El regreso de La quimera del oro a las salas de cine de todo el mundo en una versión restaurada en 4K es la noticia coincidente con el centenario de su estreno. La celebración revive uno de los mayores hitos del cine mudo que mantiene una vigencia inusual, tanto por su calidad artística como por la profundidad de sus temas.
En 1925, el contexto internacional se encontraba en plena transformación. Estados Unidos vivía el auge de los “locos años veinte”, una etapa caracterizada por la prosperidad económica, avances tecnológicos y una efervescencia cultural que redefinió las costumbres sociales. Sin embargo, bajo la superficie de optimismo, persistían tensiones derivadas de la inmigración masiva y las marcadas diferencias de clase. En este escenario, Charles Chaplin eligió situar su historia en la fiebre del oro de Klondike, un episodio histórico que simbolizaba la ambición, la esperanza y la lucha por la supervivencia. Desde ahí, la película aborda la desigualdad y las aspiraciones de los marginados, temas que resultaban cercanos para muchos espectadores de la época.

La película, titulada originalmente The Gold Rush (La carrera por el oro), narra las desventuras de un vagabundo en la búsqueda de fortuna durante la fiebre del oro desatada en Alaska. Chaplin, con su característico equilibrio entre comedia y drama, dotó a la obra de una sensibilidad única. Escenas conocidas como “el baile de los panecillos” y “la cena del zapato hervido” se han convertido en parte del imaginario colectivo del cine universal. Estas secuencias, además de su intrínseco valor cómico, encierran una crítica que trasciende el mero entretenimiento.
El proceso de producción de La quimera del oro estuvo marcado por la obsesión de Chaplin por el detalle y la perfección.Realizó cientos de tomas para lograr la expresión y el ritmo exactos en cada escena: para recrear la icónica caminata del vagabundo sobre la nieve, por ejemplo, el equipo utilizó sal y yeso en el set, buscando un realismo visual que sumergiera al espectador en el ambiente hostil del lugar.
Y en la famosa escena del almuerzo con la bota hervida, Chaplin empleó regaliz para simular el cuero, mientras los actores repetían la secuencia en numerosas ocasiones hasta alcanzar el resultado deseado. Esta dedicación, que implicaba tanto improvisación como control absoluto del rodaje, consolidó la reputación artesanal de Chaplin y elevó la película a la categoría de obra maestra.

El impacto del estreno fue inmediato y rotundo. La prensa de la época destacó el equilibrio logrado entre humor y drama, así como la capacidad de Chaplin para transformar situaciones trágicas en comedia accesible para todas las edades. El film se convirtió en un éxito de taquilla internacional, superando las barreras del cine mudo y confirmando al personaje de Chaplin como un ícono cultural.
Las repercusiones políticas no tardaron en manifestarse. En ciertos círculos conservadores, se criticó el tono subversivo del film, especialmente por su representación de los desfavorecidos y la sátira al sueño americano. Chaplin, inmigrante y figura polémica, fue acusado en ocasiones de “radicalismo” debido a su enfoque sobre la pobreza y la desigualdad. A pesar de estas críticas, la película fue adoptada por movimientos sociales y sindicales como ejemplo de las dificultades enfrentadas por los trabajadores.

La quimera del oro resiste el paso del tiempo como obra pionera, influyendo en generaciones de realizadores y consolidando al cine como una herramienta de reflexión sobre la sociedad. El equilibrio entre comedia, drama y crítica social que Chaplin logró, permanece como una referencia en la historia del cine.
El legado de la película se ha mantenido vivo a lo largo de las décadas. Y ahora, su regreso a los cines, en una versión restaurada en 4K, no solo conmemora su centenario, sino que también reafirma su relevancia en la cultura contemporánea. El pasado Festival de Cannes inauguró su sección Cannes Classics con la proyección de este clásico. La restauración permite apreciar con mayor nitidez la riqueza visual y expresiva de la película, así como la maestría de Chaplin en la dirección y la interpretación. Un combo perfecto.
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