Cuando nos comenzamos a reunir de forma regular para ensayar lo que hoy es la obra Parteaguas, no sabíamos nada. Si este escrito fuera teatro, luego de “nada” colocaríamos una didascalia que diga (pausa) o le pediríamos al intérprete que haya llegado más temprano al ensayo, que contenga la respiración y luego diga “nada”.
Existe un relato en el cuerpo de los intérpretes, uno que cargan en determinados momentos de sus vidas y que necesitan actuar para purgar. Ese relato varía con el correr de la vida, los momentos… las decisiones. “De la cultura de su época y de su propia clase nadie escapa,” en palabras de Carlo Guinzburg.
Es inherente a la decisión personal, el relato nos acompaña y la actuación nos propone un espacio para hacernos cargo de él, para modificarlo, usufructuarlo, compartirlo y hacer con él una maravilla, la nuestra, la de cada uno. La idea de un intérprete carpintero de sí mismo. La idea de una obra escultora de su propia forma y no la imposición de la idea de uno solo que llega y dice “La cosa es así”.

La actuación, pobre santa tanto se le pide, funciona como un purgatorio del ser permanente. Como cambio de piel de reptil. Como pasaje a otro lugar. Actuar ciertos lugares, sensaciones, palabras, estados que piden ser actuados, tramitados.
Esto no apela a ninguna búsqueda terapéutica o biodramática. Sino a, genuinamente, intentar conversar con el “en que estoy” para actuar.
Nos empezamos a reunir. Todos teníamos el acérrimo deseo de generar un material. Pero nos era muy importante no tensar la búsqueda de estrés, de esos que agobian y asfixian. Más bien había que enamorarse del rigor de buscar.
En Parteaguas dos hermanos vuelven a reencontrarse después de un año. No uno cualquiera, sino el que separa el último día de vida de su madre y el primer aniversario de su muerte. Volver a la casa donde uno se crió y encontrarse con los restos de lo que fue familia. Una casa que se está despegando del terreno, literalmente.
Los insectos coptan el terreno, las cañerías desgarran el suelo y los muebles se mueven a su voluntad.

¿Cómo es el pasaje a la adultez? ¿En qué momento uno queda escindido del seno familiar? Ese momento de toma de conciencia en donde decimos “estoy por mi cuenta”. Es algo que como creadores nos interesa profundamente.
Las ultra exigencias del mundo laboral post moderno, post pandemia, post cordura. Los cuerpos que son de forma cada vez más temprana obligados a rendir con éxito en un mercado laboral que achica sus arcas mes tras mes y ahí, la magia. La magia latinoamericana que nos salva cuando todo parece perdido. Que no es más que trabajo, sudor y baile.
En la novela IT, un grupo de amigos pueblerinos se enfrenta a una entidad demoníaca que toma forma corpórea de payaso. Cada uno de estos amigos no da más de loser y con sus traumas a rastras, van a enfrentar junto a sus bicicletas y con gomeras como armas de fuego, al mismo lucifer que vive en las alcantarillas. No tienen opción. Ellos no eligieron ese destino. Quedan dos caminos, dar batalla o morir de miedo. El payaso IT tiene la capacidad de metamorfosear a tu miedo más profundo. El mayor poder del famoso villano es la capacidad de disolver lo colectivo.
Juntos, el miedo se debilita.
Nuestros personajes viven en esa clave. Si se aíslan, se apagan, se ofuscan. Si se juntan, sus posibilidades aumentan.

“Parteaguas”, que re-estrena el 6 de julio, forma parte de Proyecto Encantamientos, una saga que continuará con el estreno de la “La Balada de Clarita Pons” en agosto, una nueva obra. Ambas propuestas tienen la misma búsqueda de trabajo: el realismo mágico.
Los relatos que nos criaron y nos enseñaron que lo cotidiano puede ser extraordinario.
Hablar sobre nuestras creencias populares, nuestros cuentos de fogatas y nuestra condición de oprimidos ante un mundo que avanza raudo y en donde hay un oro que jamás podrán llevarse: nuestra fe.
Ambas obras se presentarán en el teatro Nün, que funciona como incubadora del proyecto.
En “Parteaguas”, los entes que componen la obra y son encarnados por Federico Rojas, Julieta de Moura, Martin Lacour y Micaela Brillo se encuentran suspendidos en sus decisiones y temporalidades. Necesitan avanzar pero no saben cómo. Si fuerzan, se desgarran; si esperan, el mundo los devora. Bailan, hacen acrobacias, se gritan a rabiar, venden criptomonedas, se drogan, se aman profundamente, mientras bailan las canciones que componen la atmósfera musical creada por Vonfrix (Agustin Frumento Calloni).
“En esta historia no hay personajes honestos, buenos. Tampoco hay malos ni canallas. No sabemos hacerlos”, dice la sinopsis de “Parteaguas”. Nuestro compromiso es con el intento desmedido y estúpidamente amoroso de evocar al trabajador que se cansó de esperar.
*“Parteaguas” de Federico Pezet. Re-estreno: domingo 6 de julio a las 17.30hs, en Nün Teatro (Juan Ramírez de Velasco 419, CABA). Entrada general: $20.000 (Desc. a jubilados). Por Alternativa
**Federico Pezet (autor y director) y Maga Rosu (directora)
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