
“Las personas que viven en la calle nunca son anónimas. Son su familia, sus vecinos, sus amigos artistas”, dijo Ana Longoni, curadora junto a Carlos Herrera, de la muestra pictórica Ahora, que presenta obras que Alejandro Fenocchio realizó desde 2001, en el segundo piso del Museo Nacional de Bellas Artes.
Ahora es un espejo de estos tiempos, que representa un fenómeno social que busca ser invisibilizado en pos de mantener limpia y ordenada a la Ciudad, una representación del paisaje urbano que incomoda. En sus cuadros, Fenocchio (Buenos Aires, 1962), por ejemplo, se sitúa en esquinas reconocibles de Constitución o Retiro, barrios plenos de no-lugares, que son transitados por miles cada día.
Ese devenir constante de humanidades genera que lo que sucede allí solo sea registrado por aquellos que se detienen para observar y en eso, la artista, se destaca al componer de manera sensible un estado de crueldad.

Hay en las piezas una constelación de miradas perturbadoras, el temor y la angustia, la desconfianza y el vacío. En esos ojos abismales que refulgen se encuentra el corazón de cada obra, ya que de esos puntos se desprende las emociones y la escenografía que los rodean.
Algunos protagonistas observan de frente al espectador, atestiguan su existencia, otros se evaden hacia distintas direcciones o, incluso, lucen perdidos, ensimismados. En los ojos que representa Fennochio están los suyos propios.
La artista utiliza la pintura acrílica, quizá por cuestiones presupuestarias, pero también, por qué no, políticas, para estas producciones que evidencian las problemáticas sociales y humanas en lo urbano.

Fisuras, les dicen. Una palabra que en sí define a una grieta, una ruptura en un espacio físico, y que tuvo, sincrónicamente, un cambio léxico-semántico. Ya no es en sí esa rotura, sino los rotos, las personas que, ante la descomposición social, se vieron obligadas a ocupar el espacio público.
La práctica no es nueva. A finales del XIX, aquellos que no tenían hogar dormían en los caños pluviales de la empresa francesa A-Torrant, y popularmente se los llamó “atorrantes”, como también “irse a los caños” era estar en la quiebra económica. Pero en fisura hay una descripción aún más cruel, porque se invisibilizan las razones, se omite la variable causa-consecuencia, para operar sobre los sujetos. Estos fisuras, parece, no es que no tienen donde dormir, sino que toman el territorio que no les pertenece por motu propio y, en ese acto, tienen la osadía de desenmascarar la destrucción de un tejido social que no sería tal y, por ende, deben ser borrados del paisaje.
Esos fisuras, que son utilizados por políticos en redes sociales y propaganda en sus campañas legislativas para revelar el abandono de la ciudad, componen el corazón de la muestra de Fenocchio, quien en su trabajo es discursivamente directo.

El título de la exhibición no podría ser más oportuno y, en tiempos de muestras, en museos y galerías, sobregiradas en otras agendas sociales, el gesto de evidenciar la emergencia de un hoy, urgente, de ahora, es una señal de que el arte tiene aún, ahora, posee el poder de seguir generando sentidos, miradas, no solo desde lo conceptual sino también como objeto comunicacional, como elemento integrador de una sociedad.
Desde lo curatorial, la muestra está comprendida por cuatro espacios; tres de ellos dialogan sobre el pasillo que da acceso a la sala principal que se encuentra a oscuras y que está compuesta por grandes pinturas callejeras nocturnas que previamente fueron exhibidas en un lugar nada convencional: el puente transbordador Nicolás Avellaneda, que une La Boca con la Isla Maciel.
Fenochio colgó estas telas en julio de 2023 con la intención de dejarlas allí unas pocas semanas, pero permanecieron casi dos años. Durante ese tiempo, las obras ingresaron en la vida del barrio, generaron conversaciones y adquirieron un carácter casi sacro para quienes cruzaban el puente diariamente. En marzo de 2025, al desmontarlas, los vecinos expresaron su apego por las obras: “Se habían ‘aquerenciado’ de mis pinturas. Me abrazaban y se quedaban conmigo hasta el final”, relató la artista.

En esa sala, la casi oscuridad se ve interrumpida por fogonazos lumínicos, como el que se produce cuando los faros de un auto o un colectivo, de golpe, se encuentran con las retinas en las calles. Un instante enceguecedor, como metáfora de esta invisibilidad de los no-lugares, pero que al desaparecer desvelan que el paisaje urba-humano está allí.
Hay también una gran presencia de perros, enojados algunos en la lucha por la comida, compañeros otros de las personas que descansan en veredas, algunos que corretean como custodios junto al carrito de un cartero, la mayoría sin raza reconocible o raza argentina callejera.
Unos pocos, como en “El gato y el ratón” (2015), tienen pedigree. Allí, un pequeño caniche le gruñe a un hombre que intentaba dormir en un colchón sobre el piso, a un costado de un supermercado, mientras otro mea sobre la pared, siendo llevado el primero con una correa por una propietaria sin rostro reconocible, sin ojos.

En el pasillo previo a la sala principal pueden observarse una serie de retratos coloridos, desnudeces rodeadas por la naturaleza, como pequeños cuadros florales y frutales; también una serie de pinturas en pequeño formato que temáticamente dialogan con la serie principal y, sobre uno de los costados, la serie de las “Naipas”.
En estas, la artista propone un juego de cartas feminista que creó durante 2016, mientras cuidaba a su padre hospitalizado. Estas naipas, impresas por primera vez para la muestra, representan una política feminista del cuidado y la creación en el tiempo disponible.

Fenochio se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y como discípula de grandes referentes como Luis Felipe Noé, desarrolló su carrera entre la escena artística del under porteño de los 80 y la colaboración en proyectos de arte político junto a figuras como León Ferrari y colectivos como el grupo Etcétera. Desde su casa-taller en La Boca, donde vive desde hace 30 años, consolidó un enfoque en el que la práctica artística se enlaza con un fuerte compromiso social y comunitario.
La exposición no es solo una muestra de décadas de trabajo, sino también un desplazamiento que coloca en el centro de la escena a lo cotidiano y social, un tema con una extensa tradición en el arte argentino, desde Sin pan y sin trabajo (1894), de Ernesto de la Cárcova, pasando por Los Artistas del Pueblo, en la década del 20 y 30 del siglo pasado, y las derivas de la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos rosarina, con Antonio Berni a la cabeza, del 30 para adelante.
*“Ahora”, de Alejandra Fenochio hasta el 8 de junio, en el MNBA, Av. del Libertador 1473. De martes a viernes, de 11 a 19:30, y sábados y domingos, de 10 a 19:30. Entrada gratuita, pero se puede contribuir de manera voluntaria para su mantenimiento con un dispositivo de autogestión ubicado en el hall de acceso. También se puede visitar, las temporarias Porter-Camnitzer. Los años del New York Graphic Workshop; Benveniste/Rodríguez. Percepción e ilusión y Museo secreto.
Fotos: Gentileza MNBA
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