Javier Cercas: “Lo de un giro ultraconservador en el Vaticano no será tan fácil; el 79% de los cardenales del cónclave fueron elegidos por Bergoglio”

El gran escritor español presentó la Feria del Libro “El loco de Dios en el fin del mundo”, la magnética novela sin ficción que escribió luego de acompañar al Papa Francisco en 2023 durante un viaje a Mongolia

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Cercas, durante la presentación en
Cercas, durante la presentación en la Feria. (Adrian Escandar/Penguin Random House)

Enumerar los libros que integran la obra de Javier Cercas y los premios que esos libros han merecido podría llevarnos el tiempo de un artículo completo. Elijo entonces contarles que el escritor español Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en el año 1962. Que es profesor de Literatura Española en la Universidad de Girona, conferencista en Oxford y profesor honorario en la Universidad Diego Portales de Chile. Y que es, también, miembro de la Real Academia Española de la lengua.

Su obra literaria fue traducida a más de 30 lenguas y algunos de sus títulos de ficción y no ficción son también algunos de los más grandes títulos de la literatura escrita en español como Soldados de Salamina, Anatomía de un instante, El impostor o El monarca de las sombras. Javier Cercas es también el autor de la trilogía de novelas policiales Terra Alta cuyo primer título, justamente llamado Terra Alta, resultó ganador del premio Planeta. Las otras dos novelas que componen la saga son Independencia y El castillo de Barbazul. Otros de sus libros que transitan diversas formas de la no ficción son Una buena temporada, Relatos reales, Formas de ocultarse y La aventura de escribir. También es autor de ensayos como El punto ciego y columnista destacado del diario El País de Madrid.

El loco de Dios en el fin del mundo es el nuevo libro de Cercas y marca su regreso a un género del que es absoluto pionero en su lengua, algo así como la novela sin ficción. Libros que tratan sobre temas y hechos reales que son narrados con recursos literarios y en los que la presencia del autor exhiben una fuerza central. Esta vez el narrador Javier Cercas, ateo convencido y militante, es convocado en 2023 por gente cercana al papa para invitarlo a viajar con Francisco a Mongolia, un lejano país encajado física y metafóricamente entre Rusia y China, donde la religión católica es escandalosamente minoritaria. El Vaticano le propone viajar para luego escribir sin condicionamientos el libro que le apetezca.

Javier Cercas y el modo en que le propusieron hacer un libro sobre el papa y el Vaticano.

Luego de la sorpresa inicial por la propuesta, ya sin dudas, Cercas se entusiasma con el proyecto. Quiere conversar con el papa. Tiene en particular una pregunta de interés familiar para hacerle acerca de la resurrección de la carne y la vida eterna. La madre de Cercas, muy católica, está convencida de que al morir se reencontrará con quien fue su marido, el hombre al que amó durante toda su vida.

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El loco de Dios en el fin del mundo

Por Javier Cercas

eBook

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Conmovedor y magnético, el libro de Cercas es un singular tratado laico sobre la fe que no puede dejar a nadie indiferente. La reciente muerte del papa Francisco convierte el libro de Cercas, que no retacea datos ni información crítica acerca de sus contradicciones, en una suerte de testamento literario. Un documento público e íntimo sobre la biografía de Jorge Bergoglio y su voluntad transformadora. Un libro que es también una mirada sobre el presente de la Iglesia Católica y que contiene preguntas clave sobre su futuro.

Cercas presentó su nuevo libro en la Feria del libro.

El loco de Dios en el fin del mundo es un libro muy singular y, por otra parte, lo estás presentando en un momento singular. Estás en Buenos Aires. Estás en el país y en la ciudad de Jorge Bergoglio. ¿Qué significa eso para vos?

— Debería estar muy nervioso. Debería sentirme como un español que ha escrito un libro sobre Maradona y viene aquí a Buenos Aires, donde todo el mundo tiene una opinión (N. de la R.: se ríe) Estoy feliz de estar aquí. Yo sé que el papa Bergoglio, bueno –ustedes dicen Bergoglio, yo digo Bergolio a la italiana–. es una cosa aquí en Argentina y otra cosa en el resto del mundo.

— ¿A ver?

— Claro, porque vosotros lo conocéis. Como os ocurría de Maradona. Lo conocéis de primera mano. Y porque aquí, tengo la impresión de que cualquier cosa que hiciera el papa se interpretaba y a veces incluso se sobreinterpretaba. Desde todos los puntos de vista.

