El escritor brasileño Marcelo Rubens Paiva balanceaba alegremente su silla de ruedas de lado a lado, bailando con miles de carnavaleros que se encontraban allí para celebrarlo a él y a su obra. Segundos después, un hombre no identificado le mostró el dedo medio, luego le arrojó una lata de cerveza y una mochila que lo golpearon en la cabeza.
Paiva, un autor popular en Brasil durante cuatro décadas, ha tenido días y encuentros intensos desde que la película basada en su libro de 2015 Aún estoy aquí se convirtió en un éxito de taquilla y motivo de orgullo nacional. El filme, un raro éxito masivo en su país, tiene tres nominaciones al Oscar, dos de ellas en relevantes categorías.
Mientras millones de brasileños aman la historia por contar verdades largamente esperadas sobre la dictadura militar del país entre 1964 y 1985, otros la ven como propaganda de izquierda. Paiva se ha sentido consternado por la avalancha de odio, principalmente en redes sociales, dirigida hacia él.

“Es simplemente (nuestra) historia contada de la manera que creemos que debe contarse, de la manera en que nuestra familia la vivió, para que nunca vuelva a suceder”, dice el autor, de 65 años, en su departamento en San Pablo. “Les aseguro que algunos de los que están en la extrema derecha o en la derecha la han visto y tal vez cambiaron su opinión”.
Aún estoy aquí está nominada a “mejor película” y “mejor película internacional”, mientras que Fernanda Torres, quien interpretó a Eunice, la madre de Paiva, compite en la categoría “mejor actriz”. La película se centra en la desaparición de Rubens Paiva, el padre del autor, y la lucha de décadas de Eunice para obligar a las autoridades a confirmar su muerte.
La historia de “Aún estoy aquí”
Paiva, uno de cinco hermanos, ha conocido el éxito pero no tanto la controversia. Su libro de 1982 Feliz Año Viejo, que narra su vida antes y después de un accidente de buceo que lo dejó en silla de ruedas, vendió más de 1,5 millones de ejemplares. También es un dramaturgo galardonado, ex presentador de un programa de entrevistas en televisión y activista político.

Pero dice que nada lo preparó para el impacto repentino que tuvo Aún estoy aquí desde que ganó el premio al mejor guion en el Festival de Cine de Venecia. Desde entonces, le han seguido muchos otros premios. “Esto es muy diferente; es más intenso debido a las redes sociales”, comenta. “La gente (alrededor del mundo) reacciona de la misma manera a esta película, con la misma emoción que sintieron los brasileños”.
Después del libro sobre su accidente, sabía que aún tenía otra historia importante que contar. “Yo era el hijo de un político desaparecido; pocas personas sabían lo que había sucedido durante la dictadura”, dice.
Eso se debía en gran medida a que el Congreso aprobó una ley de amnistía en 1979, cuando la dictadura llegaba a su fin, eximiendo a los perpetradores de crímenes políticos de ser procesados. Las grietas comenzaron a aparecer en 2011, después de que la entonces presidenta Dilma Rousseff, una ex guerrillera que fue torturada durante la dictadura, estableciera una comisión nacional de la verdad para investigar sus abusos. Fue una de las semillas para el libro de Paiva y, más tarde, para la película.

“La gente estaba pidiendo reparaciones para las familias de los políticos desaparecidos, demandaron a los torturadores de mi padre”, afirma. “Los militares mostraron que estaban molestos porque sus colegas y sus compañeros golpistas estaban siendo atacados. Las acusaciones se estaban publicando, así que comenzaron a amenazar la democracia de Brasil. Y poco a poco volvió a estar en duda”.
La oposición de Bolsonaro
Las antiguas críticas hacia la familia Paiva han venido notablemente de un hombre: Jair Bolsonaro, el ex capitán del ejército que llegó a la presidencia (2019-2022) montado en una ola de populismo antiestablishment.
En 2014, el entonces legislador Bolsonaro escupió una estatua del fallecido Paiva en el Congreso, acusándolo a él y a su familia de estar al servicio de terroristas comunistas. Sus afirmaciones se remontan a la década de 1990 y vinculan falsamente una finca que poseía la familia del escritor -cerca del lugar donde creció Bolsonaro- con un grupo guerrillero.
“Cada año, él hacía un discurso contra mi padre, inventando historias”, dice Marcelo Rubens Paiva. “Una vez, dijo que mi padre había sido asesinado por sus camaradas que estaban en la lucha armada, porque había revelado cosas durante las sesiones de tortura. Fue la primera vez que escuché a alguien contar una historia tan absurda, sin pruebas, y la gente lo creyó. Descubrí el poder de las redes sociales en crear una nueva narrativa, una mentira”.

Bolsonaro dijo en una entrevista que no había visto la película, pero sus aliados han arremetido contra ella, diciendo que Rubens Paiva murió en “una guerra”, como muchos de ambos lados. La Comisión de la Verdad de Brasil encontró que al menos 434 personas murieron a manos del régimen militar, incluidas 136 que desaparecieron.
Paiva publicó Aún estoy aquí cuando el alzheimer borraba la memoria de su madre. El director Walter Salles compró los derechos en 2017, pero eligió no hacer la película durante la presidencia de Bolsonaro. “La gente en todas partes tiene miedo de ver cómo sus democracias se convierten en dictaduras”, afirma el escritor. “Esta película glorifica la democracia y el entendimiento de que los derechos humanos y la empatía están en falta”.
“Misión cumplida”
Sumando a los recientes logros desde el estreno de la película, el certificado de defunción de su padre, obtenido por primera vez por su madre en 1996, fue actualizado en enero de 2025 para ir más allá de una simple confirmación e incluir: “muerte violenta causada por el Estado brasileño en el contexto de persecución sistemática a la población identificada como disidente de las políticas del régimen dictatorial instaurado en 1964”.

Ahora el Supremo Tribunal Federal de Brasil deberá decidir si el único sobreviviente entre los torturadores de Rubens Paiva, el general José Antônio Nogueira Belham, puede ser juzgado. Activistas de derechos humanos en Brasil han argumentado que ocultar cuerpos es un crimen continuo que no está cubierto por la ley de amnistía del país.
“Veo la literatura como una misión, y siento que la mía fue cumplida”, concluye Paiva. “La misión de la película está cumplida, incluso si no gana ningún Oscar”.
Fuente: Associated Press
[Fotos: prensa Sony Pictures Classic; AP Photo/ Andre Penner; REUTERS/ Lais Morais; EFE/EPA/Ettore Ferrari]
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