Cinco huellas de Latinoamérica en la saga “Star Wars”, del Salar de Uyuni al más allá

Escenarios naturales, leyendas ancestrales y figuras del cine hispanoparlante forman parte de una galaxia que parece lejana, pero tiene raíces muy cercanas

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Se apagan las luces en la sala y la melodía legendaria de John Williams le da la apertura al inicio de una película totalmente inconfundible. Sin embargo, y por más inglés que se hable en ella –o en lenguas que desconocemos como el shyriiwook, lengua de los wookies, o el huttese de los Hutts- no es necesario viajar una galaxia muy, muy lejana para dar cuenta que esa historia cuenta con reminiscencias locales.

En Star Wars, la presencia de Latinoamérica, en toda su estructura narrativa y visual, aparece desde la primera película y se acrecentó con el pasar de los años. En este informe, Infobae recorre aquellas huellas visibles que aportaron a una de las franquicias cinematográficas más importantes de la historia.

La historia del bosque y la leyenda de la sal

Luego de la batalla final entre la Alianza Rebelde y el Imperio Galáctico en el clímax de Star Wars Episodio 4: Una nueva esperanza (1977), que culmina con la destrucción de la Estrella de la Muerte, la princesa Leia Organa les da un reconocimiento a Luke Skywalker, Han Solo y Chewbacca, en la luna selvática de Yavin 4.

Dicho cuerpo celeste funciona como una base secreta de aquellos que se oponen al sistema político imperante. Casi 40 años después de su estreno, dicho escenario se reutilizó para Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), donde se narra el robo de los planos de la célebre arma planetaria del imperio.

Ese paisaje de construcciones arquitectónicas y densos bosques es real y se ubica al norte de Guatemala, cerca del límite con Belice y el Golfo de México. Allí se erige el Parque Nacional Tikal, que abarca 575 kilómetros cuadrados de selva y miles de estructuras en ruinas. Los arqueólogos estiman que los mayas se establecieron en el área alrededor del 900 a.C.

“La mayoría de los masivos templos de la ciudad se construyeron durante el siglo VIII d.C., cuando Tikal se convirtió en la ciudad más fantástica del mundo maya, con una población de quizás 100 mil personas”, destaca la web oficial del parque.

También puntualizaron que, al igual que los complejos mayas en la península de Yucatán en México, Tikal cayó en declive y fue abandonada a finales del siglo IX. Entre las posibles causas del colapso del imperio maya están las guerras, la hambruna, la sobrepoblación y el agotamiento de los recursos.

En 1848, después que el conquistador Hernán Cortés no vieran los templos por culpa de los altos y extensos árboles y de los frailes españoles escribieron sobre una gran ciudad oculta en los bosques del Petén, una expedición del gobierno guatemalteco descubrió oficialmente dichas ruinas.

Las Ruinas de Tikal, presentes
Las Ruinas de Tikal, presentes desde los inicios de Star Wars.

Fue así que el Museo de la Universidad de Pensilvania y el Instituto de Antropología e Historia de Guatemala restauraron las estructuras de Tikal, entre 1950 y 1960. Y la UNESCO las declaró como Patrimonio de la Humanidad en 1979. Es decir, dos años después del inicio de aquella space opera creada por George Lucas. “Hoy en día, Tikal es para Guatemala lo que las Grandes Pirámides son para Egipto, un símbolo nacional y una fuente de orgullo por el pasado”, enfatizaron desde el sitio oficial de Tikal.

En 2017, Disney llevó a la gran pantalla Star Wars Episodio 8: Los últimos jedi, el segundo film de la última trilogía. En el trayecto de máxima tensión y tras una larga persecución, La Primera Orden acorrala a La Resistencia en Crait, un planeta inhóspito y mineral, donde el suelo rojo está recubierto por una capa de sal. En aquel paraje funcionó una base en los primeros años de la Alianza Rebelde y pasó a ser el escenario entre el bien y el mal.

