
Después de más de seis meses de restauración, “La Libertad guiando al pueblo”, uno de los cuadros más conocidos del Museo del Louvre, será vuelto a exhibir a partir de este jueves, con sus colores originales.
Las capas de barniz y la suciedad se habían acumulado sobre este cuadro del pintor romántico Eugène Delacroix (1798-1863) de grandes dimensiones (2,60 m x 3,25 m) que se convirtió rápidamente en símbolo del republicanismo.
“Somos la primera generación que redescubrirá los colores de Delacroix”, explica Sébastien Allard, director del departamento de pinturas del Louvre.
El cuadro, que solo salió una vez de Francia, para una exposición en Japón en 1999, representa una alegoría de la Libertad: una mujer con los pechos al descubierto ondeando la bandera tricolor francesa.

Fue pintado por Delacroix en 1830 como un homenaje a los revolucionarios que se levantaron en armas contra el régimen de Carlos X, que acababa de promulgar una serie de leyes antiliberales.
“Nos estábamos perdiendo la riqueza de la intensidad cromática, los planos, los blancos, las sombras, todo esto estaba unificado bajo esas capas amarillentas”, subraya Allard, que pudo observar día a día la transformación del cuadro en una sala del museo convertida en taller de restauración.
A lo largo de casi dos siglos el cuadro fue recubierto por hasta ocho capas de barniz. En la época esa era la estratagema para realzar los colores, pero con el deterioro de cada capa, esos colores se iban fundiendo en una masa amarilla y opaca, en la cual también quedaron atrapadas “la suciedad y el polvo”. La última restauración importante databa de 1949.
“Revelación”
Esta nueva limpieza a fondo es una “revelación”, asegura Allard: grises, negros, marrones y blancos resurgen en la tela, el humo blanco sale de las armas y el polvo se eleva sobre las barricadas.

El cielo azul surge sobre las torres de Notre-Dame al fondo, así como todos los detalles de un escena llena de violencia y exaltación.
“Es fascinante ver aparecer bajo el barniz una materia pictórica en muy buen estado, con toques vibrantes, se tiene la impresión de estar en el corazón de la creación”, dice a Bénédicte Trémolières, una de las dos restauradoras seleccionadas para esta misión.
“Delacroix ocultó en todas partes pequeños toques de colores azul-blanco-rojo esparcidos de manera sutil, como un eco a la bandera, y que ya no eran perceptibles en absoluto”, agrega su colega, Laurence Mugniot, mostrando “la pupila azul con un toque rojo” de un personaje o el “traje de un guardia suizo”.
Al igual que otros grandes formatos, el inmenso lienzo no pudo ser transportado al taller del Centro de Investigación y Restauración de Museos de Francia (C2RMF).

Para evaluar la magnitud de los trabajos, los especialistas se basaron en “archivos y fotos antiguas” y realizaron “análisis minuciosos del lienzo, pasados por infrarrojos, rayos X y ultravioletas”, precisa Côme Fabre, conservador del departamento de pinturas del Louvre, a cargo del siglo XIX.
Después de Delacroix
Las restauradoras realizaron luego “ensayos” de restauración en partes diminutas del cuadro. Equipadas con lupas binoculares y microscopios, “descubrieron especialmente que algunas correcciones, incluida una marca marrón en el vestido de la Libertad, se habían agregado después de Delacroix y por lo tanto se podían quitar”, revela Sébastien Allard.
El cuadro llegó al Louvre en 1874. Siempre ha pertenecido al Estado francés, que lo adquirió en su primera exposición pública en 1831. Si bien representa la revolución de julio de 1830, se le han dado muchos significados, entre ellos la Revolución de 1789 o Francia en general.
El cuadro, y en especial la Marianne, con su gorro frigio, han sido reproducido innumerables veces, incluido en los billetes de banco de la época del franco.
Fuente: AFP. Fotografías: REUTERS/Sarah Meyssonnier
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