— En clave local, decís.

— En clave local y en clave política también. Y claro, el papa pues sí tenía una dimensión política y él no la ocultaba. A veces era una dimensión política excesiva porque se olvidaba que era papa. Antes que cualquier cosa un papa es un líder espiritual, es un líder religioso. No es un líder político.

Cercas: "El papa tenía una
Cercas: "El papa tenía una dimensión política y no la ocultaba. A veces era una dimensión política excesiva" Foto Adrían Escandar/Penguin Random House

— Bueno, ese es uno de los puntos de tu libro, ¿no?

— Claro. Es que es un punto clave. Y lo hemos visto en estos días. Es decir, el papa no es Donald Trump, el papa no es Emmanuel Macron, el papa no tiene la capacidad del presidente de la República Argentina para arreglar problemas. Él puede hablar pero… Y ese es uno de los puntos del libro, sí, efectivamente. Cómo el discurso religioso de este hombre, pues, quedó enterrado siempre por sus manifestaciones políticas. La prueba es que cuando aparecía en los medios generalistas aparecía hablando de la inmigración, de Ucrania. Pero nunca, o poquísimas veces, aparecía hablando de lo que es realmente su competencia que son los asuntos religiosos. No estoy intentado quitar importancia a su dimensión política.

— Por supuesto.

— Estoy intentando colocarla en su lugar.

— Eso es algo de lo que hablás también con muchas de las fuentes en tu libro. Algo que me llamó mucho la atención es que, en general, cuando uno trata con fuentes, incluso las más interesantes, hace recortes, edita los testimonios. Da la sensación de que quisiste hacer un libro de una dimensión diferente, en donde cada uno de aquellos que te dio testimonio sobre la figura del papa tiene que tener su espacio realmente importante. No hay nadie que no sea importante de aquellos con los que hablaste. ¿Eso fue algo pensado así?

— Bueno, es que éste es un libro muy singular. Yo entiendo que hay colegas tuyos periodistas que dicen: bueno, Javier, esto es una crónica. Yo les digo sí, tenéis razón, en verdad es una crónica. Y hay otra gente que me dice: Javier, esto es un ensayo.

— Sí, es verdad.

— Pues es verdad. Y hay otra gente que me dice: bueno, esto es una biografía del papa. Una autobiografía tuya. Les digo: sí, sí, también. Y es verdad que es todas estas cosas. Pero tú has leído mis libros anteriores y sabes que para mí esto es una novela sin ficción. Es decir, la novela tiene esta increíble, asombrosa, maravillosa capacidad de integrar todos los demás géneros y de trascenderlos, de convertirlos en otra cosa. Entonces, efectivamente en este libro hay personas con las que hablo largamente pero personas que son para mí muy importantes. Qué sé yo, por poner el caso de un argentino a quien vosotros también conocéis que es el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, que es nada más ni nada menos que el prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, es decir el Santo Oficio.

— “El gran inquisidor”.

— El gran inquisidor. Y este hombre a mí me deslumbra porque nunca te esperarías un gran inquisidor que antes ha sido perseguido por la Inquisición, como el cardenal Fernández. Y tanta otra gente. Entonces, para mí estos personajes son personajes de novela solo que son reales y con los cuales yo discuto los temas centrales que, bueno, van apareciendo a lo largo del libro. El intelectual del papa, el más próximo al papa, que es el padre Antonio Spadaro. Un amigo íntimo del papa en Roma, Lucio Brunelli. Misioneros. Dirigentes de todo tipo que para mí son eso, como los personajes de una novela que van hablando de temas comunes muchas veces, otras veces distintos, etcétera, y que como en una sinfonía se van ordenando a su manera. Así que vosotros, los periodistas, sois demasiado generosos conmigo. Creéis que soy un periodista. No soy un periodista.

La sala Victoria Ocampo de
La sala Victoria Ocampo de la Feria estuvo colmada de gente. Muchos siguieron la presentación de pie. (Foto: Penguin Random House)

— Bueno, eso es algo que quiero volver a discutir. Lo hemos discutido muchísimo.

