“Budín del cielo” y la historia de Rosa, la profesora jubilada y feliz que nunca olvida a Sandro, su gran amor

Fragmento de una novela que se propone algo por fuera de lo habitual: una ficción sin conflictos dramáticos, una historia ligera, animada y colorida como los dibujos de su autora, gran artista y escritora

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La novela "Budín del cielo",
La novela "Budín del cielo", de María Luque, fue publicada por editorial Sigilo.

Fuimos con Norma a hacernos las manos. Entre ella, las dos manicuras y yo formábamos un cuadrado. Las sillas eran cómodas, pero estuvimos todo el rato con la cabeza girada hacia un costado para charlar y después nos dolía el cuello. Las manicuras eran bastante discretas, no como la que venía a domicilio. Solo participaron de nuestra conversación cuando elegíamos esmaltes y colores. Norma quiso que le limaran la uña con forma de almendra. La manicura intentó convencerla de que la punta fuera más afinada, como un pico de montaña. El pico de montaña es más moderno, le decía. Norma no se dejó convencer. Mis uñas no estaban muy largas, dijo la manicura que iba a darme una forma redondeada clásica. Elegí un esmalte crema casi blanco, debo tener varios ovillos de lana de ese color.

Norma nunca había ido a la presentación de un libro. Quería saber si iba a ser como una conferencia de prensa, se imaginaba que en primera fila iba a estar el noticiero y los fotógrafos del diario. Por eso quería estar arreglada. Le dije que no iban a entrevistarnos a nosotras. Me preguntó si teníamos que llevar regalos para la autora. Eso pasa en los estrenos de las obras de teatro, no en las presentaciones de libros. Norma igual opinaba que yo debería llevarle un presente a Margarita, algo hecho por mí, unas galletitas o un budín. Pidió que le contara la receta del budín del cielo, que me sale tan bien. Me daba vergüenza contarlo en voz alta delante de las manicuras. Sale bien porque uso una receta de mamá. En esa época no existía el colesterol y la comida era más exagerada. La receta de budín del cielo que aprendí de mamá es así:

En un litro de leche se clarifica un kilo de azúcar, después se cuela. Se baten tres docenas de yemas hasta que se liguen y se mezclen bien. Luego se coloca la mezcla en moldecitos chicos y se cuecen a baño María. No se sacan de los moldes hasta que estén bien fríos.

Las manicuras estaban horrorizadas. ¿Tres docenas de yemas? Sí, treinta y seis yemas y un kilo de azúcar. Por eso es tan rico, por eso es del cielo, es un budín que comería un ángel. Norma dijo que era el postre más delicioso que había probado. Pensaba que era mi mejor receta, que tenía que llevar una fuente para mis alumnos. Me pareció que Norma seguía sin entender cómo iba a ser la presentación. La imaginaba como un bautismo o un cumpleaños.

Un perro empezó a ladrar y ya no pude volver a dormir. Me puse primero para un costado y después para el otro. Repasé en la mente los posibles vestuarios para la presentación del libro de Margarita, la camisa azul iba ganando. Saqué la almohada para convertirme en línea recta. Tenía los brazos pegados al cuerpo y las piernas estiradas, la columna bien derecha formaba una línea perfecta, como si todo mi cuerpo estuviera descansando sobre un renglón. El renglón de abajo era el piso con alfombra, sobresalían apenas las pantuflas y la mesa de luz. En el renglón de arriba estaba el ventilador de techo y la lámpara. Y en el siguiente la vecina del tercero, los del cuarto, la del quinto, el vecino del sexto y en otro renglón la terraza. Y si pudiéramos pegar una hoja sobre esa, entraría también la atmósfera, las nubes, las Tres Marías y la Cruz del Sur. Sería un trabajo práctico especial, esos que se dan solo en la cercanía de algún fin de semana largo, cuando los pichoncitos tienen más tiempo libre. ¿Cuántas hojas debería pegar para representar la Vía Láctea? Me entretuve paseando por los renglones pero el sueño no volvía. El perro se quedó en silencio y me concentré en los sonidos de la calle. Un auto de vez en cuando, un colectivo lejos. La brisa movía las ramas del fresno y traía una melodía. Eran solo dos notas, se repetían siempre al mismo ritmo. Decían:

Ro-saaaa,

Ro-saaaa,

Ro-saaaa

Tardé solo un momento en reconocer la voz de las flores. Era el cantero del parque, las margaritas, las caléndulas y las tres rosas altas. Tenían insomnio igual que yo.

Rosa, la protagonista de "Budín
Rosa, la protagonista de "Budín del cielo", la novela de María Luque, es una profesora de matemática jubilada y buena cocinera, que sigue fantaseando con que Sandro se enamora de ella.

Rosa: esto es un poema.

Son las dos de la mañana,

todos duermen en el fresno.

¿Y las flores?

