
Lionel Messi junto a su amado Paraná. Messi visitando el “Félix Capriles” de Cochabamba, a los pies del Cerro Tunari, que técnicamente es una montaña pero cuando uno lo mira parece una pared. Messi en las laderas del Pichincha, en las playas del Caribe, en la costa del Río de la Plata. Messi en el “Campeón del Siglo”, en las afueras de Montevideo. Messi en el inigualado paisaje de Caracas: el valle irregular, el laberinto de las autopistas, los edificios de departamentos con las luces encendiéndose progresivamente y, hacia el norte, el Ávila custodiándolo todo. Messi junto al Guayas o “Guayitas”, como le dicen con cariño los lugareños aunque se trata de una tremenda mole de agua. Messi sintiendo el frío áspero del páramo o el vaho caliente que sube de las cañadas. Messi en El Campín y en Santiago de Chile y en Rio de Janeiro. Messi jugando la Copa Libertadores para el Inter Miami.
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El encendido homenaje que la Copa Libertadores rinde a los héroes que emanciparon el continente consiste, más aún que en el nombre del torneo, en hacer exactamente lo mismo que hicieron ellos. Y lo que hicieron ellos fue desplazarse por la inmensidad de América: las distancias que recorrían los Libertadores sobre sus caballos son las mismas que hoy recorren los equipos que disputan un certamen hecho de partidos pero más aún de desplazamientos, en un ámbito que es muy variado pero tiene sus límites. Al norte Caracas, al sur Buenos Aires, al este San Pablo y al oeste Guayaquil: esos fueron desde el principio los confines del torneo y nadie pensó que pudieran ampliarse.
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Del Caribe al Río de la Plata y del Atlántico al Pacífico. Como mucho, cuando los equipos mexicanos eran invitados a la competición se agregaban los paisajes boreales de la Ciudad de México, de San Luis Potosí y de Tijuana, en la linde de la América Latina. Alguna vez, también, hubo partidos de Copa Sudamericana en Estados Unidos: el 13 de septiembre de 2005 el D.C. United recibió a la Universidad Católica de Chile en el estadio Robert F. Kennedy de Washington. Y una vez, claro, sucedió lo increíble: la Libertadores salió de este continente y por lo tanto de las antiguas posesiones coloniales de ultramar que fueron justamente las que los Libertadores liberaron. La final del torneo se jugó en Madrid, en la tierra de los conquistadores, en el mismísimo asiento de los reyes.

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Estados Unidos parece, es cierto, otro mundo. Pero basta con ver los nombres de muchas ciudades para encontrar, por detrás de la pátina anglo de hoy, los indicios de un pasado común. Es decir: de un pasado español. Y esos indicios van de océano a océano, del Pacífico al Atlántico: de Los Ángeles, San Francisco y San Diego hasta llegar a Florida.
(Lo mismo sucede en gran parte del Caribe: hay ciudades o pueblos llamados Spanish Town en Jamaica, en las Islas Vírgenes Estadounidenses y en las Islas Vírgenes Británicas. La capital de Trinidad y Tobago se llama Port of Spain. La isla de Trinidad se llama Trinidad y no Trinity. Barbados no hace falta explicarlo, Grenada viene de Granada y Bahamas de “bajamar”).
Sirve de ejemplo Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que estuvo en América dos veces. Su primer viaje duró diez años: zarpó en 1527 y volvió en 1537, y recorrió la América del Norte. Desembarcó en Florida y llegó hasta el Pacífico. El segundo fue en el sur del continente y Cabeza de Vaca viajó como Adelantado del Río de la Plata y Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay.

El Paraguay había sido desde su descubrimiento un territorio absolutamente ignorante de toda ley. Ya los fundadores de La Asunción vivían, según comenta en una carta un vecino de la época, con “poco temor de Dios”. Y agregaba: “No vivimos como cristianos. Hay algunos entre nosotros que tienen veinte y a treinta y a cuarenta y de ahí en adelante hasta sesenta” escribía en una carta un vecino del lugar. El poeta Del Barco Centenera, que narró la conquista del Río de la Plata en una extensa obra, lo dijo en forma de rima:
A tal término llega aquesta cosa
que cada cual vivía a su albedrío
aquel que india tenía más hermosa
se juzga por mejor, y de más brío.
Esto sucedía porque no había oidores, no había audiencias, no había orden ni concierto. Era demasiado temprano, todavía, como para que se sintieran las estructuras del imperio.
Entonces, alarmada por excesos tan nunca vistos, Su Majestad nombró gobernador del Paraguay a Álvar Núñez Cabeza de Vaca, que era famoso por su rectitud y justicia. Una de las primeras medidas que tomó la nueva autoridad al llegar a La Asunción fue terminar con el pecaminoso consorcio que se había hecho costumbre y establecer “que ninguna persona pueda tener en su casa ni fuera de ella dos hermanas, ni madre e hija, ni primas hermanas por el peligro de las conciencias”. Ofendidos, los fundadores de Paraguay se precipitaron en la temeridad: entraron a la casa de Cabeza de Vaca acusándolo de tirano y gritando “¡libertad!”.
Después lo encarcelaron. Tenían tanto temor de que le escribiera al rey contándole lo que pasaba en La Asunción que la joven india que le llevaba la comida entraba desnuda a la celda, para que no pudiera ocultar carta alguna. Varios meses más tarde lo despacharon rumbo a España, pero antes se encargaron de hacerle llegar a Su Majestad su propia versión de los hechos. Ultra equinoxialem non peccatur, se justificaban quienes sabían un poco de latín.

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Hoy en día hay homenajes a Cabeza de Vaca en las dos Américas: en Houston (Texas) hay un busto en los Hermann Park´s McGovern Centennial Gardens. Ahí se lee: The modern history of Texas began with this explorer from Spain…
Muy lejos, en las Cataratas del Iguazú, una placa recordatoria puesta por nuestra Administración General de Parques Nacionales y Turismo reza: “Álvar Núñez Cabeza de Vaca... Quien tras de cruentas luchas con la naturaleza y lo ignoto en su temerario viaje… descubrió esta maravilla del mundo en el año 1541″.
En efecto, Cabeza de Vaca descubrió las Cataratas del Iguazú y dejó escrito: “el río da un salto por unas peñas abajo muy altas, y da el agua en lo bajo de la tierra tan grande golpe que de muy lejos se oye; y la espuma del agua, como cae con tanta fuerza, sube en alto dos lanzas y más”.
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Señores de la Conmebol: como su nombre lo indica, Florida no es Wisconsin ni Massachussets. Hay una historia común de la cual Álvar Núñez Cabeza de Vaca es solamente un ejemplo. Los españoles controlaron la zona durante casi tres siglos y frente a la ciudad de Miami se extiende la Biscayne Bay, que no significa otra cosa que “bahía vizcaína”. Si Buenos Aires estuvo en el Virreinato del Río de la Plata y Lima en el Virreinato del Perú y Bogotá en el Virreinato de Nueva Granada, Miami estuvo en el Virreinato de la Nueva España.
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