedy continúa alimentando teorías y especulaciones, especialmente en torno a su asesinato, su relación con el crimen organizado —en parte a través de Judith Exner, también vinculada a un mafioso de Chicago— y su supuesta relación con Marilyn Monroe. Taraborrelli, sin embargo, elige no adentrarse en las teorías conspirativas y dedica solo unas páginas finales al asesinato, sin abordar cuestiones como la autoría de Lee Harvey Oswald o el papel de la CIA. El autor se mantiene enfocado en el retrato personal de Kennedy, evitando sumarse a la industria editorial de los “qué hubiera pasado si…“.
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