
En el avión, como música de fondo, en el concierto de Año Nuevo o en los bailes de Viena, las composiciones de Johann Strauss II siguen muy presentes en Austria que celebra este año el bicentenario del nacimiento del rey del vals.
“Ha sido amado a través de todas las épocas”, dice entusiasmada la turista británica Helen Foster, que visita el museo consagrado al virtuoso en la capital mundial de la música clásica. En Viena, las embriagadoras melodías de Strauss persisten entre las predilectas de una población que se deleita con el “Danubio azul”, el himno oficioso del país alpino.
El bicentenario de su nacimiento, el 25 de octubre de 1825, es el pretexto para numerosos eventos para ensalzar su figura: conciertos, exposiciones o insólitos homenajes como el de Austrian Airlines, que ha redecorado un avión con la efigie del compositor.

Música para “subir la moral”
Su música alegre y pegadiza evoca inmediatamente un ambiente festivo y despreocupado, con una decoración ‘belle époque’ y mujeres en vestidos de gasa del brazo de hombres con frac. Eran composiciones pensadas para ser accesibles y “subir la moral de la gente”, afirma Eduard Strauss, descendiente del músico y juez jubilado de 69 años.
Viena era entonces la sobrepoblada capital de un imperio multiétnico y autoritario en decadencia, un faro de modernidad al mismo tiempo enfrentado a epidemias de cólera y a dificultades económicas en una Europa en guerra. “A diferencia de hoy, no había seguridad social o pensiones de jubilación” con lo que, incluso en la casa de los Strauss, había que trabajar duro para vivir, explica Eduard Strauss, hijo de un sobrino nieto del músico.
El padre del maestro, el compositor Johann Strauss I, que no quería que sus hijos siguieran sus pasos, abandonó temprano a su familia por otra mujer, con lo que la madre Anna se encargó de dirigir la carrera de Johann y sus hermanos Josef y Eduard, también talentosos.

Johann Strauss, estrella pop
No fue hasta que supo que su hijo sería capaz de cubrir las necesidades familiares que Anna pidió el divorcio en 1844. Ese mismo año, Johann, hizo su debut con 18 años, convirtiéndose de la noche a la mañana en rival directo de su padre.
Dejó a sus espaldas una prolífica producción de más de 500 valses, polkas, cuadrillas y operetas que respondían perfectamente a los gustos de la época.
“Podríamos compararlo con las estrellas pop de hoy”, resume Clara Kaufmann. Esta mujer, guía en el Museo Strauss, explica que al inicio de la fotografía supo comercializar su personaje, arreglándose el pelo con un rizador y tiñendo su barba. También fue un talentoso director de orquesta que deleitaba a todos los públicos con su fuerte presencia escénica, tocando con brío el violín o guiando febrilmente a los músicos con la batuta.
“La gente todavía baila sus valses, pero también se pueden escuchar en concierto y este es su mayor éxito”, afirma el musicólogo Thomas Aigner.

Falsificación nazi
Mucho antes de las giras internacionales de las estrellas de la música de la actualidad, Strauss se producía un festival en Boston con decenas de miles de asistentes y, aunque detestaba viajar, se aventuraba hasta Rusia para entretener a la nobleza.
Perfeccionó los valses más simples de su padre, un músico de origen judío-húngaro conocido por su “Marcha Radetzky”, que suele cerrar todavía los conciertos de Año Nuevo de Viena. Pero una cosa era el Strauss del escenario y otro el de la intimidad.
El artista eclipsaba a un hombre lleno de ansiedad y fobias, con una constante inseguridad, según asegura Eduard Strauss. Verdadero “hijo de mamá”, este seductor se casó tres veces pero nunca tuvo hijos.
Muerto de una neumonía con 73 años a las puertas del siglo XX, Strauss se sitúa junto con Mozart y Sissi la emperatriz como emblemas culturales de Austria. Tal era su estatus que los nazis falsificaron en 1941 un registro para suprimir la referencia al bautismo judío de su bisabuelo y promover su música, también muy apreciada en el III Reich, como puramente “germánica”.
Fuente: AFP.
[Fotos: Alex Halada / AFP]
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