Eduardo Halfon tras su historia de falsos nazis: “Se puede vivir sin patria, hay un vacío, pero te motiva”

Su última novela, “Tarántula”, cuenta un episodio traumático, y real, en un campamento de chicos judíos guatemaltecos. Hoy vive en Berlín

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El escritor Eduardo Halfon y
El escritor Eduardo Halfon y su vida sin tierra. (Gentileza Fundación Medifé/ Foto Federico Larragueta).

No era fácil lo que Eduardo Halfon tenía para contar, no era lindo, no era edificante y, tal vez, incluso le daba un poco de miedo. Pero lo contó, lo contó casi casi casi como pasó, lo hizo en un libro al que llamó Tarántula, con el que ganó uno de los premios más prestigiosos del mundo, el Médicis.

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Tarántula

Por Eduardo Halfon

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Para decirlo brevemente: en el libro él tenía trece años, había nacido en Guatemala pero vivía en los Estados Unidos, hablaba un castellano castigado por esa migración y los padres lo mandaron a un campamento de chicos judíos. Para que sea un judío guatemalteco, le dicen al protagonista, que se llama -ejem- Eduardo. Y en el campamento pasan cosas.

Lo que pasa -estrictamente no es un spoiler, es lo que se sabe que va a pasar, pero si preferís no saberlo, ESTE ES EL MOMENTO DE ABANDONAR ESTA NOTA-, lo que pasa es que los primeros días todo son juegos y esas cosas de campamentos y una noche todo cambia de repente.

"Tarántula", el libro que ganó
"Tarántula", el libro que ganó el Médicis con una historia real

“Nos despertaron a gritos. Estábamos boca arriba en nuestros catres, dentro de la enorme carpa verde. Ninguno de los doce se atrevía a decir algo. Ninguno osaba moverse en su saco de dormir. Volví la cabeza hacia el catre de al lado. En la luz opaca de la madrugada encontré el rostro de mi hermano observándome de vuelta, preguntándome con la mirada qué estaba pasando allá fuera, qué significaban tantos gritos”.

Y los que gritan, eso es lo siniestro, no son unos enemigos llegados de afuera, no son extraterrestres. Son nazis o parecen nazis. Pero son los mismos instructores que ayer jugaban a la pelota, el mismo Samuel Blum que los cuidaba, “nuestro amigo y protector incondicional, pero ahora uniformado de negro y con un garrote en la mano y lanzando alaridos y órdenes que ningún niño ahí entendía”.

Se trata -pero ellos no lo saben- de un simulacro. Que sientan, que sientan el miedo de un campo de concentración. Que sientan el rigor.

Eso -una experiencia real- cuenta Halfon en Tarántula. El protagonista se muere de miedo pero termina en medio de la selva dialogando con unos guerrilleros indígenas que lo miran raro, le recorren el cuerpo con un machete y le preguntan si él es de los malos. Y, años más,tarde, cuando ya es adulto y es escritor, confrontando con Samuel Blum, que tendrá mucho que decir sobre la experiencia.

Gentileza Fundación Medifé/ Foto Federico
Gentileza Fundación Medifé/ Foto Federico Larragueta.

Hablamos de esto en Buenos Aires, ahora que Halfon vino a presentarse en la Feria del Libro, donde conversó con la periodista Hinde Pomeraniec. Ahora que vive en Berlín, el lugar donde estuvieron los nazis de verdad. Hablamos después de que él tuviera una reunión con jóvenes influencers del libro, que lo mimaron, le preguntaron, se sacaron fotos, le pidieron charlas. Está contento y así arrancamos.

-¿No sentiste que estabas contando algo que no hay que contar, un secreto?

-Siempre siento eso, ¿no? En Duelo lo sentí con la historia de Salomón, el hermano de mi padre, que era una historia prohibida. En Monasterio lo sentí con la boda de mi hermana. En El boxeador polaco con la historia de mi abuelo. En este caso, sentía que iba a haber muchos judíos a quienes no les iba a gustar que yo contara esto. Pero ¿sabes la reacción que he recibido de algunos judíos a quienes no les gustó? Lo que no les gustó es que contara de Bitajón, los grupos encargados de Seguridad en las comunidades. Como que revelara su secreto. Eso no gusta. Y cuando investigué no encontré casi nada.

