
«Nosotros éramos los leopardos, los leones; los que ocuparán nuestro lugar serán pequeños chacales, hienas; y todos nosotros —leopardos, chacales y ovejas— seguiremos creyéndonos la sal de la tierra».
Cuando Giuseppe Tomasi di Lampedusa presentó el manuscrito de Il Gattopardo a las prestigiosas editoriales Mondadori y Einaudi ambas lo rechazaron. El clima de época allá por los años 50 en Italia no iba de la mano con el tono melancólico y fatalista de su texto. La novela se publicó por primera vez en 1958, de manera póstuma, y fue recibida tanto con admiración como con escepticismo. Esta historia apasionante sobre la época del Risorgimento y la unificación italiana se daba de cabezas con el discurso de posguerra que reinaba en la sociedad ya que lejos de celebrar la unificación de Italia planteaba la famosa premisa que se convertiría en categoría intelectual, el gatopardismo: “para que nada cambie es preciso que todo cambie”. La novela de Lampedusa se detiene precisamente en ese enclave al presentar una aristocracia en decadencia que, a la par que una nueva clase burguesa, intenta acomodarse en el nuevo sistema a toda costa, sin importar los acuerdos, las tramoyas, las coimas, los chantajes que sean necesarios.
Ambientada en la década de 1860, El gatopardo se desarrolla en una Sicilia convulsionada por la inminente llegada de Garibaldi, quien por medio de las armas planea tomar la isla para que se rinda y se sume a la unificación y así lograr una Italia democrática con el derrocamiento del rey Felipe II y la posterior llegada de Victor Manuele II. A los ojos del protagonista, Don Fabrizio, príncipe de Salina, esta llegada implica el fin de un ciclo personal, familiar y social. Su autoridad en Palermo se va desdibujando a medida que otros actores sociales avanzan posiciones y comienzan a ocupar espacios de poder. Don Fabrizio es culto, ha ganado premios por sus estudios de astronomía, es un gran lector, gran bailarín, buen mozo y mujeriego a pesar de estar casado con una mujer conservadora y ultracatólica. El Risorgimento llega a la isla con promesas de unidad nacional, democracia y mayor igualdad de oportunidades pero Don Fabrizio sabe que esto no es más que una nueva turbulencia que lo obliga a mover fichas para poder sostener su modo de vida. Varios personajes irán hilando esta nueva realidad. Por un lado, un sobrino amado, Tancredi Falconeri (halcón negro), quien con un ojo en la revolución y otro en la supervivencia es quien le va a explicar a su tío que unirse a los camisas rojas de Garibaldi es su forma de hacer que “para que nada cambie es preciso que todo cambie”. Tal vez el personaje más dual de toda la novela, Tancredi es la representación perfecta del gatopardismo. Su ascenso es directamente proporcional a su capacidad de adaptarse a la nueva realidad. Por otro lado, tenemos a Don Calogero Sedàra, un hombre de origen humilde y con poca cultura que ha logrado amasar una fortuna considerable a base de manejos espurios y préstamos usureros desde su lugar de alcalde de Donnafugata, el feudo de don Fabrizio. Sedara quiere ser parte de la nobleza representada en el bon vivant de Don Fabrizio pero todo le demuestra que en esa cuna se nace y, en su afán de pertenecer, compra títulos de nobleza, otra gran clave en esta novela: todo se compra. En una vuelta de tuerca magistral, Sedara y Corbera acuerdan el casamiento de Angélica -única hija de Sedara- y el sobrino dilecto, Tancredi. Este casamiento representa la unión entre la aristocracia decadente y el nuevo orden social. Ambos obtienen lo que quieren: se sostienen en el poder, logran pertenecer a la aristocracia y su patrimonio incrementa. Podemos decir, sin temor a equivocarnos que tal vez hoy, de maneras más elípticas, este patrón de asociaciones sigue siendo la maquinaria que maneja el poder.

La cuna aristocrática de Lampedusa ha sido claramente la fuente de inspiración de esta, su única novela, que logra plasmar aspectos domésticos, íntimos y muy detallados sobre la vida de una familia de estirpe en la Sicilia de finales del siglo XIX. Entre ellos, destaca en la novela la relación absolutamente dependiente con la iglesia, representada en la figura del padre Pirrone, confesor, consejero y muchas veces testigo de las andanzas poco católicas del Príncipe. El padre Pirrone muestra una parte más que relevante de la sociedad Siciliana, que mira a Dios con un ojo y a la nueva realidad con otro sin poder conciliar la fe con las situaciones en la vida real. Las intervenciones del padre Pirrone están cargadas de escepticismo, resignación y -de nuevo- el instinto de supervivencia frente a cambios sociales que claramente ponen en jaque el lugar de la iglesia. De nuevo, todos se acomodan.
Dividida en capítulos fechados desde el 1 de mayo de 1860 al 7 de junio de 1910 la novela recorre una idea, la del resurgimiento. Don Fabrizio participa del plebiscito organizado en Donnafugata para votar por la unificación o no. El voto no es secreto y Fabrizio vota por el sí, en un gesto claramente demagógico a la vez que resignado. Pero la votación está plagada de vicios. La aparición de Tumeo, un campesino en apariencia bruto o de poca capacidad intelectual y compañero de caza del príncipe, aporta la mirada verdaderamente disidente cuando cuestiona que el sufragio ha sido fraguado ya que él votó por el no y su voto no está registrado en ninguna parte. Sus conversaciones con el príncipe rescatan esa lucha de clases en la que los campesinos comprenden a la perfección que ningún cambio que se geste desde las altas esferas del poder significa un cambio para los desposeídos.
Hace más de 60 años que se publicó El gatopardo y la vigencia de sus temas la convierte en un clásico moderno y universal. Nada se escapa en el entramado de estas familias que están dispuestas a todo para sobrevivir. Hay también amor y desamor, historias prohibidas y un perro, Benedicó, que merece una novela para sí mismo. Hay también un tono melancólico, sí, y triste, también. Y viene de la certeza de que lo que allí se cuenta de manera ficcional lo vivimos en el día a día cuando nuestros representantes muestran los hilos de sus manejos políticos que apuntan solo a mantenerse en el poder. Las crisis en los sistemas electorales, la desigualdad de clases, la perpetuación de la pobreza y de la riqueza anquilosadas en mundos antagónicos que se sostienen para el bien de unos pocos. El poder toma nuevas formas pero no cambia. Los que están arriba se sostienen y los que ascienden por medio de acciones cuestionables (que son casi todos) se abrazan al nuevo orden. El ejemplo en esta novela está claro: Fabrizio se quiere mantener y, al ascender, Sedara está dispuesto a todo para mantenerse, incluso si esto significa borrar la historia de su familia, a su mujer y comprar un título de nobleza para su hermosa hija. Giuseppe Tomasi di Lampedusa escribió un tratado sobre el poder. Y es siempre el mismo, son pocas cartas y los poderosos tienen siempre el as de espada en la manga.
El gatopardo se escribió aquí, en Argentina, esta mañana.
“Por lo demás ¿para qué tenía que suceder? ¿Y qué ocurrirá entonces? ¡Bah!, negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil y luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado.”
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