
Tras el Golpe Militar de 1955, el exilio y la proscripción, Juan Perón, acorralado entre la lejanía y la censura, se vio obligado al ingenio. Ansioso, preocupado, entusiasta, se dedicó a escribir. En los diecisiete años que duró el exilio, escribió alrededor de catorce mil cartas. A esta actividad, según sus propias palabras, le dedicó “de diez a doce horas diarias”. Pero esas cartas no llegaban limpias a las manos debidas. En el medio, los servicios de inteligencia leían las directrices del líder desterrado. Por eso tuvo que diagramar un complejo sistema de claves: nombres subvertidos, letras destacas, lugares cambiados. Textos encriptados que la burocracia argentina que despreciaba el peronismo habrá padecido con estupor sin poder develar demasiados sentidos.
El abogado y escritor Ignacio Martín Cloppet, historiador autodidacta y peronólogo de antaño con varios libros en su haber, llegó a este entramado cuando Ezequiel Eskenazi Storey le habló de las “claves secretas” de Madrid, que fueron subastadas en un remate de 1999, entre otros objetos, papeles y documentos. Alertado por un periodista del diario El País, Eskenazi se hizo rápidamente del lote y, con el tiempo, le hizo saber a Cloppet que tenía un tesoro invaluable. Además, antes de fallecer, el librero Washington Luis Pereyra le acercó a Cloppet las que Perón usó desde Caracas y Ciudad Trujillo. Con ese gran material escribió Las claves secretas de Perón, que acaba de publicar el sello SB y se presenta en la Feria del Libro de Buenos Aires este lunes.
“El libro reproduce imágenes de los lienzos de Caracas y Ciudad Trujillo, dos télex de Perón a Cooke, imágenes de las claves de Madrid y algunas fotografías”. Ahora, del otro lado del teléfono, lo explica así: “Son, en tela, escritos a máquina, donde Perón elabora una cantidad de claves de distinta naturaleza. Hay claves encriptadas, nombres cambiados, direcciones de los exiliados, toda una información que nunca se había publicado y que a mí me parecía muy importante que se diera a conocer en un libro. Lo mismo con los dos juegos de Madrid, que son más sencillos que los de Ciudad Trujillo y Caracas, pero que tienen un valor histórico notable porque nunca se habían dado a conocer. Además, publicar las claves implicaba hacer una contextualización”.

“No se podía escribir con libertad”, explica Cloppet subrayando el escenario de la época. Son diecisiete años de exilio, varios atentados en ese período y una persecución funesta. Cuando Perón enviaba sus cartas, la intercepción era moneda corriente. “Entonces, lo que hace, cuando él escribe los informes o le manda cartas a los delegados, en el caso de Cooke, en el caso de Paladino, en el caso de Alejandro Leloir, que fueron los delegados que tuvo aquí, en la Argentina, cuando estaba en el exilio, es evitar que los servicios de inteligencia pudieran comprender lo que Perón quería decir en los mensajes. Según dicen, escribió catorce mil cartas, contando informes y mensajes. No todas estaban encriptadas, pero hay muchas de ellas que sí“.
Muchas de esas cartas, se lamenta Cloppet, están en la Universidad de Stanford: “No hay, por parte de la Argentina, un celo de guardar la memoria histórica. Entonces, todo esto se vende. Si se quiere consultar parte de la correspondencia de Perón, tiene que pedirla en la Universidad de Stanford: fuera del país. Lamentablemente la correspondencia que hay en la Argentina no es completa. No se conocen las catorce mil piezas. La búsqueda continúa, pero para aquellos que han hecho un estudio de la correspondencia. Yo cito algunos autores que han trabajado sobre el tema. Este aporte de las claves es una herramienta más para poder descifrar alguna de las frases o palabras que utiliza Perón que parecen descolgadas dentro de un texto”.
