
Cuando todo empieza, Calisto va corriendo tras su halcón irrumpe en el huerto de Melibea y, al verla, se detiene en seco. Con voz temblorosa exclama “En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios” y cae de rodillas ante ella, entregando su voluntad al eco de aquel encuentro inesperado.

La Celestina
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Desde su aparición anónima en 1499, La Celestina -el texto que donde aparece la escena anterior- alcanzó un éxito editorial inusitado. En el siglo XVI se reeditaron más de quince veces, y su forma dialogada atrajo la atención de impresores y lectores en Castilla, así como de traductores que la llevaron a italiano, francés y latín.
La Celestina -atribuida a Fernando de Rojas- es una obra radical en su mirada sobre el amor: no lo idealiza, lo interroga. Y su vigencia reside en esa honestidad brutal.
La Celestina relata cómo, tras aquel primer deslumbramiento, Calisto recurre a Celestina, vieja alcahueta y astuta mediadora, para lograr el favor de Melibea. Celestina implica en sus maquinaciones a los criados Pármeno y Sempronio, quienes, movidos por la codicia, traicionan a su propia cómplice y la asesinan. Poco después, Calisto muere al caer desde un muro mientras intenta huir tras escuchar el alboroto; Melibea, consumida por el dolor, se arroja desde una torre. La tragedia concluye con el lamento de Pleberio, padre de Melibea, que descubre la magnitud del desastre.
La Celestina no da consejos, pero sí ofrece advertencias. Si uno escucha con atención lo que sus personajes sufren y ocultan, se puede extraer una idea personal: amar no es perderse.
Calisto se anula en Melibea. Melibea se pierde tras la muerte de Calisto. Todos, incluso los personajes secundarios, giran en torno a una pasión que los desborda. Nadie se detiene. Nadie piensa: ¿qué me está pasando? Esa es quizás la enseñanza más íntima de la obra: el amor que arrasa, el que todo lo quema, termina dejando cenizas.
A quien quiera sufrir menos en el amor, La Celestina parece decir: no idealices, no compres afectos, no entregues tu voluntad entera. Y sobre todo: pregúntate si lo que sientes nace de ti, o si te lo han inducido —con palabras, con caricias, con ausencias— como Celestina lo hace con Melibea. El amor puede ser libre o puede ser manipulado. Y cuando es lo segundo, casi siempre duele más de lo que vale.
Criticada y censurada
Poco después comenzaron las críticas desde círculos moralistas. Juan Luis Vives, en su Instrucción de la mujer cristiana (1524), comparó el relato de Calisto y Melibea con los libros de caballerías por su capacidad de “corromper las costumbres”. Teólogos y predicadores censuraron la aparente ambigüedad moral de la obra, argumentando que lejos de «reprehender el amor loco», enseñaba prácticas ilícitas y adulaciones que ponían en riesgo las normas sociales y religiosas.

La acción inquisitorial tardó décadas en materializarse. En 1632 La Celestina ingresó en el Índice de Libros Prohibidos apenas con un expurgo de pasajes considerados obscenos; no fue hasta 1792 cuando se decretó su prohibición total en España. A pesar de la censura, su influencia literaria perduró en el llamado “género celestinesco” y en infinidad de continuaciones, demostrando que ni prohibiciones ni polémicas pudieron apagar la resonancia de su retrato de la condición humana.
Qué podemos aprender de “La Celestina”
1. El poder de la manipulación
Celestina domina el arte de explotar las debilidades ajenas mediante un lenguaje persuasivo y técnicas de chantaje emocional. Su monólogo en el acto II revela cómo estudia el carácter de Calisto para tejer su red de engaños, ofreciendo “remedios” amorosos a cambio de recompensas materiales. Esa capacidad de influir en decisiones ajenas sin que los personajes adviertan hasta el final la trama oculta muestra hasta qué punto el discurso puede convertirse en arma de control social.
2. Los límites del deseo
La obra presenta el deseo desbocado como una fuerza que anula la razón. Calisto, dispuesto a caer en un pozo o a arriesgar su honra, sacrifica toda prudencia para vivir su pasión. Melibea, por su parte, reconoce en el acto X que no hay hechizo más poderoso que los impulsos del corazón, trazando así un paralelismo entre magia y pulsión desmedida. La tragedia final advierte que el amor, cuando se busca a toda costa y sin freno moral, conduce inexorablemente al desorden y la destrucción.
3.El amor condicionado por el interés y la mediación
La relación entre Calisto y Melibea no ocurre por afinidad ni por decisión libre, sino gracias a la intervención de una tercera figura: Celestina. Ella representa el amor manipulado, el amor que se comercia. Cobra por “ablandar” a Melibea, como si el afecto fuera algo negociable. Su magia es menos sobrenatural que psicológica: sabe tocar fibras, provocar inseguridad, despertar la curiosidad.
En el acto X, Melibea reconoce el cambio en sus sentimientos, pero no queda claro si su atracción es genuina o inducida. Y en el trasfondo, los criados Sempronio y Pármeno también buscan su parte del negocio, evidenciando que todo el entramado amoroso está rodeado de interés.
La Celestina enseña que cuando el amor depende de la mediación de otros —y especialmente de quienes lo instrumentalizan— pierde autenticidad. Ya no es un acto de libertad ni de encuentro, sino una transacción. Esta lógica de favores, pagos y conveniencias despoja al amor de su pureza y lo convierte en un objeto de poder.
3. La corrupción moral como norma
En La Celestina no hay inocentes: todos ceden a la codicia. Los criados Pármeno y Sempronio traicionan a su propia cómplice tras repartirse el botín, y Calisto y Melibea aceptan los favores de la alcahueta sin cuestionar los medios. Esa falta de principios revela una sociedad en que el interés personal prevalece sobre el deber y la solidaridad. La crítica de Rojas apunta a una degradación de valores que rige desde la alta nobleza hasta los estratos más bajos (Wikipedia, CliffsNotes).
4. La marginalidad como sabiduría
Alejada de la nobleza y de las normas sociales, Celestina acumula un saber práctico sobre pasiones humanas que las “élites” desconocen. Su condición de marginada le permite observar sin prejuicios, identificar los deseos ocultos y manipular matrimonios y fortunas. Esa voz subterránea, nacida en los arrabales de la sociedad, encarna la ingenuidad invertida: quien menos respeto recibe es quien mejor conoce el corazón humano.
5. Fatalismo y ausencia de justicia
El desenlace trágico no responde a un castigo divino, sino al choque mecánico de voluntades corruptas. Cuando la muerte de Celestina y el suicidio de Melibea ponen fin al drama, el lamento de Pleberio subraya que no existe reparación posible. La obra deja claro que los actos humanos, guiados por el deseo y la codicia, generan un destino implacable, ajeno a cualquier redención moral o celestial.
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