José Carreras está llegando. El sábado 31 de mayo, el tenor español -una de las voces más populares del canto lírico en el siglo XX- subirá al escenario del Movistar Arena en el marco de su gira mundial de despedida (estará acompañado por la cantante argentina Verónica Cangemi y la dirección musical de David Giménez). En los días previos a esta presentación, uno de los inolvidables Tres Tenores le dice a Infobae Cultura “no entiendo la vida sin música, me debo a ella”.
José Carreras es un caso extraordinario. Debutó a los 11 años en una obra de Manuel de Falla. Su formación en el Conservatorio del Liceu de Barcelona y su encuentro con Montserrat Caballé lo impulsaron en el ámbito operístico internacional, destacándose en sus roles en clásicos del género de Verdi y Puccini. Cantó en los teatros más prestigiosos del mundo y alcanzó popularidad global cuando se reunió con otros dos héroes de la ópera como Plácido Domingo y Luciano Pavarotti, en una magistral de marketing y visión artística para plasmar con la marca Los Tres Tenores una serie de espectáculos en vivo y grabaciones que popularizaron la ópera alrededor del mundo.

En esta entrevista con Infobae Cultura, José Carreras afirma que “la ópera no cambia, sí lo hacen los intérpretes y la modernización de las producciones”. También recuerda la emoción de “cantar junto con mis colegas después de haber superado la leucemia” durante aquella famosa primera noche de Los Tres Tenores en julio de 1990 (para argentinos de más de 40, la tarde previa a la final Argentina-Alemania del mundial de Italia) y confiesa que aquella enfermedad que debió enfrentar reforzó su gratitud aunque nada cambió para él: “cada uno es de una manera y no dejas de ser el mismo de siempre”, afirma.
—Ha sido una figura central en la ópera durante décadas. ¿Qué cambios observa en el panorama actual, en este primer cuarto del siglo XXI, en comparación con sus inicios?
—La ópera en sí no cambia. Cambian los intérpretes y la manera de transmitir las emociones. Pero esto creo que no es imputable al programa operístico actual sino a lo cantantes que son los que con su voz comunican a la audiencia. En cuanto a la dirección artística es verdad que ahora se modernizan y contextualizan las óperas en situaciones de la actualidad.
—Muchos lo conocieron por el fenómeno de Los Tres Tenores. ¿Cuál es el primer recuerdo que le surge de aquella noche de julio de 1990 en Roma?
—Tengo recuerdos maravillosos de aquella noche. Especialmente porque fue muy emocionante cantar junto con mis colegas después de haber superado la leucemia. Fue una noche mágica. También como gran aficionado al fútbol cantar para el Mundial de 1990 fue otro motivo de satisfacción.
El impacto a nivel de la popularización de la ópera a nivel global fue extraordinario. Conseguimos que la ópera llegase a un público mucho más amplio y saliera de alguna manera de los teatros de la ópera. No tengo dudas de que este fue uno de nuestros grandes logros. Llevar al gran público la música entendida hasta entonces como música clásica, música para expertos en ópera. Esta fue nuestra gran aportación al mundo de la ópera.
—Ha interpretado algunos de los papeles más exigentes del repertorio lírico. ¿Hay alguno que haya significado un desafío particular o que recuerde con especial afecto?
—La verdad es que cada personaje que he interpretado en un escenario ha supuesto un gran reto. Hay que estudiar a fondo el carácter, la personalidad, el libreto, la puesta en escena, todo forma un conjunto que el intérprete debe de saber interiorizar para poder ofrecer una interpretación que describa las emociones, el sentimiento y que sea capaz de llegar al público. Todas las óperas tienen su grado de dificultad. Tengo especial afecto a más de una de las óperas que he interpretado. Todas y cada una de ellas han marcado mi trayectoria profesional y me han forjado como cantante.
—La enfermedad cambió profundamente su vida y su carrera. ¿Cómo influyó esa experiencia en su manera de relacionarse con la música y en su vida en particular?
—La enfermedad cambia muchas cosas. Principalmente la visión de la cotidianidad, de enfrentarte a las situaciones vitales. Pero también debo decir que finalmente cada uno es de una manera y no dejas de ser el mismo de siempre. Con tus defectos y tus cualidades. En lo que a la música se refiere, no tengo la sensación de que haya cambiado la manera de relacionarme.
Pero lo sí que me cambió la enfermedad es en el sentimiento de gratitud hacia la sociedad civil y la ciencia por todo lo que me habían dado. Fue por este motivo que decidí crear la Fundación que lleva mi nombre y que lucha contra esta terrible enfermedad. La Fundación es en estos momentos para mi una de mis máximas prioridades. Los logros que hemos ido consiguiendo están todos encaminados a buscar la curación para todos los enfermos y no dejaremos de luchar hasta conseguirlo.

—En una época de transformaciones tecnológicas, ¿cómo ve el futuro de la ópera frente a las nuevas formas de consumo cultural y plataformas digitales?
—Entiendo que la ópera tendrá otros canales de difusión y que continuará teniendo la importancia que ha tenido siempre.
—Ha trabajado con directores y músicos de renombre internacional. ¿Qué colaboraciones considera fundamentales para su evolución artística?
—Como usted dice he tenido el privilegio de haber podido trabajar con los mejores directores de orquesta y de escena de todos los tiempos, así como también con los cantantes de más renombre mundial. Esto ha sido para mí un privilegio y también una gran responsabilidad al no poder defraudar ni al público ni a mis colegas.
Es evidente que todos ellos han marcado de alguna manera mi trayectoria profesional. Pero si que puedo destacar a dos grandes del mundo de la ópera que son Herbert Von Karajan con quien tuve una larga y muy fructífera relación y con Montserrat Caballé con la que interpreté grandes hitos de mi carrera. Estar con ellos en el palco escénico fue siempre un gran placer.
—Esta es su gira despedida. ¿Qué lugar ocupa hoy la música en su vida cotidiana?
—La música ocupa hoy y siempre un lugar importantísimo en mi vida cotidiana. La música es parte de mi vida, mi profesión es vocacional y no entiendo la vida sin música. Me debo a ella.
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