
“En la narrativa argentina contemporánea se puede observar una fuerte tendencia a volver al siglo XIX para reinterpretar los hechos históricos establecidos y comentados por la llamada historia oficial y también para socavar el discurso dominante de la misma”, escribe la académica Barbara Jaroszuk en su artículo Civilización y barbarie una vez más. Los cautivos de Martín Kohan como novela revisionista. Pero advierte que no se trata de decir que el siglo XXI es igual al XIX sino todo lo contrario: “Gracias a la exageración y la descontextualización temporal del discurso y de la ideología de la generación del 37, el texto ridiculiza la aplicación continua y anacrónica de dicha oposición en la cultura argentina novela revisionista”.

Los cautivos
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En estos días, la editorial Random House reedita Los cautivos, una novela que Kohan publicó en 2010 y que, desde el título hace un guiño a esa literatura del siglo XIX.
Allí, Kohan regresa al siglo XIX argentino para reinterpretar la dicotomía de civilización y barbarie, un tema central en la literatura y la historiografía nacional. A través de una narrativa que evoca a autores canónicos como Esteban Echeverría y Domingo Faustino Sarmiento, Kohan construye una historia que, si bien se desarrolla en el pasado, dialoga con las tensiones del presente.
La novela se divide en dos partes: “Tierra adentro” y “El destierro”. La primera se sitúa en la pampa bonaerense, durante la época de Juan Manuel de Rosas. Un grupo de gauchos observa con obsesiva atención una casa aislada, donde reside un misterioso escritor. Esta situación evoca el periodo en que Echeverría, perseguido por el régimen rosista, se refugió en la estancia Los Talas, donde se cree que escribió El matadero. La referencia se vuelve explícita con la mención del nombre de la estancia y de su propietario.

La segunda parte transcurre en Colonia del Sacramento, Uruguay. Dos mujeres, Estela, una prostituta, y Luciana, quien fuera amante de Echeverría, se encuentran unidas por la ausencia del escritor. Luciana, que lo siguió desde Los Talas, relata su viaje, una odisea que resuena con la de María, la protagonista de La cautiva de Echeverría. La figura del escritor, aunque ausente, se convierte en un eje central de la narrativa. El epílogo, dedicado a Echeverría y su destino póstumo, refuerza aún más su importancia en la obra.
Civilización o barbarie
Jaroszuk señala que Kohan utiliza la dicotomía civilización-barbarie no solo en la trama, sino también en la narración. El narrador, distanciado temporalmente de los hechos, adopta una perspectiva elitista y se expresa en primera persona del plural, creando un “nosotros” que se opone al “ellos” de los gauchos. Este narrador omnisciente describe a los gauchos con exageraciones grotescas, presentándolos como seres primitivos, dominados por sus instintos y carentes de inteligencia. Esta caracterización, que raya en el absurdo, recuerda las descripciones de Sarmiento en su Facundo.
La pampa, escenario de la primera parte, se presenta como una vastedad vacía y silenciosa, un espacio que determina el comportamiento de sus habitantes. Esta visión, que se asemeja a la de Sarmiento, se ve socavada por la inconsistencia del narrador, que describe el vacío con una arbitrariedad que roza la parodia.
La casa del patrón, en contraste con las precarias viviendas de los gauchos, se convierte en un símbolo de civilización y en el centro de atención de los peones. La luz que emana de la casa contrasta con las rudimentarias fogatas de los gauchos, reforzando la oposición entre ambos mundos. Sin embargo, la casa está vacía. El patrón nunca aparece y el escritor permanece invisible para la mayoría de los gauchos. Esta ausencia central se convierte en una metáfora de la vacuidad de las ideologías y las expectativas de los personajes.
Kohan, a través de la exageración, la descontextualización temporal y la ironía, pone en cuestión la dicotomía civilización-barbarie, no para defender la barbarie, sino para mostrar la artificialidad y la obsolescencia de estas categorías en el contexto contemporáneo. Los cautivos, en este sentido, se presenta como una novela revisionista que invita a repensar la historia y las narrativas que la conforman.
“La novela de Kohan parece criticar no tanto las propuestas de la generación del 37, sino más bien los modos petrificados de aplicar, de una manera anacrónica, su pensamiento a la realidad política y social transformada”, concluye Jaroszuk. Literatura que parece mirar al pasado pero siempre está hablando de hoy de lo que nos pasa.
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