
¿Qué nos puede llegar a ocurrir en tiempos difíciles? ¿Cómo resistir los embates de una crisis económica y social que amenaza con poner todo patas para arriba sin retorno? Los besos en el pan (Tusquets, 2015) cuenta, sin dobleces, cómo transcurre la vida de un grupo de vecinos que habitan un barrio del centro de Madrid en medio de la peor crisis que hayan conocido. Los personajes de Almudena Grandes, son los resistentes, los que se sobreponen. Son los que deciden luchar para poder seguir adelante. No se rinden y en esa pelea contra la debacle, son ellos los que finalmente ganan. Pero no lo sabrán hasta el final. “Tampoco reaccionaron todos igual- escribe Almudena- Quienes renunciaron al combate ya no viven aquí. Los demás siguen luchando contra el dragón con sus propias armas, cada uno a su manera. Los mayores no tienen miedo”.
La novela transcurre en una fecha cercana a la Navidad, la época de mayor consumo del año pero no hay plata. Nos habla de nosotros mismos y de qué somos capaces de hacer para poder salvarnos en el peor de los escenarios. Muchos de los protagonistas se conocen entre sí. Y es por eso que también se entremezcla el amor, la felicidad, la amistad, el hartazgo o la diversión. Y si bien cada uno tiene una historia personal propia, todos padecen la experiencia de la pérdida de la esperanza y la desesperación.
“Después la realidad empezó a tambalearse al mismo tiempo para todos ellos. Al principio sintieron un temblor, se encontraron sin suelo debajo de los pies y creyeron que era un efecto óptico. No será para tantos dijeron, pero fue y nada cambió en apariencia mientras el asfalto de las calles se resquebrajaba y un vapor ardiente, malsano, infectaba el aire. Nadie vió aquellas grietas, pero todos sintieron que a través de ellas se escapaba la tranquilidad, el bienestar, el futuro”. Si bien la solidaridad será la estrella de la trama de Grandes -porque terminará uniendo a los quebrados-, también es cierto que otros personajes mostrarán como la crisis los saca de eje transformándolos en algo inesperado.

“Por eso ahora un fleco del mismo terror que durante años ha convertido la vida de su vecina en un infierno, hoy les seca la boca y les estruja el corazón. Porque lo vieron, lo escucharon y al llegar a sus casas se conformaron con comentarlo entre sí. Pobre mujer, debería dejarlo, debería marcharse, debería acabar con él de una vez. (…) Ahora saben que nunca llegó a denunciarlo por los malos tratos. La mató, la asesinó con un cuchillo de cocina. Ahora está muerta (…) y todos los vecinos se sienten cómplices por no haberle detenido, por no haberla ayudado, por no haber llamado a un teléfono para denunciarlo”. La variedad de historias es lo más atractivo de la novela y lo son también sus escenarios: el bar de Pascual, la peluquería de Amalia o el Centro de Salud.
Hay episodios donde la ternura adquiere una intensidad preciosa, como la relación de María Gracia con Antonio. “Desde hace un año se encuentran todos los días a las ocho y media de la mañana, en la misma barra del mismo bar de la misma estación de metro. María Gracia nunca se ha sentido guapa. Hace mucho tiempo que no la mira nadie. Antonio jamás ha sido guapo. La edad ha ido secando los granos de su cara. El resto es obra del alcohol. Ella va a trabajar a limpiar casas por la estación de metro. El ya no trabaja. Así llevan un año. Cada vez que él se promete a sí mismo que se acercará para darle los buenos días, María Gracia deja unas monedas sobre el mostrador y se marcha a toda prisa. Cada vez que ella se atreve a sonreírle, Antonio da vuelta la cabeza. Mañana será otro día, piensa él. Mañana será otro día, piensa ella.”
Las mujeres ocupan un rol destacado en los diferentes relatos que se entrelazan: Marisa, la redactora del noticiero, Amalia la peluquera, Sofía la maestra, Margarita la abogada y otras más. Y la autora también va al rescate de la sabiduría de los mayores, los abuelos, las personas de la tercera edad, ya que representan una guía y un sostén emocional para las familias que están pasando la crisis. Será tal vez porque vivieron la guerra civil española y la posguerra y, por lo tanto, sienten menos miedo que los más jóvenes, lo que les permite resistir y organizar al resto. Así y en medio del huracán todos aprenderán por qué sus abuelos les enseñaron a besar el pan. El alimento escaseaba y el pan simbolizaba la buena salud, la prosperidad y la tranquilidad que no tenían.

De esta forma, el título de la obra, reivindica la memoria histórica y la herencia de las generaciones anteriores con una gran enseñanza que atravesará todos los relatos. “El caso es que no quiero pasar el tiempo que me queda viendo cómo se amontona la tristeza a mi alrededor. No me da la gana. Asiqué me dije, pues mira, de momento, vamos a empezar por llevarle la contraria al calendario. Y ya sabes como me gusta a mí poner el árbol, y encender velas, y todas esas cosas navideñas. Su nieto la mira, mira el árbol y vuelve a mirarla. Feliz Navidad en septiembre, abuela. Ella se echa a reír y le abraza. Feliz navidad cariño. Feliz Navidad “.
Y aunque en sus 327 páginas de la versión de bolsillo, haya momentos durísimos, también hay historias de personas que logran que la vida merezca la pena ser vivida. A pesar de todo. Porque la vida continua. Sí, aunque no lo creas. “El bar de Pascual sigue abierto, aunque cada día es menos un bar y más una sede de los vecinos (…) Muchas tiendas antiguas han cerrado. Han abierto otras nuevas, casi siempre baratas, aunque no todas orientales. La churrería, la farmacia, la papelería, el mercado, siguen en el mismo sitio. Por lo demás, en septiembre empieza el curso, en diciembre llega la Navidad, en abril brotan las plantas, en verano, el calor, y entretanto pasa la vida”.
Quién es Almudena Grandes
Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021) se dio a conocer en 1989 con Las edades de Lulú. Sus novelas Te llamaré viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan, la convirtieron en una autora consagrada. Adaptada al cine y al teatro, mereció, entre otros, el Premio de la Fundación Lara, el Premio de los Libreros de Madrid y el de los de Sevilla, el Prix Méditerranée, el Jean Monet, el Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Elena Poniatowska, el Sor Juana Inés de la Cruz, y el Premio Nacional de Narrativa. Murió en noviembre de 2021.
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