-Hay dos momentos importantes, más allá de esa noche. La charla con los guerrilleros indígenas y la charla posterior con Samuel. ¿Estás hablando de dos costados de tu identidad?

-Siento que es una manera de acercarme a las dos partes de la identidad de las cuales más huyo. O sea, yo sigo fuera de Guatemala. Me alejan la inseguridad, la violencia, la pobreza. Es un país que me atrae y me expulsa al mismo tiempo. Es una cosa muy extraña, pero lo mismo te puedo decir del judaísmo. Yo me fui del judaísmo.

Eduardo Halfon con Hinde Pomeraniec
Eduardo Halfon con Hinde Pomeraniec en la Feria del Libro. (FEL)

-¿Qué quiere decir que te fuiste del judaísmo?

-Me alejé. Me fui. Renuncié. No sé qué verbo usar, pero desde la adolescencia, después del bar-mitzvah empecé a alejarme. Le dije a mi familia que yo ya no iba a ir a ningún evento judío, que renunciaba a ser un judío practicante. Mi madre lloró dos años. Mi abuelo no entendía: imagínate decirle eso a un sobreviviente del Holocausto. No fue sino hasta que entré a la literatura, hasta que empecé a escribir, que empecé a buscar mi camino de vuelta hacia estos dos grandes temas, pero a buscarlo a través de la escritura, a través de historias. No el judaísmo como práctica y no el país de Guatemala para vivir, sino el judaísmo y Guatemala de mi memoria, de mi infancia.

-Es la materia prima de la que estás hecho, quieras o no.

-Estoy hecho de eso, estoy hecho de eso. Estoy construido sobre esas dos grandes columnas que yo sentía, por alguna razón, que tenía que destruir para volver a construir.

-¿Y cómo te fue con eso?

-Estoy en ello. Ahí sigo. Obviamente, no logro salir de eso porque sigo escribiendo sobre ello y sigo fuera de Guatemala.

-Te fuiste muy chico.

-Me fui a los diez años. Pero incluso antes de eso: ser judío en un país católico. Yo creo que los judíos argentinos no me pueden entender, porque son muchos. Yo no tenía amigos judíos, no había casi un posible noviazgo judío. Nada, nada. Todos mis amigos tenían casas católicas, celebraciones católicas, Primera Comunión.

Eduardo Halfon cuando ganó el
Eduardo Halfon cuando ganó el Premio Medicis en Paris. (STEPHANE DE SAKUTIN / AFP)

-¿Y era importante la religión?

-Era súper importante para ellos. Todo giraba alrededor del catolicismo. ¿Y por qué en mi casa no? ¿Y por qué en Navidad no? No tenía aliados. Entonces en Guatemala existía Macabi. Era el único lugar donde los judíos nos juntábamos los sábados.

-Igual eran pocos.

-Poquísimos. Imagínate, cien familias, cien familias en todo el país. Eso sí, tres sinagogas.

-La otra charla importante es la que tenés con Samuel en Berlín.

-Para mí era importante que él hablara en el libro. Darle el micrófono y decir: “Bueno, explícate”. Y él me explica como lo haría un militar.

-Él tiene sus motivos. Mucha gente estaría de acuerdo.

-En teoría, usar elt teatro, usar la dramatización, la actuación con fines didácticos es válido. Lo que pasa es que se le fue la mano, ¿no? O sea, llevaron al extremo la idea de sentir que sucede en uncampo.

-¿Vos estabas realmente asustado?

-Absolutamente. Recuerdo las diferentes reacciones de los niños. Hubo algunos, como yo, que obedecimos inmediatamente por el miedo. Mi reacción fue agachar la cabeza y hacer todo lo que me decían que hiciera. Pero hubo niños que empezaron a pelear. Duro. Y entonces se dieron algunas trompadas con los monitores. Pero me impresionó como algunos reaccionaban con fuerza y otros con obediencia.

