
A sala llena en una tarde-noche calurosa de marzo porteño, el Centro Cultural Rojas celebró su primera muestra del año, con banda en vivo y clima de serena alegría. En el marco de la semana del 8M, El taller, un cuarto propio para crear, con curaduría de las historiadoras Gisela Asmundo y Luciana García Belbey, reúne la mirada de una decena de jovenes artistas mujeres que trabajan en el espacio compartido del barrio de Constitución. Frescura, agudeza y pasión son claves en las obras que integran esta imperdible exhibición.
“Cuando vi a las chicas trabajar con esa libertad me llamó la atención. Una libertad que tendría que ser una obviedad pero no lo es. A las mujeres en el campo del arte les cuesta más que nunca poder insertarse. Como dice Bourdieu: las fuerzas físicas pujan para seguir manteniendo un campo conformado por valores hegemónicos. A las mujeres les cuesta mucho entrar en ese campo y tomar decisiones”, señala Gisela Asmundo, quien además es coleccionista de obra de artistas mujeres y de distintas generaciones. Su colección incluye piezas de Elda Cerrato, Delia Cancela, Marta Minujín y Ad Minoliti, entre muchas otras.

El taller, un cuarto propio para crear reúne obras de 9 artistas plásticas: Antonella Agesta, Dani Raggio, María Florencia Bruno, Estefanía Arias, Melina Lo Bue, Laura Antonella Cantisani, Ailín Macia, Nazarena Mastronardi, Vico Bueno y Tamara Goldenberg, que presenta la muestra fotográfica Paseos. Todas son artistas que encontraron su propio espacio, recoleto y al mismo tiempo compartido con otras congéneres que recorren su propio camino. El objetivo: potenciar la mirada, nutrirse al compartir.
Todas están ligadas a Baro Estudios, que funciona en una centenaria casona de estilo francés en el barrio de Constitución. Es un taller compartido, una comunidad de intercambio y de sostén para quienes lo habitan. En el taller, dirigido por Antonella Agesta y Dani Raggio, se realizan trabajos de restauración. Buscan “la construcción de un espacio donde prevalezca la reciprocidad entre artistas”. Allí se dictan clases de diferentes oficios, conferencias de artistas, y residencias internacionales en colaboración con RARO.

“Me llamó la atención la libertad absoluta y enseguida me vino a la cabeza Un cuarto propio, el texto de Virginia Woolf. Es un ensayo que ella escribe en 1928. Ella en ese texto dice que una mujer para poder crear necesita dinero y un cuarto propio. A finales del siglo XIX y principios del XX ella hacía referencia a que tenías que ser una mujer de clase alta y de dinero para poder tener la libertad de cursar la Universidad, entrar en un taller y tener un lugar propio para crear”, dice Asmundo, quien además dirige el sitio de arte El Ojo del Arte.
Y añade: “Me gusta reivindicar el rol de la mujer, no como musa que ha sido a lo largo de toda la historia, sino como creadora capaz de producir y estar a la altura de todas las circunstancias que tienen que ver con el arte. En el siglo XVIII se creía que había que nacer con cierta predisposición genética para ser artista. Esa predisposición generalmente la tenían los hombres centroeuropeos y, por supuesto, blancos. Las mujeres no entraban en esas categorías, pero se sabe que no sólo en el Renacimiento sino en la Antigua Grecia han existido grandes artistas”.
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Un muestrario de variedad artística
Antonella Agesta reinterpreta obras clásicas: sus “Tres Gracias” evidencian expresiones poco angelicales. Estefania Arias usa el vestido para aludir al cuerpo, el deseo y la construcción de la identidad. María Florencia Bruno presenta una serie de pinturas con pastel tiza en los que la luz y el color vibrante ocupan el centro de la escena. A partir de la reiteración de formas, líneas y movimientos, Laura Antonella Cantisani crea paradojales paisajes abstractos con colores que remiten a un mundo orgánico fantástico.
Melina Lo Bue investiga escenarios científicos y fantásticos del mundo vegetal y relaciones entre diferentes especies. Las piezas que integran su políptico parecen herramientas y fósiles de una civilización nunca antes conocida. Con sus trabajos con cloro y tinta, Nazarena Mastronardi invita a visitar un universo orgánico que deviene mágico y apocalíptico. Varias piezas presentan tensiones dicotómicas.
Vico Bueno pone el eje en la disminución del sentido de la vista. Y Tamara Goldenberg tiene una historia personal vinculada a su arte: comenzó su muestra de fotografías pensando en sus propias limitaciones visuales desde chica tiene miopía y estigmatismo. Su obra con encuadres y reencuadres de fotos propias y otras del Archivo General de la Nación, está ligada a la forma en lo que mira desde que tiene memoria. Y no olvida.
* El Taller, un cuarto propio para crear - Artistas de Baro Estudios y Paseos - Tamara Goldenberg están abiertas al público, de lunes a sábados de 10 a 20 hs., hasta el 11 de abril en el Centro Cultural Rojas (Av. Corrientes 2038, C.A.B.A.). Ambas muestras están organizadas por la Secretaría de Relaciones Institucionales, Cultura y Comunicación de la UBA a través del Rojas.
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