El set de filmación elegido fue el Salar de Uyuni, al suroeste de Bolivia. El lugar tiene una enorme extensión de sal blanca y reluciente, que se extiende a lo largo de 10.582 de kilómetros del Altiplano “y que puede verse incluso desde el espacio”. Además, cuenta con el aproximadamente 70% de las reservas mundiales de litio; y se estima que allí hay más de 10 mil millones de toneladas de sal en total.

A una altura de 3656 metros sobre el nivel del mar, cerca de la cresta de la Cordillera de los Andes, muchas personas del todo el mundo viaja para conseguir “el efecto espejo” y sacar un tipo de fotografía en especial, aprovechando el reflejo de la sal.

Desde la web oficial de este sitio, informaron: “En un día normal, una fina capa de agua que cubre la sal transforma el salar en ‘El espejo más grande del mundo’ y ocasiona el reflejo de todo el cielo. Es más probable que este reflejo del cielo se vea durante la temporada de lluvias (diciembre a abril). Quienes tengan la suerte de ver esta maravilla natural les dirán lo difícil que es distinguir dónde termina el cielo y dónde comienza la tierra”.

El Salar de Uyuni en
El Salar de Uyuni en Bolivia y el efecto espejo más grande del mundo (EFE/Esteban Biba).

Sobre la formación del mismo existen dos leyendas. La primera establece: “Cuenta la leyenda que las montañas que rodean el salar alguna vez fueron pueblos gigantes y que la diosa de la montaña Yana Pollera (el pico más cercano al salar) estuvo involucrada tanto con Thunupa como con Q’osqo. Cuando Yana Pollera quedó embarazada, los dos volcanes machos lucharon incansable y tenazmente para descubrir quién era el padre. La diosa envió a su bebé lejos para proteger su seguridad, pero inmediatamente le preocupó de que no sobreviviría solo. En un intento por cuidar a su bebé, inundó la llanura entre ellos con su leche para poder alimentarlo. La leche finalmente se convirtió en sal, creando el milagroso Salar de Uyuni”.

En tanto, la segunda está basada en una leyenda aymara y cuenta: “Esta historia cree que las montañas alguna vez fueron personas y que Tunupa y Kusku estaban casados. Después de que Kusku abandonó a su esposa por Kusina, Tunupa quedó desconsolada y se dice que sus lágrimas formaron las salinas”. Lo cierto es que ambos escenarios entraron en la mitología de Star Wars.

En sangre y voz

En la actualidad, Star Wars cuenta con dos de los actores latinoamericanos actuales más reconocidos en Hollywood y el mundo. Uno de ellos es el chileno Pedro Pascal, quien le pone voz y cuerpo a Din Djarin en la serie The Mandalorian (2019), el cazarrecompensas mandaloriano que se encuentra con el pequeño Grogu y lo protege de las fuerzas del Imperio Galáctico. Y que para mayo de 2026 tendrá su película en The Mandalorian & Grogu.

Desde México resalta la figura de Diego Luna, el actor mexicano, que encarna a Cassian Andor en Rogue One: Una historia de Star Wars y Andor, un agente comprometido con la causa de la Alianza Rebelde. También la de Lupita Nyong’o, que interpreta a Maz Kanata en toda la trilogía hecha por Disney. Y hasta Danny Trejo tuvo su participación en El libro de Boba Fett (2021).

Pedro Pascal es uno de
Pedro Pascal es uno de los actores del momento y forma parte del universo Star Wars (REUTERS/Mario Anzuoni).

Puerto Rico resalta por su ascendencia en algunos actores como Rosario Dawson (Ahsoka Tano), Benicio del Toro (DJ) y Jimmy Smits (Bail Organa). Por otro lado, el intérprete Oscar Isaac Hernández Estrada (mejor conocido como Oscar Isaac), que proviene de Guatemala, es quien hace de Poe Dameron, el piloto de La Resistencia más conocido.

Pasado y presente, Latinoamérica escribió y escribe parte de uno de los mitos de la cultura pop, el cine, la fantasía y la ciencia ficción más importantes de la historia. Y da cuenta que esa galaxia muy, muy lejana no está tan distante.