El clima templado de los últimos días veraniegos, la tarde del sábado como escenario del paseo en Puerto Madero, hombres y mujeres estatua o el Joker posando para fotos a cambio de una colaboración monetaria. Todo parecía al mismo ritual que, sábado a sábado, se produce en el barrio más joven de Buenos Aires, entre los viejos silos, las grúas y los puentes que acercan a los hombres y mujeres de todas las edades hacia el Río de la Plata -cada uno con su spray de repelente por obra y gracia del dengue contemporáneo, claro está-.
Sin embargo, ¡atención!, algo transcurre de modo diferente a la altura del Puente de la Mujer: miles de personas (alrededor de tres mil) a lo largo de la estructura que ya es un símbolo de la zona, vestidos la mayoría de negro azabache, otros de blanco virginal. En los puestos de las entradas, exhiben sus celulares y, luego, reciben un sticker que corresponde a una disposición de trazos de la artista Marta Minujín.

¡Marta Minujín! Claro: qué otra persona podría haber convocado a un evento de esta naturaleza, que da cierre a la Bienal de Performance que se desarrolló durante varios meses en el país y que, en medio de motosierras y licuadoras en el campo de la Cultura, se teme haya sido la última bienal performativa porteña.
Qué mejor entonces que cerrar la fiesta con un Tinder digital destinado a encontrar entre el mar de personas a la persona totalmente opuesta, ya sea de vestimenta oscura o clara.

Ocho mil personas habían bajado la aplicación que requería unas pocas respuestas a preguntas como.”¿Cuál sería un buen plan para una noche tranquila?”, “¿Qué significa el trabajo para vos?”, “Mis vacaciones ideales serían…” y así. Con esta información el algoritmo Marta crearía un dibujo realizado con los trazos de Marta atravesado por los del contrario: el sello Minujín se complementaría con el exacto opuesto. Tres mil personas en el puente aguardaban encontrarse con el opuesto. Una leve ansiedad recorría el puente y las tres mil almas que lo habían ocupado.

Que se incrementó. Es que se oyó la inconfundible voz de Minujín desde los parlantes: “Ya estoy por llegar. Entrá a la app y seguí la performance desde el helicóptero”. Se podía seguir entonces el derrotero del helicóptero que llevaba a la demiurgo de la performance colectiva, que comenzó a sobrevolar el Puente de la Mujer a las 16:55 mientras pétalos de rosas eran disparados por cañones sobre los asistentes y miembros de la organización esparcían fragancias florales sobre los cuerpos que levantaban sus manos para acaudalar las rosas.

En el canal de YouTube de la Bienal se había podido ver el recorrido de Marta Minujin hasta el puente y, desde arriba, la coreografía imposible de los asistentes. Algunos habían encontrado a sus opuestos y se habían animado al diálogo, otros al simple reconocimiento y a saludar con las manos al opuesto.
El azar, la voluntad, los pétalos de rosas y Marta Minujín lo habían hecho de nuevo. Todos esperaban que no fuera el cierre definitivo de la Bienal de la Performance porteña, que siguiera por muchos, muchos años más.
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