
La escritora británica Caitlin Moran ha sorprendido a sus lectores con un giro inesperado en su trayectoria literaria. Conocida por obras como How to Be a Woman y How to Build a Girl, Moran ha centrado su carrera en el análisis de la experiencia femenina y el feminismo. Sin embargo, en su séptimo libro, ¿Y los hombres qué? (editado en inglés por Harper y en español por Anagrama), la autora se adentra en el terreno de la masculinidad, abordando las inquietudes y desafíos de los hombres contemporáneos desde una perspectiva poco habitual en su obra.

¿Y los hombres qué?
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El detonante de este cambio surgió durante una de sus habituales charlas sobre feminismo y literatura. Moran, acostumbrada a responder preguntas sobre la situación de las mujeres, comenzó a notar una tendencia recurrente: en cada evento, alguien le pedía consejo para los hombres. Aunque ella misma reconoce que no es experta en el tema —“no soy un hombre, aunque estoy casada con uno y tengo hijas, pero no he criado hijos varones”—, la insistencia de la audiencia la llevó a bromear sobre el asunto. En una ocasión, revela The New York Times, respondió: “¿Mi consejo para los hombres? Supongo que, a) por favor, si pueden evitarlo, no nos violen, y b) pongan los platos en el lavavajillas, no al lado del lavavajillas”.
La cuestión, lejos de disiparse, se intensificó cuando sus propias hijas adolescentes comenzaron a plantearle preguntas similares. El punto de inflexión llegó durante una videollamada por el Día Internacional de la Mujer, en la que participaron cuatro chicos del colegio de una de sus hijas. Uno de ellos le confesó: “A los hombres se nos ve como malos, o tóxicos. Nos culpan de todo. La gente presume automáticamente que todos somos violadores”. Al finalizar la llamada, las hijas de Moran le pidieron que recomendara a los chicos algún libro o serie que ayudara a reducir la brecha entre los sexos. Moran se dio cuenta de que no tenía ninguna sugerencia útil y entretenida.
Este vacío la impulsó a escribir ¿Y los hombres qué?, un libro que explora, con tono irreverente y anécdotas personales, la percepción de que hoy en día es más fácil ser mujer que ser un hombre blanco heterosexual. Moran afirma que, en parte, esto se debe a que los hombres blancos heterosexuales siguen siendo vistos como el “estándar”, lo que provoca que “los detalles reales de sus vidas se hayan vuelto invisibles”. Además, señala que los hombres no pueden culpar al patriarcado de sus problemas, ya que, según sus palabras, “¿cómo pueden los hombres culpar al ‘patriarcado’ cuando, como hombre blanco heterosexual, pareces el patriarcado? Entonces es como en El club de la pelea, donde te estás pegando a ti mismo en la cara”.

El libro no pretende ser un tratado sociológico ni una investigación exhaustiva sobre la masculinidad. Moran opta por un enfoque confesional y humorístico, entrevistando a hombres de entre 40 y 55 años sobre las lecciones que recibieron acerca de cómo ser hombres. Descubre, por ejemplo, que muchos aprendieron que “hay que pegar a alguien” y que existen reglas no escritas sobre la violencia en el patio de recreo: una bofetada resulta insultante, una patada en la ingle puede considerarse “un poco gay”, y quienes carecen de habilidades físicas pueden recurrir al humor, que se convierte en “una moneda y un poder”.
En uno de los capítulos, Moran conversa con un amigo sobre la adicción a la pornografía, aunque aclara que no se trata de un experto, sino de alguien con quien simplemente habló. Este tono informal y anecdótico se repite a lo largo del libro, donde la mayoría de los testimonios provienen de personas de su entorno. Moran también aborda los estándares de belleza inalcanzables para los hombres, quienes, a diferencia de las mujeres, no cuentan con un movimiento de “positividad corporal” que inunde sus redes sociales con imágenes de cuerpos diversos. Entrevista a un amigo llamado Hugo sobre los “artistas de la seducción”, explora las razones por las que los hombres evitan ir al médico —miedo al juicio, a la muerte, a parecer débiles— y reflexiona sobre el envejecimiento masculino.
A lo largo de la obra, Moran ofrece consejos desde su perspectiva femenina. Sobre el sexo, afirma que “a las mujeres realmente no les importa el tamaño, aunque en las semanas, y a veces meses, después de una ruptura, casi siempre acusan a su ex de tener un pene pequeño”. En cuanto al deseo sexual, sostiene que “las mujeres son tan deseosas como los hombres”. Sin embargo, explica que muchas veces no actúan en consecuencia porque “lo más difícil de ser una mujer heterosexual es que aquello que, muy a menudo, más amamos —que seas más grande que nosotras; tus hermosas manos fuertes; la solidez de tus brazos; el peso de tu cuerpo sobre el nuestro…— es también lo que más nos asusta”.
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