
Existen muchos ejemplos en el universo de las editoriales para niños y niñas de editores y autores cuya profesión de base no es la literatura ni nada que se le acerque. Es el caso de María Celina Alonso, fundadora y editora de Lecturita, sello nacido en Mar del Plata.
Los caminos que la condujeron a que su editorial sea parte hoy de la shortlist de los Premios BOP a las Mejores Editoriales Infantiles del Año por la sección Caribe, Centro y Sudamérica que otorga la Feria del Libro Infantil de Bolonia se remonta a tiempo atrás. Recibida de arquitecta graduada en la UNMDP, su trayectoria profesional la llevó a trabajar en empresas en Buenos Aires y a residir en Estados Unidos y Brasil, experiencias que enriquecieron su mirada creativa y profesional.
Afincada nuevamente en su ciudad natal, ya madre, fundó en 2018 el club de libros “Lecturita”, un proyecto que buscaba, a partir de una curaduría dedicada, acerca libros a niños, niñas y sus familias por medio de una suscripción.
Dos años después, ya familiarizada con el sector, y contando con una mirada estética que la precedía, dio un paso más en esta misión y creó Lecturita Ediciones, un sello independiente que apuesta por una literatura infantil de calidad y la expansión de nuevos horizontes editoriales.

—¿Cómo se construye la identidad lectora?
—La identidad lectora va surgiendo poco a poco y es algo que se sigue construyendo durante toda la vida. No hay un recorrido único; pero sin dudas, las primeras lecturas dejan una huella muy profunda y más si nuestro contacto con libros comenzó temprano, en la infancia. Porque leer no solo se trata de historias, sino de las cosas que nos provocan y evocan esas lecturas, algo mucho más sensorial, que también puede relacionarse con los vínculos que tenemos a lo largo de la vida, como al recordar a una abuela que nos leía cuentos de misterio en vacaciones o a una maestra que nos motivó para encontrar lo que nos gusta.
A medida que vamos creciendo, vamos encontrando libros que nos atrapan y, seguramente también, otros que no tanto y que preferimos dejar. Y en esa elección, vamos construyendo nuestra identidad lectora tan única y tan personal. Hay chicos que se enganchan solo con historietas, otros con novelas, cuentos, libros informativos… Lo importante es explorar hasta encontrar algo que realmente nos atrape y nos contagie las ganas de seguir leyendo.
—¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer?
—Por supuesto. A veces, solo hace falta que llegue a nuestras manos ese libro que nos hace un clic. Puede ser por la historia, por cómo está escrito, porque te ves reflejado en un personaje o porque toca un tema muy cercano o, por el contrario, que se tan lejano que nos invada la curiosidad. No hay fórmulas. También nos puede pasar que alguna persona especial nos acerca un libro determinado —una hermana, un profesor, una tía— y eso hace que nos dispongamos a leerlo de una manera más abierta y fácil. Pero también hay otras veces donde el libro que nos atrapa lo encontramos por casualidad, y cuando eso ocurre es maravilloso.

—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores, ¿puede surgir un ávido lector?
—¡Claro! Obviamente que crecer en una casa con libros, donde vemos a nuestra mamá, papá, hermanos mayores, abuelos leyendo, comprando libros, hablando sobre sus lecturas… ayuda y estimula, pero no es un requisito. Muchas veces nuestro encuentro con los libros sucede afuera. Puede ser en la escuela, con algún maestro que nos transmite el amor por los libros, una biblioteca en el barrio donde tenemos acceso a libros que de otra manera jamás conoceríamos, un amigo lector que nos presta un libro que a él o a ella les gustó tanto que quiere contagiarnos ese entusiasmo. Además, hoy en día también están las redes, donde se arman comunidades lectoras que acercan libros y despiertan un gran interés, donde se genera un ida y vuelta con comentarios, se comparten recomendaciones y consejos de lectura. Creo que no importa de dónde venga cada uno, de una casa muy lectora o de una sin libros, todos podemos ser muy lectores si en nuestro camino se cruzan libros que nos atrapen, nos despierten la curiosidad y, sobre todo, nos emocionen de alguna manera.
—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?
—Sí, ¡hoy! Cualquier momento es bueno para empezar a leer. Creo que, como todo, cuando antes comencemos, mejor será y el lazo con la lectura será mucho más fuerte y profundo.
No es novedad que a los bebés les encantan los libros. Porque, además, cuando decimos “leer”, tenemos que entender que hay muchas maneras de hacerlo. Los bebés pueden escuchar sonidos, palabras, descubrir formas, colores y disfrutar de escuchar la voz de mamá con un tono suave, alegre y amoroso que queda grabado en nuestra memoria emotiva. Y a medida que los chicos y las chicas van creciendo, los libros los siguen acompañando en muchos momentos. Leerles un cuento antes de dormir no solo estimula la lectura, sino que también es una rutina que para mí es mágica.
Quienes empiezan a leer en la escuela o en la adolescencia también pueden descubrir un gran placer. No solo de aprender cosas, sino de sentir los libros como compañeros de ruta, donde hay historias en las que sentirse identificados, validados o aquellas que son capaces de hacernos reflexionar o ver las cosas de otra manera. Por eso, no hay un momento mejor o peor para empezar a leer. Lo único cierto es que es una actividad que no se acaba jamás.
—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o creés que hay otros tipos de mediadores?
—Ser mediador de lectura es ser un puente entre los libros y los lectores. Pero no es acercar cualquier libro a cualquier lector, es ir abriendo puertas de a poco y, sobre todo, hacer que quien lea sienta placer al leer.
Y si bien muchos mediadores están en el ámbito educativo —docentes, bibliotecarios, promotores de lectura—, también hay madres, padres, familiares cercanos que cumplen este rol, como también un librero que nos va conociendo, amigos que nos recomiendan un libro porque saben que nos va a gustar, y hasta puede ser una cuenta que sigamos en las redes donde nos contagian el amor por la lectura porque cada recomendación que hacen nos gusta y despierta nuestro interés.
En nuestro caso, la idea de armar el club Lecturita surgió, en cierta manera, desde este rol. Siempre tuvimos en claro que no queríamos ser solo una suscripción, sino brindar la posibilidad de generar una experiencia en la que despertáramos el amor por leer. Pienso que la lectura nunca es un acto en solitario y siempre es más lindo, sentido y entretenido cuando alguien nos acompaña en el camino.
—¿Recordás tu primer encuentro con libros?
—Recuerdo que descubrir a Mafalda durante mi infancia cambió mi manera de relacionarme con los libros. Los leía una y otra vez, no podía creer su forma de cuestionarlo todo. Me divertían mucho los distintos personajes y las maneras diferentes de ver el mundo. Me acuerdo cuando completé la colección. Tenía todos los tomos en una repisa en mi cuarto y me encantaba ver los lomos enumerados. Es más, hoy en día, Mafalda sigue estando muy presente en mi casa. ¡A mis hijos también les gusta mucho!
[Fotos: Gentileza María Celina Alonso y archivo Infobae]
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