
El papel del artista Pavlo Makov representando a Ucrania en la Bienal de Venecia se ha vuelto un acto de desafío contra los invasores rusos, cuyos ataques contra su ciudad natal adoptiva de Kharkiv se han intensificado en los últimos días.
Los rusos no solo tienen la intención de apoderarse de su país, dice el ciudadano ucraniano nacido en Rusia, sino que están empeñados en borrar la cultura ucraniana.
“Esta guerra en Ucrania no es un conflicto étnico”, dijo Makov, de 63 años, a The Associated Press. “Es un conflicto de culturas. Quieren destruir, demoler, eliminar la cultura ucraniana, para que Ucrania no exista.”

Makov, uno de los artistas vivos más importantes de Ucrania, partió en automóvil hacia la Bienal el 2 de marzo junto con su esposa, dos amigas de la familia y su madre, de 92 años. Los misiles volaban sobre sus cabezas cuando salieron de Kharkiv, dijo.
El centro de la ciudad histórica, que fue la primera capital soviética de Ucrania y es conocida por su arquitectura constructivista de las décadas de 1920 y 1930, ya había sido destruido en gran parte, incluyendo el edificio administrativo y el parlamento del oblast.
Makov dejó atrás un hijo y una hija adultos, que trabajaban como voluntarios para ayudar a la población sitiada, así como las obras de arte que produjo a lo largo de toda una vida.

“No había dudas sobre si traer arte, porque no había espacio para eso”, dijo. “Además, salimos del refugio antibombas, no salimos de casa ni del estudio”.
Desde entonces, sus obras han sido trasladadas a un terreno más seguro en el oeste de Ucrania, y algunas ya han sido solicitadas para exposiciones en otros lugares.
Los embudos de cobre que componen su escultura para el Pabellón de Ucrania estaban en Kiev y fueron sacados del país en auto por una de las curadoras, Maria Lanko. Otra curadora, Lizaveta German, escapó con su hijo pequeño, que nació en un hospital en la ciudad occidental de Lviv durante una pausa entre sirenas de ataques aéreos. Ahora que tiene un mes, se amamanta satisfecho en el pabellón cerca del tintineo del agua cayendo.

La escultura de Makov, titulada La fuente del agotamiento. Acqua Alta, ensambla los embudos en una fuente en cascada de 3 1/2 metros (11 1/2 pies) de altura contra un muro de hormigón en el Arsenale, que alberga los pabellones nacionales más nuevos en la feria de arte contemporáneo más antigua e importante del mundo. La 59.ª Bienal de Venecia estará abierta al público desde el sábado hasta el 27 de noviembre.
El proyecto de Makov se inspiró en la falta de vitalidad que sintió cuando Ucrania hizo la transición a una nación independiente a principios de los 90, y nuevamente cuando viajó por Europa en la década de 2000.
“Sentí esta falta de capacidad de proteger las ideas. Sentí que esta dependencia de la energía que Europa estaba recibiendo de sociedades no democráticas estaba creciendo”, dijo el artista. Esto culminó con la pandemia, que según los curadores llegó a representar “la acumulación de agotamiento”, y luego la guerra con Rusia.

Ahora en Venecia, Makov se encuentra hablando más sobre la guerra que sobre su arte.
“Es como una misión diplomática para nosotros”, dijo. “Me veo menos como artista y más como ciudadano de mi país”.
A pocos pasos de distancia, en los Giardini, el pabellón ruso construido en 1914 está cerrado luego que los artistas retiraran su participación, algo que protestaron Makov y los curadores ucranianos. Una carta de protesta firmada pocos días después de las invasiones del 24 de febrero subraya la ironía de que el pabellón ruso se construyó con dinero de un coleccionista de arte ucraniano, Bohdan Khanenko. Su colección forma el corazón del museo de arte europeo, asiático y antiguo más importante del país, que Makov teme que pueda estar amenazado en Kiev.
En los Giardini, los curadores del pabellón ucraniano —German, Lanko y Borys Filonenko— han creado una plaza ucraniana alrededor de un montículo de sacos de arena, rodeada de carteles hechos durante la guerra por artistas ucranianos.
Incluyen representaciones estilizadas de soldados usando equipos de parques de juegos para cubrirse, bebés cuyos padres preocupados han escrito sus fechas de nacimiento y nombres con marcadores indelebles en sus espaldas, en caso de que la guerra los separe, y el hundimiento del buque de guerra ruso Moskva.
“Sabes, el único diálogo que tenemos ahora con la cultura rusa está en el frente”, dijo Makov. “No existe otro diálogo”.
Fuente: AP
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