El fragmento que eligió Claudia Piñeiro de su nueva novela (y por qué)

La escritora acaba de publicar “La muerte ajena”, donde busca sumergir al lector en “la incomodidad de las distintas versiones de un hecho”. El sábado se presenta en la Feria del Libro

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"La muerte ajena" (Alfaguara) de
"La muerte ajena" (Alfaguara) de Claudia Piñeiro

Con la silueta de una mujer cayendo de un rascacielos en la portada, La muerte ajena (Alfaguara) se presentó en sociedad. Es la nueva novela de Claudia Piñeiro.

En esta ocasión, la protagonista es Verónica Balda, periodista y conductora radial que recibe una noticia que altera su vida: una joven cae de un quinto piso en Recoleta, en un departamento perteneciente a un empresario agropecuario. Verónica reconoce a la víctima y una historia secreta las une. A lo largo de la novela, se despliegan distintas versiones de los hechos, poniendo en evidencia cómo la narrativa puede ser manipulada y cargada de artificios.

Piñeiro, reconocida por su manejo de la tensión narrativa, utiliza esta ficción para abordar el vínculo entre la prostitución VIP y los sectores de poder. La autora nacida en 1960, una de las argentinas más reconocidas y traducidas —cuya inteensa bibliografía incluye novelas como Las viudas de los jueves, Elena sabe y Catedrales, varias de ellas adaptadas al cine—, elige para Infobae Cultura un fragmento del libro y explica por qué: “Como es una novela de versiones, así como vivimos hoy, que no sabemos cuál es la versión real de los hechos, quiero ofrecer otra versión, que además es la de la protagonista”, dice.

“Creo que es clave en la novela sumergiste en la incomodidad de las distintas versiones de un hecho que coinciden frente a nuestros ojos sin poder entender dónde está la verdad”, concluye sin spoilers. A continuación, entonces, un fragmento: el capítulo 1 de la tercera parte, al que se le han quitado algunas frases para evitar spoilers.

Claudia Piñeiro (Foto: EFE /
Claudia Piñeiro (Foto: EFE / The London Book Fair)

Bajo las escaleras escapando de un fantasma. Pero es en vano, porque cuando llego al hall, el televisor instalado en la entrada de la radio, sintonizado in aeternum en un canal de noticias, me muestra el frente del edificio donde, pocas horas atrás, cayó una mujer al vacío. Ella es esa mujer. Una caída que me perturba, que quiero sentir ajena, pero que se me mete en el cuerpo como si fuera un virus para el que no hay vacuna. Me quedo paralizada, la vista clavada en la pantalla. La zona del suceso ya está precintada y la policía intenta mantener alejados a vecinos, movileros y curiosos. El zócalo dice: “La joven escort, Juliana Gutiérrez, cayó de un quinto piso”. Lo leo una y otra vez, como si hacerlo pudiera cambiar las palabras escritas por otras. (...)

El taxi me espera afuera como cada mañana cuando termina el programa que conduzco: Apenas sale el sol. El recepcionista me avisa que el auto ya está disponible desde hace unos minutos. Casi no lo escucho; sus palabras me llegan como un eco lejano, una voz que atraviesa capas de sinsentido, sin que yo logre distinguir qué dice. No puedo quitar mi vista de la pantalla, prendida como una garrapata a la imagen del edificio desde donde cayó ella. Afuera, el taxista toca bocina. Me sobresalto. El muchacho quiere saber, ¿La conocés? ¿Quién es? Intuye la verdad: mi rara actitud tiene que ver con ella. Miento, vuelvo a negar; y luego digo, Perdón, me espera el taxi. No bien me excuso, trato de ponerme en marcha para evitar más preguntas. Sin embargo, involuntariamente, casi como una autómata, de camino a la puerta contesto las que quedaron en el aire, esas a las que no pude ponerles palabras un segundo atrás, aunque lo digo con un tono tan bajo que es probable que el chico no llegue a escucharme:

Es mi hermana.

Por primera vez la nombro así, como si me hubiera habilitado, por fin, a poder hacerlo. Una investidura tardía que convierte a esa mujer en alguien cercano.

II

En cuanto el taxi arranca, le aviso al chofer que voy a otra dirección. Le indico las esquinas que se cruzan (...). Pero dos cuadras antes de que el auto llegue a destino le digo que se detenga y pido permiso para bajarme. Quiero llegar al lugar caminando, pasar desapercibida, que no adviertan que estoy ahí y menos en calidad de qué. No sé si será posible. Hay demasiados periodistas, demasiados agentes de policía, demasiados transeúntes entrometidos (...).

Alguien se me queda mirando, me reconoce, me saluda (...) Descubierta, cambio de estrategia, finjo que estoy haciendo una nota, que filmo y grabo. (...)

Una señora mayor se me acerca, me recuerda a mi abuela; me cuenta que escucha el programa todas las mañanas. Pero confiesa, Cuando no hablan de deportes, porque arranca ese muchacho y ya me aburro y cambio. La mujer está molesta porque ningún periodista le pide testimonio, se queja de que sólo quieren hablar con la vecina que llamó a Emergencias. Dice, Tengo más para contar que ella, pero me ignoran. Yo conocí a esa chica (...)

¿Cómo es eso?, le pregunto. Sabía que vos sí me ibas a escuchar, se alegra la vecina. (...)

* Claudia Piñeiro presentará “La muerte ajena” el sábado 3 de mayo a las 19 horas en la Sala José Hernández de la Feria del Libro junto a Hinde Pomeraniec, Débora Mundani y Cynthia Edul. Luego firmará ejemplares en el stand de Penguin Random Hoouse.