Las flores siempre te esperamos.

El Siamés fue el primero en reconocerme. Seguía teniendo cara de mal alumno y ojos casi transparentes. Me sonrojé con tantos elogios, no paraba de decirme cosas lindas. Norma escuchaba fascinada, enfocaba de costado como una paloma para verle bien la cara a mis alumnos. Algunos cambiaron tanto que no logré reconocerlos. El Siamés iba llamando a los que llegaban y hacía de entrevistador. ¿Te acordás de Jorgito, Rosa? Jorgito, eran cuatro hermanos varones, fuiste maestra de todos. Yo decía que sí, pero en realidad tenía un enredo en la cabeza. Los pichoncitos revoloteaban y querían saludarme, tantas caras me marearon. La que más me sorprendió fue Renata, de ella me acuerdo porque era una chica horrible. Contestaba en las clases, se creía más inteligente que las maestras. La vi tranquila y mejorada, algo se hizo en la cara, no parecía la misma. Cuando Margarita entró al salón todos hicimos silencio. Se veía un poco nerviosa porque era su primera presentación, nunca había estado al frente de un curso tan grande. Las sillas no alcanzaron y algunas personas se sentaron en el piso. Margarita me sonrió y me tiró un beso. Yo me senté con la espalda bien derecha y presté atención toda la clase. La señora de la editorial tenía las preguntas escritas en un papel. Los alumnos prestan menos atención cuando las maestras leen. Siempre es mejor hablar y mirar a los ojos.

Contanos, Margarita. ¿Qué libros había en tu casa de la infancia? ¿Cuándo supiste que querías ser escritora? Antes de que nos respondas me gustaría leer un fragmento de Silvina Ocampo que elegiste para el epígrafe:

«A mí me gusta el otoño, es más plástico, más delicado. La primavera es como una persona muy rica que se pone todas las alhajas que tiene. En cambio, en el otoño hay flores que se esconden».

Noté que algunos pichoncitos se distraían, les costaba quedarse quietos. A mí me entusiasmó saber que Margarita seguía interesada en las flores. Los poemas que escribía en el recreo siempre hablaban sobre la naturaleza. Margarita vivía en pleno centro, cerca de la escuela. Creo que la naturaleza le atraía porque era un misterio para ella. Una vez me contó que no sabía andar en bicicleta, sus papás nunca le habían enseñado. Algún compañero la descubrió y se burlaban de ella en los recreos. Entonces Margarita se quedaba charlando conmigo en vez de salir a jugar. Me mostraba los libros que sacaba de la biblioteca y yo la alentaba a escribir. Margarita acomodaba las palabras de forma inesperada sobre el cuaderno. Decoraba los poemas con dibujos y con hojas secas que juntaba en el patio. A lo mejor ahora es escritora gracias a mí, a los consejos que yo le daba.

Margarita respondía las preguntas con tranquilidad. Mencionaron muchos personajes y un árbol genealógico que estaba impreso en la primera página del libro. En las ramas aparecían las caras dibujadas de tres generaciones. Margarita dijo que era una ficción basada en la historia de su familia. Su abuela había fundado un negocio de ropa en el que trabajaron todas sus tías y su mamá. En la novela contaba la historia de ese negocio, desde su fundación en 1956 hasta su cierre en los noventa. La señora de la editorial le preguntó por el árbol multifrutal que había en el patio de la fábrica de ropa y en ese momento el Siamés me dio un codazo. El árbol multifrutal estaba en la escuela en realidad. El Siamés sacaba de ahí las mandarinas que dejaba sobre mi escritorio cuando se portaba mal. Imagino que así funcionará la ficción: se cambian las cosas de lugar y se inventan nombres nuevos para los parientes.

María Luque es una exquisita
María Luque es una exquisita artista plástica y narradora.

Margarita empezó a firmar libros apenas terminó la presentación. Quise comprar uno para que no se viera en el compromiso de hacerme un regalo. Lo pagué con la tarjeta de la jubilación, muy caro no era. Me puse en la fila pero todos me dejaron pasar. Norma estaba pegadita a mí,quería que le presentara a mi alumna famosa. Margarita se alegró tanto al verme, me abrazó y dijo que siempre me recordaba. Su cara se puso un poco roja y dijo que tenía que hacer una confesión. En el libro aparecía una señorita que le daba clases a la protagonista. La señorita enseñaba geometría con pasión. Me dijo que en vez de Rosa se llamaba Violeta, pero que lo había escrito pensando en mí. Violeta es un lindo nombre, le dije. Ella empezó a dedicarme el libro y Norma me pellizcaba la mano: ¡Aparecés en una novela, Rosa!

Margarita usaba una lapicera color verde oscuro y con letra redonda escribió:

Rosa: esto es un poema.

tus dibujos de polígonos

todavía existen

dentro de este libro.

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