El 11 de junio de 1957, desde Caracas, Perón le escribe a John William Cooke: “Como las cartas importantes van a la mano, las que corren por correo son sin importancia. En todos los correos deben haber tipos que negocian con las cartas nuestras”. Entonces cambia de nombre: ya no firmará como “Pecinco” o “P.5″ sino como “Gerente”. Otro nombre que usa es “Teodoro”. Cooke, que siempre se dirigía al General como “Mi querido Jefe”, también puede cambiar: usa “Federico Zabaleta”, “Vidal” y “Pepe Canesa”. Cuando encubre a Julio Guizzardi lo hace hablando del “compañero G.1”, cuando se refiere a Oscar Albrieu dice Clemente, para Pedro Bidegain usa “David” o “Aceite” y en el caso de la ex senadora bonaerense Olga Gliozzi de Monzón la nombra “M.5”.
“Lo que más me llamó la atención, lo que más destaco es la genialidad de Perón para poder configurar un juego de claves”, y cita más ejemplos: “Al diario La Nación, por ejemplo, lo bautizaba como Sal. Al diario Clarín le decía Pinos. A Noticias Gráficas, Rejas. No es fácil porque, si bien es cierto que cambiaba los nombres, había que tener una contabilidad para descifrar cuando llegaba esa correspondencia. Después vamos a ver que hay personas: a Scalabrini Ortiz le decía ‘Arnaldo’, a Mercante le decía ‘Fidel’, a Jorge Antonio le decía ‘Ceferino’. Él disfrazaba los nombres con otros nombres de fantasía. Y después empieza a jugar con transcripción de letras. Ya había hecho algo parecido en Chile, cuando fue agregado militar, pero no con este desarrollo".

¿Cómo resuena todo esto en la actualidad? “Hoy tenemos las redes sociales, tenemos los Telegram, que se borra el mensaje. Pero se sigue escribiendo en clave a pesar de la tecnología moderna, sigue existiendo esta herramienta que es milenaria”, explica. Peronista de la vieja y paladar negro a la hora de analizar el presente, Ignacio Cloppet asegura que hoy, en este presente, “la imagen de Perón está tergiversada, está trillada, está manoseada. Lamentablemente lo giran a Perón para muchas cosas. Si Perón viviera estaría espantado”. Pone dos ejemplos: el asistencialismo (“no se busca una solución de fondo a los problemas del trabajado”) y lo que llama “el descuido de la soberanía nacional”. Lo dice sin vueltas: “Hoy se remata toda la Argentina”.
“Si los políticos quisieran sacar adelante a la Argentina, la receta está escrita por Perón, que es el documento doctrinario: La comunidad organizada, la actualización escrita en el año 74”, sostiene el autor de libros como Eva Duarte y Juan Perón: la cuna materna y Perón en Roma. Cartas inéditas. “Ese modelo argentino no solamente no fue leído, sino que fue enterrado por los políticos que vinieron en nombre del peronismo, desde Carlos Menem en adelante. Lamentablemente Perón está ausente en la política argentina. Lo que está presente es su nombre y la utilización de ciertas banderas que son usurpadas por políticos o por espacios que no tienen absolutamente nada que ver con la doctrina justicialista, que es eminentemente humanista y cristiana”.
También se refiere a lo que existe del otro lado del bipartidismo, el antiperonismo que late en el gobierno de Javier Milei, “que existe a flor de piel, en carne viva. Porque todos los males que le achacan a la Argentina se los achacan a Perón. Y en realidad, la factura que le pasan a Perón es desde la revolución del 43 en adelante. Hay cosas que no le perdonan a Perón. El liberalismo es el gran enemigo de la Argentina y es el gran enemigo de Perón. No le perdonan el haber transformado la Argentina y en haberla hecho una comunidad organizada, una democracia participativa, no una democracia liberal. Hoy no hay una vocación de unidad ni de querer lo mejor para el país. Hay una vocación de entrega. Hoy nos gobiernan los cipayos”, concluye.
* Ignacio Martín Cloppet presenta “Las claves secretas de Perón” el lunes a las 20:30 en la Sala Ernesto Sábato de la Feria del Libro junto a Diego Mazzieri y Oscar Castellucci.
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