
Niña leyendo una carta en una ventana abierta, una de las menos de 40 pinturas de Johannes Vermeer, realizada entre 1657 y 1659, sale al fin a la luz.
Desde 1979 se conoce que la obra, tal como la conocemos, está incompleta o, por lo menos, no es la versión original del maestro del barroco. Así lo había revelado una prueba con rayos X, que mostraron al mundo un cupido de cuerpo entero colgado en la pared detrás de la joven, parcialmente protegido por una cortina de trampantojo verde sedoso tirada hacia un lado. Pero quedaba una duda, ¿fue el pintor quién elimino al querubín o lo hizo otra persona?

Ya en 2019, pruebas de laboratorio la Gemäldegalerie Alte Meister (Galería de Imágenes de los Antiguos Maestros) en Dresde, donde la pintura ha residido durante más de 250 años, llevaron a un descubrimiento mayor: las imágenes de Cupido fueron cubiertas por alguien que no era el artista, probablemente después de la muerte del mismo.
Entonces, tras tres años de restauración, la Gemäldegalerie decidió ir más allá y volver a la obra a su estado natural: no solo en la tonalidad opacada de los colores por el paso del tiempo, sino también regresar a Cupido a su lugar de pertenencia en la historia del arte, eliminando las capas de barniz y pintura que ocultaba la composición original. ¿Cómo lo hicieron?: con un bisturí fino bajo un microscopio.

Las imágenes de la restauración recién terminada muestran el diseño previsto de Vermeer. El dios rubio del amor y el deseo sostiene un arco en su mano derecha y mira al espectador desde la imagen en la pared, encerrado por un grueso marco negro. En el suelo, detrás de él, hay dos máscaras, posibles símbolos de engaño; Cupido pisotea a uno de ellos con el pie derecho en una alegoría de fidelidad y amor verdadero. La famosa luz etérea de Vermeer fluye a través de la ventana abierta, dando a la escena un brillo espiritual trascendente.
En la versión restaurada, “la intención real del pintor de Delft se vuelve reconocible”, dijo el director del museo, Stephan Koja, en un comunicado. Y agregó: “Más allá del contexto aparentemente amoroso, es una declaración fundamental sobre la naturaleza del amor verdadero. Antes, solo mirábamos un vestigio. Ahora lo entendemos como una imagen clave en su obra”.

Se podría asegurar que debieron pasar más de dos siglos para que Niña leyendo una carta en una ventana abierta alcanzara su estado natural. En 1742 fue adquirida para la colección de Augusto el Fuerte, elector de Sajonia y rey de Polonia, y entonces se creía que era un Rembrandt. Cinco años después es inventariada por primera vez como una pintura “a la manera de Rembrandt”, y más tarde, fue atribuida a otros artistas de la escuela del maestro neerlandés y de la ciudad de Delft.
Así, fue una obra anónima, a fin de cuentas Vermeer o van der Meer era un pintor desconocido tras su muerte en 1675, apenas había realizado obra en una época donde Rembrandt lo era todo y había en aquella Edad de Oro neerlandesa una gran cantidad de pintores.
No fue hasta llegando ya el siglo XIX, que Jean-Baptiste Pierre Le Brun -el más destacado marchante, crítico y conocedor de arte francés-, escribió: “Ese van der Meer, sobre quien los historiadores no han hablado, merece especial atención”. La posta la tomó William Bürger, o Théophile Thoré su nombre original, influyente historiador y crítico de arte francés, quien se enamoró del artista al que denominó la “Esfinge de Delft”, por la poca información que había de él y la canonizo hasta ocupar el lugar en el que se encuentra en la actualidad.

Niña leyendo una carta en una ventana abierta será la pieza central de Johannes Vermeer: On Reflection en la Gemäldegalerie Alte Meister. La exposición, que se exhibirá desde el 10 de septiembre hasta el 2 de enero de 2022, contará con alrededor de 50 obras de pintura de género holandés, incluidas nueve de Vermeer.
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