— Lo hemos discutido muchísimo. Cada vez que me han dado, tú lo sabes, premios de periodismo y muy importantes, yo siempre les digo: miren, soy un impostor. Ustedes se equivocan, yo no soy un periodista. Ahora, otra cosa, eso sí lo admito, es que de algún modo en mis libros se aprovechan, se usan métodos periodísticos, pero fíjate, esto es exactamente lo que ha hecho siempre la novela. La novela a lo largo de la historia lo que ha hecho ha sido asimilar todos los demás géneros. Con Balzac asimiló la historia. Con Flaubert asimiló la poesía. Con los grandes alemanes del siglo XX, principios del siglo XX, Thomas Mann, Broch, asimiló el ensayo. Y ahora está asimilando efectivamente el periodismo. Pero al final todo es eso. La novela es como un género, como un monstruo omnívoro que se lo puede comer todo. Y ahora estamos, o por lo menos yo estoy, en esa etapa de la novela sin ficción. Porque, claro, la única persona a la que he hecho caso en mi vida es a Cervantes. ¿Y sabéis lo que me dijo Cervantes? A mí personalmente y a ti y a todos. Hagan ustedes lo que les dé la gana. La novela es el género de la libertad total. Tú puedes hacer lo que quieras.

— “Hagan lío”, como diría el papa.

— Bueno, el papa dijo: hagan lío. Mira, un buen lío es ofrecerme a mí hacer este libro. Te doy un ejemplo perfecto de lo que él decía. A sus colaboradores, a todos les decía: arriesguen, que es “hagan lío”. Arriesguen. Mira, yo me siento un privilegiado absoluto. La Iglesia Católica, que lleva 2.000 años de existencia, nunca le había ofrecido a un escritor la posibilidad, y menos a un escritor ateo como yo y anticlerical como yo, el papa también era anticlerical por cierto. Esto es muy importante.

— Es otro de los centros de tu libro, exacto.

— Nunca le había ofrecido la posibilidad de entrar, hablar, preguntar, viajar con el papa, etcétera, etcétera. Nunca. Entonces eso era un riesgo enorme. Lo primero que yo les digo, te acuerdas, es…

— “¿Ustedes se volvieron locos?”

— “Se volvieron locos o qué. Pero esto es un disparate”. Y bueno, y aquí está el libro. Y, te digo la verdad, este papa era muy singular. Y el Vaticano que creó en torno a él era muy singular. Yo lo que he intentado escribir en este libro es cómo es el Vaticano de verdad. Quién era este hombre. Cuál es el Vaticano que creó. Cuál es la Iglesia a la que él aspiraba. Yo creo que se quedó muy por debajo de sus propias aspiraciones, de eso también se habla en el libro. Y bueno, y con todo eso quise construir un libro que fuera una novela sin ficción pero que tuviera todos los demás géneros dentro de ella como es El impostor, como es Anatomía de un instante, como son otros libros que he escrito. Porque yo creo que la novela tiene esta extraordinaria capacidad.

— Hay un momento en el libro en donde sí te incluís entre los periodistas. Porque como viajás con los periodistas, decís algo así como “nos ubican a los periodistas” en tal lugar, una cosa así. Vos decís que la novela toma los recursos del periodismo pero el periodismo hace muchos años, en la Argentina al menos desde la década del 60, que toma recursos de la ficción y recursos literarios como para narrar las noticias.

— Pero fíjate la inmensa diferencia. Efectivamente yo a Mongolia viajo con los periodistas, con los vaticanistas que siempre viajan con el papa. Y es mucho mejor porque al principio me querían poner con el séquito y la visión hubiese sido mucho más restringida. Quien tuvo la idea, que se llama Paolo Ruffini, que es el prefecto para la Comunicación, periodista efectivamente. O sea, el prefecto es un ministro. Se llaman ministros del Vaticano. Él fue el que tuvo la idea y fíjate el personaje. El personaje era nada menos que uno de los grandes periodistas italianos. Laico. El primer prefecto laico.

Javier Cercas: “Si yo tuviera que definir a Bergoglio, diría que fue un hombre en lucha feroz consigo mismo”.

— Es muy linda esa entrevista.

