
En No estoy solo, el bailarín y performer Iván Haidar juega con su imagen proyectada y su cuerpo presente en una experiencia de disociación física, premiada por el FIBA, reconocida como una experiencia de fusión entre danza y artes visuales y una reflexión sobre la incidencia tecnológica en el cuerpo y el “estar solos” en las sociedades contemporáneas.
No estoy solo, que sube a escena los viernes a las 21 en el Galpón de Guevara (Guevara 326), logra, con su propuesta de danza-performance, una precisa superposición entre el cuerpo físico y la proyección de la figura de su intérprete Iván Haidar, generando, por momentos, confusión sobre dónde empieza y dónde termina cada uno de ellos.
“Por primera vez –dice Haidar-, llevamos el recurso del ‘desdoblamiento’ a la transmisión en vivo. Este es un trabajo con el presente, con lo que sucede en el momento y con la improvisación: es relacionarme con lo que está pasando aquí y ahora”.
En la obra hay una instancia de proyección denominada mapping y que se suele utilizar en proyecciones al aire libre sobre espacios específicos, en este caso una puerta y una pared, y se regula lo que se proyecta en función de los relieves y eso transforma la realidad.
“Mi cuerpo real y el proyectado tienen la misma relación con la pared y la puerta; son imágenes transversales en torno de un asunto: la soledad”, postula Haidar.

La técnica del desdoblamiento abarca un proceso que viene atravesando desde trabajos anteriores: en 2015, estrenó una obra que se llamó Otra línea, en la que se encontró con este sistema de duplicación mediante proyecciones. “Esto es para mantener una relación con otro cuando no hay nadie –explica-. Y en No estoy solo se lo toma como tema: estoy solo pero a la vez estoy con alguien”.
Para dar con el método de escisión de su yo escénico, Iván debió trabajar con la compañía Real de Portugal, que dirige Joâo Fiadeiro -en la obra: I’m here- cuyo sistema de composición en tiempo real lo inspiró para sistematizar el trabajo en soledad.
“Encontrarse solo/ encontrarse con lo que no está ahí/ No encontrarse”, se lee en un extracto del texto escrito dentro de Nunca estuve aquí, que Haidar montó en el Centro Cultural Kirchner durante 2020, dentro del ciclo “Archivo vivo”, basándose en I’m here, de Fiadeiro, en la que el performer dibuja su sombra, se retira, y la sombra queda.
Al respecto, quien además es gestor del área dentro del programa “Danza en Tecnópolis”, apunta: “Tomando distancia de mí mismo capitalicé esta metodología de composición para llevarla a mi trabajo y tomé distancia de lo que estábamos haciendo para poder imaginar y tomar decisiones”.

Concebida como arte de la despedida, “la obra habla sobre la muerte y los fantasmas –sigue Haidar-. Lo vivo como un ritual para aquellos que ya no están. A la obra la estrené el día que murió mi mamá, el 27 de febrero de este año. Mi mamá murió; al mediodía la fui a cremar y a la noche estrené la obra”.
— ¿Atraviesa su duelo en esta pieza de danza-performance?
— Tuve una madre súper presente; me acompañó muchísimo; después se enfermó; tuvo un proceso degenerativo y empezó a ausentarse en vida. El duelo se fue haciendo en vida de ella. Se metió para adentro; era Alzheimer; fue duro. Llegó un punto en que deseaba que pudiera descansar. Ciertas coincidencias me hacen pensar en un tipo de presencia, que tiene que ver con la electricidad. Durante la segunda función, se cortó la luz media hora antes de empezar. Volvió para la función; terminó la función y se volvió a cortar. Esa coincidencia, el 1 de marzo, se repitió otras veces.

— En esta puesta, usted se despoja de ropa y de recursos, como la música o el hilo argumental. ¿Por qué lo hace?
— Porque tiendo a simplificar, después de un proceso de caos, que se da durante la creación. Cerca del estreno digo: “esto no, esto no, esto no”. Es una tendencia que tengo a llevar las cosas al mínimo recurso. Esa limpieza hace que la obra aparezca. Caso contrario, podría permanecer oculta detrás de muchas informaciones, que cuando se retiran permiten que la obra se revele. A veces, la música pasa a ser un paisaje que está tapando algo. El silencio es un relieve que le estoy dando a la imagen, y que permite que aparezca el sonido, el rasguido, las respiraciones, ese tipo de cosas. Y en relación al desnudo, es un cuerpo.
— Desde su doble rol como gestor e intérprete, ¿qué observa sobre el presente de la danza?
— La Ley Nacional de Danza, similar a las que tienen el Cine y el Teatro, necesita tratamiento y lo venimos reclamando desde un sector que hace lo que puede para subsistir.
Fuente: Télam S. E.
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