Llegó el momento. Este sábado 12 en el teatro Ópera de Buenos Aires, Tindersticks, una banda británica a quien le cabe perfectamente la caracterización “de culto”, brindará su primer show en Sudamérica (luego se presentarán el lunes 14 en Santiago de Chile y el miércoles 16 en San Pablo). Una pequeña deuda quedará saldada: durante su primera etapa en los años noventa, Tindersticks pareció rozar una popularidad que nunca llegó a consolidarse aunque aquí están, en el primer cuarto del siglo XXI. Lejos de cualquier concesión, el grupo ha mantenido una trayectoria discreta pero fértil, refinando su lenguaje musical con cada nueva entrega.
Sus álbumes iniciales de hace treinta años, como el homónimo de 1995 y Curtains, les valieron elogios de la crítica y un contrato con una gran discográfica, pero su propuesta musical —melancólica, sofisticada y de atmósferas crepusculares, con ecos de soul de los años 70— chocaba con las tendencias más estridentes del rock alternativo británico del momento. Su estética austera y su sensibilidad introspectiva los alejaron del público masivo, pero aún así, mantienen un sólido prestigio global cultivado por buenos discos y bellas canciones que se nutren de esa atmósfera de romanticismo trágico.
Ahora llegó el tiempo de mostrar ese particular sonido en esta parte del mundo. “Es momento de hacer que estas canciones sean reales, de entregarlas en persona. Esta es la motivación fundamental para cada concierto”, le dijo Stuart Staples, guitarrista, cantante y principal compositor de Tindersticks a Infobae Cultura, en la semana previa de su show en Buenos Aires.

—Esta es vuestra primera visita a Sudamérica. ¿Que esperas descubrir en Argentina, Brasil y Chile?
—¡Para un chico de las grises y sombrías Midlands de Inglaterra, las ciudades de Sudamérica parecían el colmo del exotismo! Ahora, a través de nuestra música, y después de 30 años, se nos ofrece esta experiencia completamente nueva de visitarlos. Eso es muy emocionante para nosotros. Es un momento especial. Tocar un concierto es tanto sobre la audiencia como sobre el artista; se trata de crear algo juntos, de generar un sentimiento que compartimos. Siento mucha curiosidad por lo que crearemos juntos.
—Es sabido de la gran respuesta del público griego para la música de Tindersticks ¿podrías explicar, en tu opinión, por qué sucede ese?
—¡Creo que amo Grecia más de lo que Grecia me ama a mí! Paso tanto tiempo como puedo allí. Pero sí, cuando comenzamos, Grecia y Portugal fueron los primeros países en realmente conectar con nuestra música. Curiosamente, son nuestros dos países europeos favoritos para visitar después de todos estos años. Hay una tristeza en los océanos que los rodean, pero los griegos y los portugueses también tienen un gran sentido del humor.

—Continuando con los países, ¿cómo es tu vida en Francia? ¿Qué cosas disfrutas?
—Dejamos Londres y nos mudamos a la zona rural de Francia hace muchos años. Necesitábamos una sensación de espacio y eso resultó ser algo estupendo. Mi estudio se siente como si flotara “en algún lugar de Europa”; no está definido por sus alrededores, cultura local o por otras personas.
—Han pasado tres décadas desde que comenzaron como banda y sucedieron muchas cosas: cambios, pérdidas, pausas... ¿Cómo mantienen una relación grupal y humana armoniosa para continuar juntos?
—Creo que es importante dentro de una banda que sus miembros se juzguen a sí mismos por sus propias fortalezas y no en comparación con las fortalezas de otros. Creo que tenemos una alta apreciación de lo que cada uno aporta al conjunto.

—¿Crees que existe un “sonido Tindersticks”? ¿Cuál sería la forma de identificarlo?
—Después de grabar y producir música durante tanto tiempo, estaría decepcionado si no hubiera un “sonido Tindersticks”. Ese sonido está hecho de 1.000 pequeñas decisiones. Pero en realidad, soy un tipo que espera ser conmovido por una idea, luego conmovido por las reacciones de los que me rodean, conmovido por un momento de capturar esa idea, de interpretarla. Conmovido por una audiencia recibiendo y atesorando esa idea.
—¿Crees que hay una cierta nostalgia por los 90? Habiendo vivido esa época, ¿puedes entender la fascinación de las generaciones jóvenes por los íconos culturales de esa década?
—Ahora entiendo que fue un momento positivo, un momento de posibilidades, de libertad, antes de que la tecnología y las redes sociales lo cambiaran todo. Pero en ese momento, cómo eso se manifestaba en la cultura principal del Reino Unido era algo enfermizo: dinero, exceso de confianza, presunción, con frecuencia degradación de las mujeres y mucha música mala. Me encantaría sentir algo de positividad ahora, pero no siento nostalgia por los 90 en absoluto.
—La música que han compuesto para las películas de Claire Denis es una parte importante de vuestra historia. ¿Podrías explicar cómo nació ese vínculo? ¿Cuál es tu película favorita de ella y por qué?
—Mi película favorita de Claire es Beau Travail (Buen trabajo) pero probablemente porque no trabajé en ella ni pasé meses conociendo cada fotograma. Pude sentarme en el cine y simplemente disfrutarla. En el ‘95 Claire pidió usar nuestra canción “My Sister” en su nueva película; nosotros sugerimos hacer toda la banda sonora y ella aceptó. No creo que ninguno de los dos esperara que esta relación siguiera creciendo. Su trabajo es inspirador; cada película nos pide explorar una forma desconocida de hacer nuestra música. Espero que a cambio ella reciba algunos retos y sorpresas agradables.
—Finalmente, ¿cómo te afectó la noticia de la muerte de David Lynch? Te pregunto esto porque en 2014 participaste en el show In Dreams: David Lynch Revisited y has hablado de tu gusto por sus películas. ¿Hay algún rastro de esa influencia “lynchiana” en la música de Tindersticks?
—Algunas obras de arte te cambian, cambian tus percepciones del mundo. Y al salir del cine después de ver Terciopelo azul por primera vez, yo era un joven cambiado. Así que sí, siento su presencia, su musicalidad en nuestra música. En este momento, especialmente la siento todas las noches cuando tocamos nuestra canción “Stars at Noon”. David Lynch dejó atrás un increíble y singular cuerpo de trabajo. Pero, más importante aún, parece que fue amado por su familia, amigos y colaboradores. Ellos lo extrañarán profundamente.
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