
Para escribir, antes hay que haber leído. Se puede ser creativo, e incluso hasta tener una imaginación muy potente. Pero el alimento de la escritura definitivamente, es la lectura.
Esta lectura va a permitir conocer las formas, los tonos y matices de la lengua y el lenguaje. Seguramente algo de eso haya inspirado a Félix Bruzzone en 307 consejos para escribir una novela (La crujía, 2023), donde se evidencia un humor que, más allá del talento natural, ha sido alimentado a base de gran cantidad de textos.
Esas lecturas le han permitido escribir diversidad de géneros que, además, han tenido pluralidad de públicos. Bruzzone nació en Buenos Aires en 1976, publicó el libro de cuentos 76, las novelas Los topos, Barrefondo, Las chanchas y Campo de Mayo. También es autor de las aguafuertes Piletas y de los libros álbum, destinados a chicos y chicas, Julián en el espejo, Julián y el caballo de piedra y Julián es un pulpo.
Participó de antologías, fue editor, y su obra ha sido traducida en Francia, Suecia y Alemania, donde recibió el premio Anna Seghers, que se entrega a un autor latinoamericano cada año. Algunos de sus libros fueron adaptados para cine, teatro y ópera.

Escribió la obra de sitio El silencio de las piedras, dirigida por Emilio García Wehbi; creó y participó de las performances Campo de mayo, con Lola Arias y Lucas Balducci; Cuarto intermedio, con Mónica Zwaig y Juan Schnitman; y del documental Camuflaje, dirigido por Jony Perel. Escribe para distintos medios, es profesor de la carrera Artes de la Escritura de la UNA, de la Maestría en escritura Creativa de la UNTREF, y da talleres de escritura de todo calibre.
—¿Cómo se construye la identidad lectora?
—Leyendo mucho. No creo que haya un único camino para llegar a eso, pero hay que aprender a leer y a disfrutar de leer. Aprender a leer no es solo alfabetizarse, es dedicarle mucho tiempo a la lectura y, fundamentalmente, a la lecturra, que es leer de forma turra, bastarda, para que los libros digan mucho más de lo que dicen literalmente.
—¿Crees que un libro podría despertar el interés por leer?
—Uno solo puede despertar algo. Pero creo que esto es algo largo. Es un interés que crece de a poco, y, para eso, hacen falta muchos libros.

—De un hogar sin madre ni padre ni familiares lectores ¿puede surgir un ávido lector?
—Sí, lo que hace falta es que a uno lo que hay en los libros le dé curiosidad. Así que si uno tiene libros cerca, los que sean, en lo de un amigo, en la escuela, va a poder darle curso a esa curiosidad. Muchas veces los lectores ávidos nacen como oposición a padres que no leen nada. De la misma manera que, en oposición a padres que leen mucho, nacen hijos que no leen nada.
—Pensando en esto, ¿hay un momento para empezar a leer?
—No creo. Pero supongo que si esto de leer aparece cuando uno es chico es mejor, porque hay menos intelectualización y entonces los libros se pueden ubicar mejor en el inconsciente y hacer fuerza desde ahí.
—¿Qué es ser mediador de lectura? ¿Es algo ligado a la educación o creés que hay otros tipos de mediadores?
—Es acompañar la lectura de otro con comentarios, otras lecturas, recomendaciones, preguntas. Eso lo puede hacer cualquiera y, cuando existe, hace que la lectura sea algo comunitario y tenga un sentido más allá de uno mismo.
[Foto: Magdalena Siedlecki]
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