-Un poco de eso se trataba, creo. De pensar qué hubieras hecho en ese lugar.

-Creo que parte de ellos quería instigar a la rebelión. Y también ver qué pasta tenía cada uno.

Un judío en Berlín

-Cómo es eso de vivir en Alemania? Finalmente...

-Dicen que somos como 6.000, 8000. Nuevos. De los viejos ya no hay. Llegan israelíes que se van a vivir a la tierra de sus abuelos.

-Yo estuve en Frankfurt, en Berlín, todo bien. Y el día en que me subí a un tren... me dio algo. ¿Vos, que pensás en la identidad, cómo te sentís?

-Dos cosas importantes: Yo soy un huraño, un ermitaño. Vivo en las afueras de Berlín, cerca del bosque donde Hitler anunció su solución final. La conferencia de Wannsee fue a un kilómetro de casa. Un bosque precioso. Pero no me junto con gente, no tengo amigos. No hablo el idioma, no hablo alemán. Llevamos cinco años allá.

-¿Y cómo vivís?

-En inglés

-¿Y por qué vivís ahí, otra vez como afuera?

-El primer año fue por una beca y luego cada año decidimos quedarnos un año más y un año más. Es el colegio de mi hijo, que es muy bueno. Y porque encontramos esta casita en un bosque.

-Es como una continuidad del desarraigo. Tu abuelo cayó en Guatemala de casualidad, se fueron a Miami, vos te vas a Alemania pero no a quedarte... y escribís sobre la identidad...

-Tengo el privilegio de poder decidir quedarme en Berlín, donde a mi hijo lo están llevando todas las semanas a la ópera y a la sinfónica y a los parques. Y en Guatemala están sus abuelos, ahí están sus tíos. Entonces vamos todos los veranos y el niño se la pasa bomba. Pero ¿sabes qué pasa? Que ahora le estoy heredando a mi hijo esta misma forma de vivir. Desarraigados, sin una tierra propia. Mi hijo ha vivido en cuatro países en ocho años. Habla cuatro idiomas.

-¿Y se puede vivir sin patria?

-Se puede. Hay un vacío, porque lo hay. Pero ese vacío también te motiva a otras cosas, te mueve a buscar otras cosas, a vivir de otra manera, a ser un extranjero permanente.

-¿Y cómo es ser un extranjero permante?

-Es vivir desde afuera, ver desde afuera. ¿Yo creo que para escribir también es importante esa distancia, ¿no?

*Eduardo Halfon terminará sus presentaciones en la Argentina este martes 6 con una conversación con Julián Gorodischer en el marco de la Maestría de Escritura Creativa de la UNTREF. Maipú 71. Actividad organizada por Fundación Medifé.

Quién es Eduardo Halfon

Eduardo Halfon Tenenbaum (Ciudad de Guatemala, 1971) es un escritor y profesor guatemalteco cuya obra explora temas de identidad, memoria y desplazamiento.

♦ Nacido en una familia de origen judío polaco y árabe, emigró a Estados Unidos a los diez años. Este traslado marcó profundamente su literatura, centrada en la búsqueda de raíces y comprensión de la identidad.

♦ Estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Estatal de Carolina del Norte y posteriormente enseñó literatura en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala durante ocho años.

♦ Su carrera literaria comenzó en 2003 con Esto no es una pipa, Saturno.

♦ Ha publicado alrededor de veinte obras, incluyendo El boxeador polaco.

♦ Sus libros han sido traducidos a múltiples idiomas, como inglés, francés, alemán, portugués, japonés, croata y noruego.

♦ Reconocido en 2007 como uno de los 39 mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá.

♦ Ha recibido diversos premios, entre ellos la beca Guggenheim (2011), el Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana en Francia (2015), el Premio Nacional de Literatura de Guatemala (2018) y el premio Médicis en Francia por su novela Tarántula.

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