— Y además era el enemigo público número 1 de Berlusconi. Ni más ni menos. ¿Te puedes imaginar un prefecto del Vaticano que sea el enemigo número uno 1 de Berlusconi? Hasta el punto que Berlusconi lo echó de la RAI 3, que era la que dirigía, etcétera. La televisión de la izquierda italiana de toda la vida. Entonces, sí, yo viajo con ellos pero fíjate la inmensa diferencia, yo hubiese sido totalmente incapaz de hacer lo que ellos hacían, que es escribir al instante. En el momento y lo que está pasando, etcétera. Mi libro ha salido dos años después de que ese viaje se realizara. Es decir, yo no funciono de esa manera.

— ¿Hubo algo que te paralizó en algún momento? ¿O pudiste escribir tranquilo en esos dos años?

— Tranquilísimamente y exactamente igual que cualquier otro libro. Hombre, a lo mejor tú vas por un lado que yo también, una vez sacado el libro lo he pensado. Me hubiese debido sentir casi muy responsabilizado al ser el primero a quien ofrecen una ocasión como esta. Es decir, un libro como éste no existe por la sencilla razón de que la Iglesia nunca le ha permitido a nadie la posibilidad de hacerlo. Pero no, yo creo que soy un poco temerario al menos cuando escribo y lo he escrito exactamente igual. Entonces no tiene nada que ver con cómo trabajan los periodistas. Vosotros, si me permites la metáfora, hemos discutido muchas veces esto y siempre ha sido muy interesante, vosotros sois como aquellos que cuentan la batalla mientras la batalla está teniendo lugar, sabes. Te acuerdas de Fabrizio del Dongo, el de La cartuja de Parma, de Stendhal. El protagonista que está en medio de la batalla y no entiende nada. Solo ve caos, caballos por ahí gritando, gente gritando, heridos. Pasa Napoleón y ni se entera. Pero vosotros hacéis eso que es tan difícil que es contar la realidad mientras la realidad está ocurriendo. Nosotros, yo como novelista, lo que cuento es una cosa completamente distinta. Ha acabado la batalla. Bajó el polvo. Ya vemos cuántos cadáveres hay. Qué es lo que ha ocurrido de verdad. Entonces lo cuento. Por eso son cosas distintas, pero complementarias.

— Te quiero preguntar algo que es delicado y es que vos conociste a Bergoglio, pudiste verlo en acción y hasta intercambiar con él cuando era ya un hombre muy grande y estaba enfermo. ¿Imaginaste esta posibilidad de que tu libro saliera y que ocurriera esto que está pasando, que estás presentando el libro pero él ya murió?

— El libro aparece cuando él está vivo, eh.

— Sí, sí, lo sé.

— A ver, era una persona muy mayor. Era una persona muy mayor con una salud frágil. De hecho, si recuerdas, en el momento en el que a mí me ofrecen el libro, él…

— Venía de una internación.

— Exactamente. Si es una persona de 25 años no te lo esperas, pero si es una persona de 88 años, con una salud frágil como la que él había tenido… Hombre, yo no podía imaginar, pero en este libro me han ocurrido y se cuentan en el libro algunas coincidencias increíbles. Esto hay que decirlo. Pero, claro, yo no podía imaginar que iba a morir en vísperas del Día del Libro. En España alguien dijo que era una operación de marketing magistral, ¿verdad?

— Sí. Y después del saludo de Pascuas.

— Y en Pascua de Resurrección. Y en el final del libro, como tú sabes, ocurre una cosa que, si yo fuera creyente, pues creería que es un pequeño milagro. Pero estas cosas cómo vas a preverlas. Mira, Hinde, te voy a decir más, cuando escribes novelas sin ficción tienes que ser muy paciente para que la realidad te entregue cosas que tú no preveías. Que no tenías previstas. Porque la realidad a veces es muy generosa, y en este caso ha sido más que generosa. La realidad a veces parece que no tiene sentido, es un caos. Pero a veces parece insinuarte un sentido. A veces parece decirte: oye, estoy aquí y aquí hay un sentido y tú tienes que encontrarlo.

Cercas, durante una conversación con
Cercas, durante una conversación con el papa Francisco, durante el viaje a Mongolia, en 2023.

— Hay una foto muy simpática que es tu foto con el papa, en la que están hablando muy cerca uno del otro. ¿Recordás haber tenido algún momento así de fuerte y de impactante? Me refiero a estar con una personalidad que te conmoviera así.

