
La relación profesional y de amistad entre Toni Morrison y la escritora Toni Cade Bambara se convirtió en uno de los ejemplos más notables de colaboración editorial en el siglo XX. En el proceso de edición de la novela The Salt Eaters, Morrison y Bambara compartieron jornadas intensas en las que la autora revisaba su manuscrito en la casa de la editora, subiendo y bajando escaleras para consultar cada avance. Este episodio, relatado en el nuevo libro de Dana A. Williams, Toni at Random, ilustra la faceta menos conocida de Morrison: su papel fundamental como editora en Random House durante casi dos décadas.
La obra de Williams se centra en ese aspecto poco explorado en comparación con su celebrada carrera como novelista. El libro reconstruye los años en los que Toni Morrison trabajó en Random House, desde 1965 hasta 1983, y revela cómo su labor editorial fue decisiva para la publicación de obras de autores afroamericanos y para la representación de la vida negra en la literatura estadounidense. Según publicó The New York Times, Dana A. Williams se apoya en una amplia variedad de fuentes, incluyendo memorandos internos y correspondencia personal, conservados en la colección de la editorial en la Biblioteca de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Columbia.

Antes de llegar a Random House, Morrison inició su carrera en la editorial de libros de texto L.W. Singer en Syracuse, poco después de que esta fuera adquirida por la compañía multinacional. En ese momento, Morrison era madre soltera de dos hijos y residía en Ohio. La decisión de mudarse a Nueva York para asumir un puesto en la editorial supuso un desafío personal y profesional, pero la perspectiva de trabajar con libros resultó irresistible para ella. “La idea de regresar al norte del estado de Nueva York con dos hijos pequeños y sin familia que la ayudara era abrumadora”, escribe Williams en la biografía.
En Random House, Morrison encontró no solo estabilidad laboral, sino también una misión: publicar libros escritos por autores negros sobre la experiencia negra. Entre los títulos más destacados que editó se encuentran Angela Davis: An Autobiography y la antología The Black Book. Su trabajo se caracterizó por la dedicación y capacidad para identificar y potenciar voces literarias emergentes. Williams describe cómo la editora combinaba una actitud comprensiva con una firmeza inquebrantable, como lo demuestra el mensaje que envió a Toni Cade Bambara cuando el manuscrito de The Salt Eaters se retrasó: “Necesito las tres últimas partes ayer. Pronto perderás la energía, la emoción y el dinero de la prepublicación. Las balas siguen junto con el amor”.

El libro de Williams también aborda los desafíos y tensiones que surgieron en el proceso editorial, como el caso de la publicación de From Memphis & Peking de Barbara Chase-Riboud, que atravesó un camino complicado antes de ver la luz. A pesar de estos episodios, los ejemplos de la habilidad, la amabilidad y la determinación de Morrison superan ampliamente los momentos de conflicto.
Toni at Random se enfoca exclusivamente en la labor de Morrison como editora de autores negros, lo que proporciona un marco claro y revelador para entender su impacto en la industria editorial. Sin embargo, el libro omite un aspecto singular de su carrera: la escritora ejercía como editora al mismo tiempo que era editada. Durante su estancia en Random House, escribió y publicó novelas como The Bluest Eye, Sula, Song of Solomon y Tar Baby” todas ellas aclamadas por la crítica y el público. La relación profesional entre Morrison y su editor, Robert Gottlieb, se extendió por más de cuarenta años. En sus memorias, Gottlieb recuerda: “Estábamos hechos el uno para el otro... Leemos de la misma manera, así que cuando hago una sugerencia, ella sabe instantáneamente por qué, ya sea sobre una frase o sobre un problema estructural importante”.

La investigación de Williams revela que la pasión por la edición iba más allá de la simple corrección de textos. Toni Morrison se involucraba profundamente en el proceso creativo de sus autores, defendía sus intereses y los impulsaba a alcanzar su máximo potencial. Su trabajo permitió que numerosas voces negras encontraran un espacio en la literatura estadounidense, contribuyendo a diversificar el panorama editorial del siglo XX.
El libro también explora cómo la figura de Morrison ha sido objeto de una intensa iconografía desde su fallecimiento en 2019. Su imagen aparece en objetos de todo tipo, desde adornos navideños hasta remeras, y sus palabras se citan fuera de contexto como inspiración. Frente a esta tendencia, Williams opta por retratar a Morrison como una persona real, dedicada y trabajadora, en lugar de una figura venerada o inalcanzable. “No era un objeto de veneración”, concluye la autora, “y eso la hace aún más valiosa”.
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