
Hace quince años, Paolo Guzzini, empresario italiano y coleccionista de arte, adquirió una pintura en un mercadillo de antigüedades en Le Mans, Francia, sin imaginar que estaba frente a una obra de incalculable valor histórico. Según una nota publicada en La Nación y escrita por Elisabetta Piqué, el cuadro, que llamó la atención de Guzzini por un sello en su parte trasera, ha sido recientemente certificado como un auténtico trabajo de Amedeo Modigliani.
El retrato, que representa a Mario Cavaglieri, un pintor amigo de Modigliani, fue realizado en 1906, poco después de que el artista se trasladara a París. Este descubrimiento, confirmado por el Archivio Modigliani en Roma tras una serie de análisis técnicos, podría tratarse de una de las primeras obras creadas por uno de los artistas más célebres del siglo XX en la capital francesa, según detalló el coleccionista al medio italiano Corriere della Sera.
Una compra impulsada por la intuición
Cuando Guzzini adquirió la pintura en el mercadillo de Le Mans, lo que más le llamó la atención no fue la obra en sí, sino un sello en la parte trasera de la tela que indicaba su procedencia de un taller en Montmartre, un barrio parisino frecuentado por artistas de renombre. “Me impactó el sello y decidí comprarlo”, explicó Guzzini al Corriere della Sera. Aunque pagó varios miles de euros por la obra, en ese momento no era posible atribuirla a ningún autor conocido.
El empresario, extitular de la marca de lámparas IGuzzini, reconoció que su decisión de adquirir el cuadro estuvo guiada por una mezcla de rapidez y un “ojo clínico” que le permitió intuir que se trataba de algo especial. Sin embargo, no fue hasta años después que comenzó a investigar la verdadera identidad del autor de la pintura.
La investigación que reveló la autoría
Para determinar si la obra podía ser de un artista importante, Guzzini recurrió al historiador y crítico de arte Alberto Mazzacchera, quien sugirió que el cuadro podría ser de Modigliani, conocido por sus retratos de figuras alargadas y melancólicas. Siguiendo este consejo, Guzzini contactó al Archivio Modigliani en Roma, donde el director del instituto, Christian Parisot, mostró un interés inmediato en la obra.
Según relató Guzzini, Parisot solicitó realizar exámenes radiológicos para analizar la tela y los colores utilizados. Los resultados de estos estudios fueron reveladores: bajo la pintura principal se encontró otra obra inacabada, y la tela correspondía a los primeros años del siglo XX. Además, se identificó el uso de un pigmento conocido como “blanco económico”, un material común entre los artistas con recursos limitados, como era el caso de Modigliani en esa época.

El vínculo con Mario Cavaglieri
La investigación del Archivio Modigliani también permitió identificar al sujeto del retrato: Mario Cavaglieri, un pintor contemporáneo y amigo de Modigliani. Según explicó Guzzini, el retrato se remonta a una época en la que Modigliani, antes de establecerse en París, solía realizar retratos de conocidos como agradecimiento. En este caso, Cavaglieri habría hospedado al artista durante una estadía en Venecia, lo que llevó a Modigliani a inmortalizarlo en esta obra.
El cuadro, que ahora forma parte de la colección privada de Guzzini, ha sido incluido en uno de los tomos dedicados al artista por el Archivio Modigliani, consolidando su autenticidad y su relevancia histórica.
Un hallazgo de valor histórico
Aunque el valor de mercado de la obra no ha sido revelado, Guzzini subrayó que su importancia radica en su relevancia histórica. Según expertos citados por La Nación, el retrato podría ser una de las primeras creaciones de Modigliani tras su llegada a París en 1906, un momento crucial en la carrera del artista, quien falleció a los 35 años debido a la tuberculosis.
El empresario también adelantó que planea establecer una fundación en Recanati, en la región italiana de Las Marcas, para preservar y promover el arte. Este proyecto busca garantizar que descubrimientos como el suyo puedan ser compartidos y valorados por futuras generaciones.
El hallazgo de esta obra no solo destaca la importancia de la intuición y el conocimiento en el mundo del coleccionismo, sino que también arroja luz sobre los primeros años de uno de los artistas más influyentes del siglo XX.
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