— Bueno, mira, hay muchos momentos que estoy con el papa. Si recuerdas hay un momento en la Capilla Sixtina donde hablamos un momento más que los demás. Luego está ese momento. Y luego hay varios momentos. Si tú me preguntas si el papa era una persona impresionante, te diré lo que le dije a mi madre, que es casi la protagonista del libro, ¿verdad? Porque el libro surge de mi madre. Pero mi madre me pregunta, era muy mayor y su cabeza ya no funcionaba muy bien, tenía problemas, y me preguntó, bueno, ella era súper católica. Muy católica. Y me preguntó: ¿y cómo es el papa? Y entonces la respuesta que yo le doy es: mira, el papa es como Don Florián, que era el párroco que la casó con mi padre, un hombre de pueblo. Entonces, cuando tú estás con este hombre no tienes la sensación de estar con… Hombre, sí, de repente dices: este señor es el papa, claro. Estás hablando en la Capilla Sixtina en aquel momento, tal. O en el avión. O, en fin, cuando estás con él dices: es el papa. Pero se te olvida enseguida. Es una persona. Sí, que es un cura y yo los asuntos que hablé con él no eran asuntos políticos porque no me interesaba absolutamente nada eso. Insisto, no quiero ocultar la dimensión política del papa, pero antes que nada a mí me sorprendía que en todas las entrevistas solo le preguntaban por eso, por Ucrania, la política. Y nadie le preguntaba por la resurrección de la carne y la vida eterna, que es el centro del cristianismo, ¿verdad?

— Y de tu libro.

— Y del libro, exactamente. Entonces esa es la impresión, que es una persona…

— Yo supongo que en el caso de Bergoglio lo que pasó también es que le tocó una era de papado en la cual en general fue cambiando el modelo de liderazgo. Y fue cambiando la mirada general sobre la democracia. El humanismo desapareció. Y es casi como si esto, el humanismo, hubiera quedado únicamente restringido a su figura. Porque si uno se pone realmente a exagerar hasta puede decir que desapareció el último humanista en términos de liderazgos, en este momento. Entonces me parece que a lo mejor tomaba ese guante porque era una personalidad política y si los medios esperaban que hubiera alguna declaración de tinte político para poder ir por ahí, él se los cedía gentilmente.

— Sí. Sí, pero es que vosotros conocisteis al padre Jorge, como le llamaban por aquí. A Bergoglio. Pero él era así. O sea, él no se inventó a alguien o las circunstancias no lo convirtieron en alguien distinto. Él simplemente era un hombre con una visión, él sabía lo que era. Era un papa. Era el arzobispo aquí cuando era el arzobispo. Era un hombre con una profunda visión, digamos, religiosa de las cosas, etcétera. Pero con un enorme interés político. Siempre lo tuvo.

"El libro se puede leer
"El libro se puede leer también como una autobiografía de un español, europeo, occidental, común y corriente de nuestra generación que como yo", dijo Cercas.

— Por supuesto.

— Y cuando llegó al papado pues sí, fue exactamente lo mismo. Se ha quedado solo como tú dices. Bueno, el mundo en el último período de su papado ha girado y parece que no está alineado con sus posiciones ahora mismo. Y por eso hay gente que, cuando murió, pues empezó a hablar de que ahora la Iglesia se iba a alinear con ese giro, llámale como quieras, reaccionario, neoconservador, que está dando el mundo políticamente. Y yo discrepo de esa visión.

— Estuve escuchándote hablar de eso, me gustaría que me lo explicaras si bien, en algún sentido, eso se desprende también de las cosas que contás en el libro.

— Bueno, esta pregunta me la han hecho sobre todo a raíz de la muerte del papa muchas veces: qué va a ocurrir. Yo no soy, no pretendo ser un vaticanista. Simplemente me he sumergido durante dos años en el tema. Bueno, siempre me ha interesado el Vaticano, la Iglesia, precisamente porque soy ateo. ¿Qué va a ocurrir? En realidad nadie lo sabe. Poco a poco se van perfilando posibilidades. La idea inicial era esa…

— “Viene una ola ultraconservadora al Vaticano”.

