
Todo comenzó en pandemia. Parece otra época, otro tiempo, otra vida. Pero no: fue en el año 2020 que empezó la cuarentena por el COVID-19. En medio de la incertidumbre y el encierro, la periodista de Infobae, Hinde Pomeraniec comenzó a redactar un newsletter para estar en contacto con sus lectores. Luego, se llamó Fui, vi y escribí. Poco a poco se convirtió en un clásico: una ventana a libros, películas, series, pinturas, canciones, todo desde una mirada personal, íntima, detallista y sensible.

Todos queremos ser felices
eBook
Gratis
Ahora, una selección de las últimas entregas se volvió libro, editado en conjunto por La Libre y Leamos. Todos queremos ser felices es un testimonio del profundo cambio ocurrido en los vínculos, los oficios, la literatura, las artes y la tecnología. Se atraviesan los duelos, las soledades, la búsqueda de la identidad y las preguntas sobre cuánto de todo es por la presencia de la tecnología en nuestras vidas o cuánto será porque en el fondo, antes y ahora, todos queremos ser felices.
A continuación, el prólogo de Todos queremos ser felices.
“Hola, ahí”
En abril de 2020, cuando estábamos aislados y temerosos, comencé a escribir un newsletter diario: algo de ese tiempo convocaba a buscar nuevas formas para comunicarse y la pandemia exageró en mí la necesidad de divulgar libros, pinturas, películas, músicas y biografías como si se hubiera hecho imperativo compartir ese abanico de emociones. Cada uno de aquellos mensajes largos que escribía arrancaban con un: “Hola, ahí”, un saludo que, además de expresar la idea de que me dirigía de una isla a otra isla, ponía en evidencia que esa botella al mar no tenía un destinatario claro aún.
En esas líneas, escritas con entusiasmo pero también con inquietud, reflexionaba en voz alta sobre lo que significaba vivir en simultáneo con la humanidad un momento único en la historia y, al mismo tiempo, procuraba entregar alguna forma de la belleza a aquellos que me leían: intuía que al otro lado estaban tan tristes y asustados como yo. Pasadas unas semanas, esos envíos a diario se transformaron en un esfuerzo agobiante, casi una hazaña; en el transcurso de ese año que duró mil, el newsletter “solidario” se volvió irregular y, luego de unos meses, dejé de escribirlo.
Cuando en 2022 me convocaron para retomar el newsletter de Cultura de Infobae, ya no estábamos aislados, muchos habían procurado dejar atrás el trauma colectivo pero muchos otros seguían con un miedo loco a enfermar, morir o volver al encierro. El espíritu de la nueva propuesta era similar al original aunque sin la desesperación del confinamiento y, con cierto ánimo de cronista del mundo, elegí para el newsletter un nombre -Fui, vi y escribí- que no solo describe el trabajo de un periodista cultural sino que en el inconsciente colectivo remite a Julio César y a la victoria. Pienso ahora que algo de mi cabeza en duelo buscó sellar un tiempo oscuro e imaginar un tiempo amoroso por venir. Finalmente, aunque me contaba entre quienes habían perdido a gente amada a causa del virus, habíamos vencido al Covid-19.

Fueron en total 106 envíos con reflexiones sobre objetos culturales, historias de vida, ideas relacionadas con el arte, la vida cotidiana y también la política internacional que, junto con la cultura, son las esferas sobre las que trabajo hace tiempo. Durante dos años y medio escribí bajo ese formato particular sobre todo aquello que me interesa, temas y objetos que a veces caben en determinada categoría y otras, no. Finalmente, me gusta pensar que no hay límites, que todo es cultura y lo que hace que algo se transforme en objeto cultural es la mirada de quien observa, que se traduce en el modo de abordarlo y contarlo.
Los textos llegaban los miércoles a la casilla de correo de los suscriptores y al día siguiente se publicaban en el sitio. El contenido de los newsletters no era distinto al de mis columnas o artículos habituales; sí, en cambio, había sutiles diferencias en el modo de narrar, propias del género y, sobre todo, en el tratamiento del lector, convertido en una figura presente en las marcas de estilo, que pronuncian una suerte de diálogo del cual se conoce solamente cómo piensa una de las voces. Ocurre que las devoluciones a esas cartas públicas eran privadas y seguían a una invitación a escribirme que yo hacía en el final del correo. Era muy estimulante advertir que no había vacío después de publicar los newsletters sino lectura atenta y generosa. Así, cada semana recibía decenas de mensajes de lectores con comentarios y sugerencias, que siempre trataba de responder. Cuando esto ocurría, el “Hola, ahí” se convertía mágicamente en un “Hola” seguido de un nombre propio.
Lo que vas a encontrar en las páginas que siguen es una selección de algunos newsletters de Fui, vi y escribí, un ciclo en el que disfruté mucho de la libertad de escritura y del intercambio con los lectores. La idea de publicar estos textos en forma de libro fue de Anshi Moran, editora de La Libre junto con Damián Cabeza. No tengo más que palabras de agradecimiento para ellos: quienes practicamos la escritura agitada y efímera del periodismo en medios valoramos especialmente la posibilidad de convertir nuestro trabajo en documento.
Decidimos elegir algunos de los newsletters representativos de ciertos tópicos que encontramos en la lectura que emprendimos cuando el libro ya era un objetivo. No se trata de que ignore cuáles son las cosas sobre las que me interesa escribir, pero releer mis textos fue una forma de corroborar hasta qué punto lo que llamamos gusto o curiosidad son obsesiones que se disfrazan o toman diversas formas. Así, el pasado, la identidad, la inquietud por las nuevas tecnologías, la soledad o la búsqueda de la felicidad aparecen intensamente en los escritos elegidos, a veces como tema principal y consciente y otras como detalles, si se quiere sutiles, que atraviesan el texto a la manera de un fantasma empecinado.
Algunos de los artículos fueron reproducidos casi sin alteraciones, en otros casos el trabajo de edición unió fragmentos de más de un newsletter por afinidades estéticas o para reforzar ideas o evitar repeticiones. No se trataba de juntar escritos sino de recuperar el espíritu de lo que fueron mientras se publicaban. Escritos a lo largo del tiempo y por separado, cada uno de los envíos es un artefacto singular que, al ser leído en conjunto con otros, a veces desafina y ofrece un resultado diferente: un libro es en sí mismo una unidad de sentido y su edición tiene sus propias exigencias.
Una última aclaración. Al tomar los textos la forma de capítulos en esta nueva organización, nos pareció que el encabezado con el que saludaba cada semana ya no era necesario y que, por el contrario, producía un efecto de repetición incómodo. Como fue una marca de escritura desde el comienzo y durante tanto tiempo, no quise dejarlo afuera de este proyecto tan estimulante y por eso acompaña estas palabras.
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