La estrella mexicana Gael García Bernal desembarcó en Cannes con dos misiones: presentar la película histórica Magalhaes dirigida por el director filipino Lav Diaz, en la que encarna al explorador portugués, y festejar junto a su compatriota Alejandro González Iñárritu los 25 años de Amores perros.
Con una duración de 156 minutos, Magalhaes fue rodada en Filipinas, Portugal y España. Su director, Lav Díaz, es considerado como uno de los principales cineastas del denominado “slow cinema” (cine lento). La película busca el realismo en todo momento, y muestra la increíble dureza del viaje entre el Atlántico y el Pacífico (en lo que se conoce ahora como estrecho de Magallanes), o la conversión al cristianismo de los indígenas.
Se centra en la expedición que marcaría un antes y un después en el devenir de Occidente: durante 1521, Fernando de Magallanes, explorador y navegante portugués al servicio de la Corona española en su intento por encontrar una ruta marítima hacia la India y China, avistaba la isla de Samar, la actual Filipinas.U na vez allí, intentó consolidar el poder de España pero fue asesinado el 27 de abril de 1521 junto a otros ocho expedicionarios. En la película, Díaz ofrece una visión alternativa a lo que la historiografía oficial apunta como la mecánica del complot que terminó en la muerte del navegante.

Amores perros se estrenó en el 2000 en la Semana de la Crítica, una sección paralela del certamen, donde se alzó con el gran premio. Antes de la gala de la proyección de la copia restaurada este martes, en Cannes Classics, García Bernal participó de una charla junto al director Alejandro González Iñarritu.
Juntos, desgranaron varias anécdotas de aquel rodaje, que marcó la trayectoria de ambos artistas, convertidos ahora en dos de los rostros más conocidos del cine mexicano. Los inicios fueron duros, dijo el director, porque cuando presentaron el proyecto, él y el guionista Guillermo Arriaga, a las autoridades mexicanas para lograr apoyo, fueron rechazados. “Fue una apuesta difícil, porque la película no era fácil, era tensa, violenta, difícil de montar”, recordó.
García Bernal rememoró la llamada que recibió del director --entonces presentador en la radio-- para proponerle el proyecto. En aquel momento estaba estudiando en una escuela de arte dramático en Londres y su madre le avisó que estuviera cerca del teléfono para responder. “Escuché su voz, y me dije ‘es un tipo de la radio’. No estoy pidiendo ninguna canción”, recordó, riendo.

—Es la primera vez que encarna a un personaje histórico de esta época de exploradores y conquistadores. ¿Cómo se prepara un papel así?
—El encuentro entre Magallanes y lo que hoy en día se llama las Filipinas fue un un encuentro de la curiosidad innata humana de ambos lados. Estos no daban crédito a que hubiese sobrevivido al cruce del Pacífico, y por otro lado los isleños que se preguntaban: “¿de dónde vienen estas casas flotantes? ¿Quiénes son ustedes?”.
Todo este encuentro me parece increíble. Es fundamental jugar con ello, plantear distintas hipótesis, rellenar los vacíos históricos, porque está documentado lo que sentían en aquel entonces: todo era a través de la fe. Encarnar esos personajes es como meterte en el lodo de la historia. Y además en ese “portuñol” raro que se hablaba en aquella época, cuando el castellano y el portugués estaban muy cercanos.
—El director, Lav Diaz, avanza la teoría de que el héroe filipino que provoca la muerte de Magallanes en la batalla de Mactán no existió. ¿Qué le parece?
—Bueno, para eso está el cine, ¿no? Para generar ese tipo de controversias. Es un cuestionamiento muy válido, no se sabe si Lapulapu existió, nadie lo vio nunca.
Yo soy mexicano, y no hay que olvidar que la independencia no fue suficiente para crear la nación de México, hubo que haber una revolución, 100 años después. Y había que unificarlos [a los mexicanos] con mitos. Cuando vas a los sitios arqueológicos, te reconoces y te identificas, como cuando vas a las comunidades indígenas, sientes que eres parte de ese lugar y es una sensación bellísima que te hacen sentir bienvenido.
Pero la parte europea no la vemos del todo. Y a mí me pasó una cosa bellísima en este rodaje, cuando estaba en la nao Victoria, en el Guadalquivir, justo de donde salieron Magallanes y sus hombres. Hubo un momento en que me dije: “De aquí también son mis ancestros, de aquí vengo”.
—Había un vínculo comercial entre México y Filipinas.
—Las Filipinas eran regidas por lo que entonces era el Virreinato de Nueva España, es decir, desde México. Gran parte de la ruta de Acapulco a Veracruz fue colonizada por malayos, chinos, filipinos. Es todo muy loco.

—Amores perros le lanzó en Cannes al estrellato con tan solo 19 años. Otros actores que empiezan tan jóvenes suelen tener dificultades con la fama. ¿Cómo sobrevivió a esa presión, ¿qué consejos daría a un actor joven?
—La fama es algo que te sucede, no algo que tú eres. Y si tuviera que dar un consejo sería: “Recuerda que es el mundo quien te ve famoso”. Es una cosa inesperada, fantástica, pero es muy jodido al principio, porque si no tienes un entorno amoroso, te sientes muy solo.
Es verdad que durante esa fama juvenil hubo momentos complicados. Pero hoy en día aprecio tanto, tanto, lo que perdura... Y creo que Amores perros tiene una vida propia, ya no me pertenece. Hay un “yo” de 19 años que está ahí, que vive para siempre en esa película.
Fuente: AFP
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