— Exactamente. Como está en todo el mundo, pues el Vaticano se va a alinear con esa visión. Yo no lo creo. O sea, déjame ser preciso, no creo que vaya a ser tan fácil en ese sentido. No creo que vaya a ser tan fácil. Y yo he dado un dato que ahora veo que mucha gente da y que es elemental, no hay más que mirar los números. Y los números dicen lo siguiente, que de todos los cardenales que van a elegir al próximo papa, el 79% los ha elegido Bergoglio. Los ha elegido el papa Francisco. ¿Todos piensan exactamente lo mismo que él? No, por supuesto. Pero los eligió él y los eligió porque sentía, pensaba, los conocía. Ojo, es muy importante porque ellos se desconocen entre sí. No se conocen bien entre sí los cardenales. Por supuesto, los vaticanistas que antes eran los grandes especialistas en Italia no los conocen tampoco porque uno es, mira, por ejemplo el de Mongolia. Entonces, yo no digo que sea imposible ese giro reaccionario, pero creo que no es tan fácil.

— ¿Cuándo te convertiste en ateo? ¿Cuándo fuiste consciente de que no eras un creyente?

— Bueno, eso lo cuento en el propio libro y es muy importante. Es decir, en el libro, tú has dicho una cosa muy exacta y es que en mis libros el propio narrador es muy importante. Es decir, el libro se puede leer también como una autobiografía de un español, europeo, occidental, común y corriente de nuestra generación que como yo, creo que la mayoría hemos sido educados en el catolicismo, en el cristianismo, etcétera, y en algún momento perdimos la fe. En mi caso es particularmente importante porque fe y escritura y literatura van unidos. Es decir, yo lo cuento en el libro, yo tenía 14 años y un verano me fui a mi pueblo, a 1.000 kilómetros de donde vivía, y me pasó una de estas cosas que pasan a los 14 años y es que me enamoré como un verraco por primera vez. Entonces claro, volví a mi ciudad. Estaba completamente desesperado porque la chica se había quedado allí y yo lo único de que tenía ganas era de colgarme del cimborrio de la catedral de Gerona, como es natural. Entonces, para arreglar esta situación tan seria fui a buscar el libro más serio que me encontré en mi casa, con tan mala fortuna que resultó ser San Manuel Bueno, mártir, un libro muy conocido en España.

Retrato del escritor y catedrático
Retrato del escritor y catedrático Miguel de Unamuno. EFE/Archivo

— De Miguel de Unamuno.

— De Miguel de Unamuno. Es un librito que cuenta la historia de un sacerdote, San Manuel, que ha perdido la fe y que pese a ello sigue predicando a sus feligreses porque piensa que sin la fe estarán perdidos. Te voy a confesar una cosa: hasta ese momento yo era un chico estupendo. Buen estudiante.

— Te portabas muy bien.

— Me portaba muy bien. Católico. Mi familia era profunda, profunda, profundamente católica. Deportista. Todo ideal. En ese momento, además, inmediatamente después leí toda la obra de Unamuno, y en ese instante perdí la fe. Empecé a fumar cigarros. A beber cerveza. En fin, entré como en una especie de caos mental del cual todavía no he salido. No, hablando en serio, es decir, de algún modo la literatura vino a sustituir o quiso sustituir a la religión. Es decir, yo fui a la literatura, yo había sido siempre lector, pero leía por placer, que es como hay que leer, en principio, ¿no? Pero a partir de ese momento empecé a leer por placer pero también en busca de conocimiento, es decir en busca de las certezas.

— Sí, de las verdades que da la religión.

— Exacto. La tranquilidad. La certeza. Las verdades que proporciona la religión. Por supuesto esto era un error porque la verdadera literatura no proporciona certezas sino que proporciona más preguntas, más inquietudes. Pero cuando descubrí eso ya era tarde. Ya se había convertido en una broma para mí. Y, además, en ese momento no solo empecé a ser un lector distinto sino que empecé a vislumbrar la posibilidad de llegar a ser escritor. Así que para mí la literatura fue, esto lo he entendido mucho tiempo después, una especie de sucedáneo, un sustituto de la religión. Yo soy escritor porque perdí la fe.

— A mí hay cosas que me interesan mucho y que tienen que ver con procedimientos y con cómo te preparabas para determinadas cosas. Javier Cercas viaja a Mongolia con el papa. Antes y después del viaje entrevistó gente en el Vaticano. Durante el viaje mira, lee, ve. ¿Tomás notas mientras estás mirando todo eso? ¿Grabás? ¿Cómo hacés?

