
El escritor español Fernando Aramburu publica Hombre caído, un libro de relatos sobre “aspectos poco nobles o crueles de la existencia humana”, aunque abordados con humor y “elegante ironía”, señaló el autor de Patria. Tras haberse dedicado en los últimos tiempos a la novela, el prolífico escritor publica un nuevo libro de relatos trece años después del anterior, en esta ocasión compuesto por catorce cuentos “de distintos asuntos y con distintas técnicas narrativas”. Eso sí, con un hilo conductor, un asunto que le ha preocupado a Aramburu toda su vida, y “es esta dificultad del ser humano para establecer relaciones armónicas duraderas”, según indicó en Madrid.

Hombre caído
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El deseo de venganza, la crueldad, la obsesión por la estética o el miedo a envejecer y a la muerte son algunos de los temas que aborda Fernando Aramburu en su nuevo libro de relatos, un formato que utiliza para explorar “aspectos poco nobles o crueles del ser humano”. El autor de Patria (2016) se aleja de la temática de su serie Gentes vascas, con la que ha logrado el mayor reconocimiento, para hilar catorce historias que exploran paradojas o dilemas, que van del terror al humor absurdo y donde lo inesperado irrumpe, a menudo fatalmente, en la rutina.

“Hay tantas cosas gratas en la vida, el amor, la amistad, el compañerismo, y entonces a veces esto conduce a una convivencia que, en un momento determinado, empieza a desgastarse y a veces incluso se rompe”, explicó el autor de 66 años. “Me valgo del formato del cuento precisamente para expresar aspectos poco nobles o crueles de la existencia humana”, abundó.
Hombre caído es una colección de relatos que navegan entre la emoción y el terror, el absurdo y la sorpresa, la angustia y la inquietante normalidad. El autor disecciona la complejidad de las relaciones humanas y las emociones más profundas que atraviesan la vida cotidiana. Hay personajes que, en situaciones ordinarias, toman decisiones que los llevan a terrenos insospechados. Una mujer que renuncia al cuidado de sus padres enfermos para dedicarse a fotografiar ardillas en un parque, un joven que afirma haber vengado a su hermano después de una agresión, un padre que encuentra una historia sorprendente al comprar un peluche de segunda mano y un hombre caído en la calle, a quien los transeúntes no pueden ayudar.
Estas historias, aparentemente dispares, están unidas por un hilo común: el retrato de la condición humana en sus múltiples dimensiones. Cada personaje enfrenta dilemas que los llevan a situaciones extremas, poniendo a prueba sus emociones, valores y reacciones ante lo inesperado. “El núcleo central alrededor del que giran los cuentos es la poca estabilidad de las relaciones humanas (...), la dificultad para establecer relaciones armónicas duraderas, especialmente las fraternales y las conyugales”, señalado el autor vasco, que actualmente reside en Hannover (Alemania).

A menudo el punto de partida es una imagen, un temor o una pesadilla que se instala en su mente y necesita liberarse de ella. “Son posibilidades humanas que me inquietan o me incomodan y, al objetivarlo en un cuento, tengo la sensación de que me quito de encima esos asuntos y se los endoso a los posibles lectores”, asegura.
Así, en “Fotos de ardillas” habla de las dificultades que entraña el cuidado de los mayores y en “Culo subido” se burla de la obsesión por la estética. Hay relatos más existencialistas como “El suicidio de Richi Pardal” o con evocaciones bíblicas como “Hombre caído”, que da título al libro y que es también un dardo contra la indiferencia. Dice Aramburu que no tiene “esa capacidad que tienen otros de ver un más allá ni una trascendencia” y que eso le lleva, más que a “un sentimiento trágico de la vida”, a “una aceptación más o menos estoica” y, sobre todo, a “jugar” sus cartas de la manera más constructiva posible.

El humor como ingrediente esencial
“No estoy de acuerdo con el personaje de Dostoyevski que considera que, si no hay Dios, todo está permitido; yo hice un esfuerzo, con ayuda de la conversación con los amigos y de algunas lecturas, para ser un hombre moral”. El humor es también un ingrediente esencial de su literatura, dice, como lo es de su vida. “Tuve la fortuna de tener un padre que disfrutaba haciendo reír a los demás, desde la niñez la tendencia al humor es natural en mí, de hecho, a menudo tengo que echar el freno para no propasarme”.
“El humor es una faceta de mi vida personal. Lo llevo conmigo, no tengo que impostarlo”. Pero “el tipo de humor al que yo soy adicto no es el humor de comedia (...) Surge combinado con facetas negras, dolorosas, dramáticas, fúnebres, de la vida humana”, detalla el autor vasco.
Para Aramburu la inspiración para los cuentos le viene de sueños, fotografías o imágenes que ve en libros de arte que consulta en la librería de algún museo en Hanóver, la ciudad alemana donde reside desde hace décadas.

Adiós al columnista
Hombre caído supone el regreso al relato de Aramburu trece años después de El vigilante del fiordo (2011). Su dedicación al género es regular, afirma, y espera poder publicar todos los cuentos juntos en un solo volumen en un futuro, dejando al margen los infantiles y “Los peces de la amargura”, que incluye en la serie Gentes vascas.
Dice que el formato le permite también una mayor experimentación creativa y disfrute. Lo que no tiene intención de retomar son las columnas de opinión, que escribía regularmente en el diario El País hasta noviembre pasado y que abandonó porque “no estaba a gusto”. “Creo que esa tarea excede mis capacidades y, sobre todo, contradice mi disposición a un tipo de escritura más serena, más meditada”, explica. “Fuera de la escritura soy tan canalla como cualquier otro pero en ese espacio que yo llamo la escritura necesito ser auténtico”.
Aramburu sostiene que la obligación del escritor es “ir a lo concreto, a lo singular” y evitar las generalidades hablando de la gente, la masa, la muchedumbre o la sociedad. “En cuanto el ser humano pierde el rostro, en mi literatura ya no entra”, afirma.
Es consciente de que sus lectores esperan historias sobre el País Vasco, pero recuerda que éstas no suponen “ni siquiera la mitad” de lo que ha escrito. “Uno tiene una pequeña ambición creativa y no quiere tocar la misma música siempre”, explica. “Mi vida no se limita a la evocación de mi tierra natal y a muchas cosas desagradables y violentas que allí ocurrieron”.
Fuente: AFP (con información de EFE)
[Fotos: Javier Soriano/AFP]
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