
El martes a la mañana, bien temprano, dos vecinos del edificio de San Martín 439 le dijeron al encargado que sentían olor a quemado. El hombre, más preocupado que dormido, comenzó a subir las escaleras: revisó piso por piso hasta que llegó al número once: la puerta, que era de vidrio, estaba completamente negra. “Nos enteramos a las siete de la mañana cuando nos llamó el encargado que se estaba incendiando la redacción”, dice Leila Mesyngier, su directora general de la Revista Anfibia. A la media hora ya estaba desplegado el operativo: bomberos, policías, enfermeros.
“Los anfibios que íbamos cayendo también nos sentíamos en una de Marvel, hasta que nos reconocíamos entre nosotros y nos empezaban a temblar las piernas. ¿Estás bien? ¡No nos dejan subir! ¿Qué pasó?”, se lee en la crónica que escribió María Mansilla y publicó Anfibia bajo el título “Dame el fuego de tu amor” horas después del incendio. Cuando apagaron las llamas ya eran las nueve; subieron. “El escenario era desolador”, recuerda Mesyngier. “Por suerte no había nadie ahí adentro, a nadie le pasó nada. Estamos todos bien, sanos y enteros. El daño es puramente material. Pero ver tus cosas reducidas a cenizas es impactante”.
Desde la cuenta oficial de la Subsecretaría de Emergencias de la Ciudad se publicó un brevísimo video y una calma: “El proceso está dominado”. Luego, tuiteó Cristian Alarcón, periodista, narrador y director periodístico del medio: “Los bomberos consideran que el fuego se inició por un cortocircuito en el techo. La destrucción de nuestra redacción amada es total”. Y más tarde: “Anfibia es un concepto; los conceptos no se vuelven ceniza”. También Sebastián Ortega, jefe de redacción: “Estamos todos bien. La escena es devastadora, el fuego arrasó todo. Gracias a todos por los mensajes y el amor”. La solidaridad fue inmediata.

A pedido de Infobae Cultura, sobre el cierre de esta nota, escribió Cristián Alarcón. “Alguien me dijo alguna vez que no hay modo de evitar que una creación muera y renazca cuando cumple doce años. Estamos a punto de llegar a ese momentum. Creímos que la transformación debía ser a los 10: hicimos un gran festival en el Konex, fueron más de mil personas. Pero no, era apenas el último tramo de una elipsis gigante. Hace dos semanas reuní al equipo entero para hablarles de la necesidad de una refundación, ante el desafío que significará cubrir los efectos de esta era política y económica de recesión y destrucción de derechos. Nunca imaginé que un hecho tan simbólico y fuerte como un incendio devastador nos iba a someter a un final que hay que asumir ahora en su materialidad. El desafío se renueva desde la construcción más pedestre hasta el sentido mismo de hacer periodismo hoy. Y apenas comenzamos a sentir ese nivel de responsabilidad en los miles y miles de lectores que nos están apoyando. Ser nuevos, nosotros que siempre fuimos innovadores. Ser realmente nuevos”.

“Las primeras reacciones fueron de shock y de mucha emocionalidad”, cuenta Mesyngier. Anfibia llegó a esta redacción en julio, “poquito tiempo después de tres años y medio de trabajar en la virtualidad”, explica. “Siempre habíamos tenido un espacio físico, desde 2012: para nosotros es muy importante ese encuentro de los cuerpos, trabajar y pensar juntos, levantar la cabeza y que haya alguien del otro lado con una mirada. Somos de compartir almuerzos largos con mantel y sobremesa. Recuperar ese espacio después de tres años y medio de virtualidad había sido muy emotivo; estábamos muy contentos. Era, otra vez, una casa”.
“Además de la pérdida material y de ver cosas hechas cenizas, el impacto también es por la posibilidad del encuentro que habíamos construido ahí”. Son las 24 personas del staff fijo que todos los días asistían a la redacción de la calle San Martín para hacer, no sólo la revista, también el podcast, la maestría en Periodismo Narrativo, los talleres, el Laboratorio de Periodismo Performático, Anfibia Chile, la performance Testosterona, el Festival Futuro Imperfecto y la colección Futuro Anfibio. Todo eso es este enorme y ambicioso proyecto periodístico, dependiente de la Universidad Nacional de San Martín, que en dos meses cumple doce años.

¿Qué hacer frente al fuego apagado, frente al daño consumado, frente a un sueño calcinado? Alguien dijo: “contemos lo que está pasando”. Entonces, recuerda Mesyngier, “bajamos al bar de la esquina y nos pusimos a escribir. Haciendo periodismo, creo que esa es la forma con la que vamos a salir de esto”. Luego de conversar con Infobae Cultura, tendrán reunión para seguir pensando la cobertura del 8M. También están preparando una función a beneficio de Testosterona. “El motor para salir adelante es ponernos en marcha, seguir haciendo lo que hacemos”, asegura.
El día antes al incendio, gran parte de los trabajadores de Anfibia estuvo presente en el abrazo solidario a Télam, cuando el edificio de la agencia estatal amaneció vallado y con un cordón policial y la amenaza del gobierno de dejar sin trabajo a sus 770 trabajadores. “El escenario es dificilísimo”, dice Leila Mesyngier, y agrega: “Desde Anfibia apostamos por seguir construyendo una serie de materiales que nos permitan pensarnos, que nos permitan imaginar otros futuros posibles, que nos permitan construir nuevas narrativas. Es algo que debemos hacer y de lo que nosotras, nosotros, nos sentimos responsables”.
Hay en marcha una campaña de recaudación por transferencia bancaria y por paypal. “Dame el fuego de tu amor”, es el título. “A mí se me quemó la computadora. Estoy trabajando con el celular. A mí y a un montón de compañeros y compañeras. Entonces todo eso que habíamos montado se perdió y necesitamos recuperarlo como sea”, dice la directora del medio, e insiste: “La salida es haciendo periodismo, haciendo lo que sabemos hacer. Y lo que se juega en este momento es eso: el deseo de cada uno y cada una de trabajar, de seguir adelante, de hacer periodismo. Ahora se activa la pulsión periodística”.
[Fotos: Martín Kraut; portada: gentileza Cristián Alarcón]
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