— Yo veo que los periodistas tenéis mucha curiosidad con esto, lo entiendo y por eso te voy a contar la verdad. Sabes que yo lo grabo absolutamente todo. Pero lo grabo con una cámara de televisión, o sea con una cámara Sony, para entendernos. De manera que cuando hablo con alguien yo estoy grabándolo y luego en mi casa vuelvo a ver esa grabación y le miro la cara, y veo los ojos, la mirada que tiene cuando dice tal cosa o tal otra y para mí eso es absolutamente fundamental. Porque sin eso yo no podría construir el relato. Es imposible que yo me acuerde con esa precisión.

— Por supuesto. Por eso te preguntaba.

— Claro. Yo veo que para algunas personas es sorprendente. Yo no sé por qué llegué a esa conclusión de que necesitaba eso, pero lo necesitaba. Eso es absolutamente fundamental. Y quiero añadir una cosa, es verdad que el libro trata de un viaje a Mongolia. Y Mongolia es un lugar muy exótico, pero el Vaticano es todavía más exótico. Muchísimo más exótico. Porque ¿sabes cuál ha sido el primer ejercicio y el fundamental para mí, te lo digo a ti periodista? Llo más difícil antes de empezar a escribir este libro y antes, te diría, de llegar al Vaticano fue limpiarme la mirada de prejuicios. Todos, no te digo los argentinos, todo el mundo está lleno de prejuicios respecto al Vaticano. Todos creemos saberlo todo respecto al Vaticano, la religión católica o el cristianismo. No digamos Bergoglio, en vuestro caso. En mi caso, para mí lo esencial era eso. Desde luego leí muchos libros antes de empezar y, por supuesto, sé muchas cosas como las sabemos todos acerca de la religión y acerca del catolicismo y todo esto. Pero necesitaba llegar allí con ojos limpios y ver qué es lo que realmente había. Quién era la gente que rodeaba a Bergoglio. Qué pensaban realmente, qué estaban haciendo. Quién era este hombre singular que era papa. Me han preguntado muchas veces qué me ha sorprendido en este viaje. La respuesta es: absolutamente todo, desde el principio hasta el final. El principio es completamente insólito, viene el Vaticano y me ofrece la posibilidad de escribir un libro que nunca se ha escrito. A mí, a un escritor español. Por qué a mí no tengo ni puñetera idea, si me permites decirlo. No lo sé, esa es la única pregunta que me he hecho en estos dos años y pienso hacerla hasta el final que, como digo, si no hay allí un pequeño milagro, no sé qué es. Menos mal que no soy católico, si no lo creería.

— Yo me pongo a pensar y se me ocurre que, entre otras cosas, Bergoglio era muy buen lector.

— Es verdad.

— Y creo posible que haya leído Anatomía de un instante.

— No lo sé.

Cercas dice que la única
Cercas dice que la única pregunta que aún se hace es por qué lo eligieron a él para ser el primer escritor a quien se le permite entrar al Vaticano con absoluta libertad para escribir un libro. (Penguin Random House)

— Porque es un libro que en la Argentina se leyó mucho, se lee mucho. Resulta muy importante por aquello que narra. Por cómo está narrado el episodio del Tejerazo (el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981) y la amenaza a la incipiente democracia española. Y es posible que Bergoglio lo haya leído.

— No lo sé. Yo nunca lo pregunté. Sé que, a ver, sí, en Italia, en Europa soy muy leído y en otros países, etcétera. Eso lo sé. Pero hay muchos escritores. Hay muchos escritores ateos como yo, ¿no? Una de las palabras que vosotros conocíais y que todo el mundo conoció después es una palabra capital para él que es la palabra periferia, ¿no? Él estaba interesado en eso. Él tenía una visión misionera. Los misioneros son capitales en el libro.

— Pero, además, vos señalás muy bien cómo él promovía el diálogo interreligioso permanentemente y cómo le interesaban más aquellos que no pensaban como él.

— No sé si le interesaban más, le interesaban mucho. Tú sabes que Bergoglio, el papa Francisco, había tenido mucha gente que estaba con él pero también muchos detractores. Ha sido un papa muy disruptivo y ha tenido una resistencia feroz sobre todo al interior de la Iglesia. Y uno de los reproches que se le ha hecho es: éste es el papa de los ateos. Y no es verdad, es muy sencillo, pura y simplemente no es verdad que él estuviese más interesado en los no católicos que en los católicos. Yo he leído todo lo que ha escrito este hombre y la inmensa mayoría de lo que dice lo dice para los católicos solo que eso, y volvemos a uno de los temas del libro, no aflora en los medios de comunicación. Pero si tú me preguntas qué ha sido lo esencial de este hombre como papa, no como persona, te diría que se ha hablado mucho estos días sobre si fue un papa reformista o si fue un papa revolucionario. Depende del significado que le demos a las palabras.

