
El pintor Norman Rockwell era conocido por sus representaciones de la tranquila vida doméstica estadounidense, pero su vida familiar distaba mucho de esos idílicos retratos.
Al comienzo de Fatherhood: A History of Love and Power (La paternidad: una historia de amor y poder), Augustine Sedgewick relata los problemas que Rockwell enfrentó en casa. El artista se quejaba de la bebida de su esposa y de sus críticas, y en una ocasión le dijo a uno de sus hijos que se suicidaría si no fuera por ellos.
La miseria que sufrió Rockwell marca el inicio de la extensa historia de la paternidad de Sedgewick, a la que él llama una “crisis de identidad sucesoria que abarca miles de años”.
La obra de Sedgewick se presenta como una investigación amplia sobre la figura del padre. El libro no pretende ofrecer una definición definitiva sobre lo que significa ser padre, ni tampoco se erige como un manual de consejos para padres o familias. En cambio, Sedgewick opta por narrar una serie de historias reveladoras que muestran cómo distintas personalidades célebres han enfrentado el desafío de la paternidad en contextos históricos y culturales diversos.

El recorrido que propone el autor abarca desde la antigüedad hasta la era contemporánea, y reúne un conjunto heterogéneo de figuras paternas. Entre los protagonistas de estas historias se encuentran desde el filósofo griego Platón hasta el músico estadounidense Bob Dylan. Esta variedad de perfiles, que en ocasiones puede parecer dispersa, permite a Sedgewick ilustrar la evolución de los roles y expectativas asociados a la paternidad a lo largo del tiempo. Aunque la estructura del libro puede dar la impresión de cierta falta de cohesión, los detalles que el autor rescata sobre los cambios en la percepción y el ejercicio de la paternidad resultan especialmente llamativos.
Uno de los casos más destacados que analiza Sedgewick es el del naturalista británico Charles Darwin. El autor explora la relación cercana que Darwin mantuvo con sus hijos y cómo esta dinámica familiar influyó en su trabajo científico. Según Sedgewick, la convivencia diaria con sus hijos permitió a Darwin observar de primera mano los procesos de desarrollo y adaptación, lo que a su vez enriqueció su investigación sobre la selección natural. La interacción constante con sus hijos se convirtió en una fuente de inspiración y en un laboratorio viviente para sus teorías evolutivas” lo que demuestra cómo la experiencia personal puede incidir en la producción intelectual y científica.
En el extremo opuesto del espectro temporal y cultural, Sedgewick examina la figura de Bob Dylan, uno de los músicos más influyentes del siglo XX. Dylan, nacido en la ciudad de Hibbing, Minnesota, tuvo una infancia que, en palabras del propio Sedgewick, fue “perfectamente feliz”. Sin embargo, a medida que alcanzó la fama y se consolidó como un ícono de la música, Dylan decidió reescribir su propia historia. Modificó los relatos sobre su niñez y su entorno familiar para que encajaran con la imagen pública que deseaba proyectar.

Sedgewick sostiene que “Dylan entendió, posiblemente antes que nadie, una de las verdades emocionales definitorias del rock ‘n’ roll: un hogar perfectamente agradable puede ser, a veces, el peor de todos”. Esta reflexión pone de manifiesto la complejidad de las relaciones familiares y la manera en que la percepción de la infancia y la paternidad puede transformarse con el paso del tiempo y bajo la influencia de factores externos como la fama o la presión social.
El libro de Sedgewick no se limita a ofrecer anécdotas sobre figuras reconocidas, sino que utiliza estos ejemplos para ilustrar cómo la paternidad ha sido objeto de constantes redefiniciones. A través de los siglos, el papel del padre ha experimentado transformaciones profundas, impulsadas por cambios sociales, culturales y económicos. La obra sugiere que la paternidad no es una entidad estática, sino un concepto en permanente construcción, sujeto a crisis de identidad y a la influencia de las circunstancias históricas.
Sedgewick advierte que su libro no debe interpretarse como una guía práctica para padres o familias. Más bien, lo presenta como una lectura pertinente en un momento en el que los roles familiares continúan evolucionando y enfrentando cuestionamientos. La sociedad actual se encuentra en un proceso de revisión de los modelos tradicionales de familia, y la figura del padre no escapa a este escrutinio. El autor invita a los lectores a reflexionar sobre las múltiples formas que puede adoptar la paternidad y sobre las tensiones inherentes a la búsqueda de una identidad paterna en contextos cambiantes.

A lo largo de la obra, Sedgewick recurre a una narrativa que combina el análisis histórico con la exploración de experiencias personales. Esta aproximación permite al lector comprender la paternidad no solo como una función biológica o social, sino como un fenómeno complejo, atravesado por emociones, expectativas y contradicciones.
En definitiva, Fatherhood: A History of Love and Power se erige como un testimonio de la diversidad y la complejidad de la experiencia paterna. Sedgewick logra reunir en sus páginas una serie de relatos que, aunque dispares en apariencia, comparten el hilo conductor de la búsqueda de sentido y de la confrontación con los desafíos que implica ser padre. La obra ofrece una mirada profunda y matizada sobre la paternidad e invita a reconsiderar los estereotipos y a reconocer la riqueza de las historias individuales que conforman la historia colectiva de los padres a lo largo del tiempo.
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