
La naturaleza efímera de los carteles artísticos de finales del siglo XIX, cuyo principal precursor fue el francés Henri de Toulouse-Lautrec, ha sido el gran desafío de la nueva exposición dedicada al artista en Albi, su ciudad natal, donde se han restaurado todos los carteles que se conservan.
El fondo del Museo Toulouse-Lautrec, en esta población del sur de Francia, custodia todos los carteles diseñados por el artista desde que, tras su prematura muerte en 1901, fueron donados por su madre junto a otras pinturas, esculturas y bocetos, y donde se puede visitar este recorrido dedicado a la litografía y la modernidad, bajo el título Toulouse-Lautrec y el arte del cartel.

El carácter temporal de los carteles a finales del siglo XIX, que anunciaban en las calles de las ciudades espectáculos y productos propios de la incipiente sociedad de consumo, hace de estas obras un arte vulnerable al paso del tiempo y necesitado de un especial cuidado.
La comisaria de la exposición, Fanny Girard, explicó durante la presentación a la prensa que incluso la intensidad y el ángulo de cada foco en la galería se ha estudiado con esmero para proteger los diseños, “muy frágiles a la luz”, y exponerlos más allá de la función para la que fueron concebidos.

Cerca de un centenar de estos diseños, acompañados por los bocetos y sus técnicas, se podrán visitar hasta el 31 de agosto en el museo, situado en el palacio episcopal de Albi, en una exposición que pretende acercarse a los carteles desde “otro punto de vista”, dijo Girard.
La conexión de los carteles con el mundo del espectáculo, la prensa, la publicidad y las calles divide las cuatro secciones de la muestra, en las que se exponen las obras de Toulouse-Lautrec, el proceso creativo previo y el contexto histórico en que fueron elaboradas.

La unión de Toulouse-Lautrec y la escena parisina
La exposición comienza con el primer cartel diseñado por Toulouse-Lautrec, el famoso Moulin Rouge: La Goulue (1891), tras su introducción en esta técnica gracias a la influencia del artista Pierre Bonnard, para anunciar el mítico cabaret parisino y cuya naturaleza moderna e innovadora marcaría su estilo.
Las obras dedicadas al mundo del espectáculo son las más características en su producción de carteles, en las que mezcló su pasión por la faceta cultural de París con técnicas modernistas como la pulverización de pigmento, la superposición de perspectivas y la presentación de personajes reconocibles de la ‘Belle Époque’ parisina.

Los directores de cabarets y cafés de la época, así como los artistas más importantes del momento, mantuvieron con él una estrecha relación. Bailarinas como Yvette Guilbert, May Milton, Jane Avril o Louise Weber La Goulue, fueron protagonistas tanto de los carteles como de las calles que vestían.
Su estilo propio marcó en gran medida al mundo de la litografía y a los cartelistas que lo sucedieron, hasta tal punto que el tono de verde oliva que utilizaba de forma recurrente, tanto de relleno como de contorno, conocido ya como “verde Lautrec”.

El recorrido finaliza con un espacio dedicado a la evolución del cartel desde los anuncios callejeros a constituir un género artístico en sí mismo, expuesto en museos permanentes, donde los visitantes pueden explorar las técnicas litográficas y llevarse su propia estampa a pequeña escala.
El Museo de Toulouse-Lautrec en Albi, ciudad episcopal y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, reúne la mayor colección del artista, con pinturas, esculturas y dibujos de todas sus etapas.
Su vida estuvo marcada por una enfermedad genética fruto de la consanguinidad de sus padres, de familia aristocrática. Esta dolencia de los huesos lo mantuvieron aislado del mundo en su juventud y, junto con el alcoholismo, contribuyó a su temprana muerte con 36 años.
Fuente: EFE
[Fotos: Museo Toulouse Lautrec]
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