— Por supuesto.

— Si hablamos de revolucionario como un hombre que ha cambiado la doctrina cristiana, como dicen sus detractores, es pura y simplemente falso. Ahora, si hablamos de revolucionario como un papa que ha intentado, hasta donde ha podido, llevar a cabo el gran cambio realmente revolucionario que implicaba Vaticano II, porque ese es el Concilio fundamental de a mediados del siglo XX, entonces estoy de acuerdo en que es revolucionario. Es decir, ¿cuál es la revolución del Vaticano II y cuál era la revolución que tenía en mente Bergoglio? Es la revolución de volver al cristianismo primitivo. Esa es la idea central. Y esa es la idea de Francisco: el papa Francisco es el primer papa hijo del Vaticano II. El Vaticano II lo que en síntesis dice, no con estas palabras, pero es lo que dice, es: nos hemos equivocado de camino, nos hemos desviado. Esto ha sido una perversión del cristianismo, de la Iglesia, y hay que volver al cristianismo de Cristo. Y eso es exactamente lo que dice Bergoglio desde el primer día. Y, desde esa perspectiva, se tiene que entender todo, incluido efectivamente el diálogo con los demás. El diálogo con los musulmanes, con los budistas y también con los ateos.

Javier Cercas, durante la firma
Javier Cercas, durante la firma de sus libros en la Feria. (Penguin Random House)

— Recién mencionabas a los misioneros, que tienen que ver también con ese cristianismo primitivo.

— Es que eso para mí es fundamental, pero lo era también para Francisco. O sea, hay que recordar, y ustedes por supuesto lo sabéis aquí, que él quiso ser misionero y que no pudo serlo por motivos de salud. Y que para él la figura, quien encarna el cristianismo en su pureza, el cristiano ideal por decirlo de otra manera, es el misionero. Y te voy a decir una cosa, en este libro aparecen muchos misioneros. El loco de Dios por antonomasia es Francisco, o sea el papa. Pero hay muchos, muchos locos de Dios y son los misioneros. Es imposible, es muy difícil no admirar a esta gente. Esta gente son los que están locos. Loco también en el sentido argentino. El loco tal. Me encanta el sentido argentino de la palabra loco. Los misioneros son gente que lo abandona todo. Que deja a su familia, que deja su país, que deja las ambiciones legítimas que todos tenemos de reconocimiento, de dinero, de no sé qué, todo, y se van al fin del mundo, literalmente a 50 grados bajo cero los que están en Mongolia. Y no van a convertir, como creemos los que no sabemos cómo funcionan las cosas; van a echar una mano porque el proselitismo está literalmente prohibido y bueno, Bergoglio fue muy claro pero también Benedicto y otros. Eso no funciona así. Entonces van a echar una mano. ¿Y con quién? Con los que rodeaban a Jesucristo. Con los que no tienen dónde caerse muertos. Con los alcohólicos. Con las putas. Eso es el cristianismo de Cristo. Cristo era un tipo peligroso. Cristo era un revolucionario, un tipo subversivo. Lo crucificaron porque decía cosas que eran un peligro.

— Inconvenientes.

— Totalmente inconvenientes. Eso era el cristianismo primitivo. Nada tiene que ver eso con el cristianismo del poder, de la pompa, de la riqueza. Todo esto no tiene nada que ver con el cristianismo de Cristo. Entonces, cuando a Bergoglio le preguntan el primer día: ¿y usted qué quiere hacer con la Iglesia? –se lo pregunta un personaje de este libro–, ¿qué quiere hacer con la Iglesia? Y él contesta: sacar a Cristo de la sacristía y ponerlo en el centro de todo. Sacarlo a la calle. Pues es eso, es volver al cristianismo. Y en eso ha sido enormemente disruptivo. Y también dicen que fue un revolucionario sin revolución. Pues claro, se ha quedado a un 5% o a un 3% o a un 2% de lo que hubiera debido hacer, pero eso un papa solo no puede hacerlo.