
El 20 de noviembre de 1979, Peter, el cuarto hijo de Cox, recibió una carta en su domicilio de Recoleta con el sello de Montoneros:
Querido Peter: Te escribimos porque sabemos que estás afligido por cosas que les han ocurrido a los papás o abuelitos de algunos amiguitos tuyos y tenés miedo de que algo así pueda ocurrirles a tu “daddy” o a varios de Uds. de refilón y sin querer, porque no nos dedicamos a desayunar “niños envueltos” (…). Excepcionalmente, y en consideración a lo peculiar del trabajo de tu “dad”, queremos brindarle a él (y a todos Uds.) la opción de exiliarse debido al riesgo de asesinato por la dictadura videlista.
El texto instó a que Peter y sus hermanos propusieran un plan de salida:
Vender la quinta Victoria en el Highland Park, vender lo que no sea propiedad de tu abuelito usurero Agustín Daverio, vender los dos autos (el Peugeot y el Dodge) (…) e irse a trabajar por ejemplo a París con el amigo Rosenblum [Mort, director del Herald Tribune], en otro Herald más grande. Motivo: la persecución desatada por la represión y los milicos contra quienes defienden la libertad y los derechos humanos.
La carta continuó con una alusión antisemita oblicua sobre “los amigos de tu papá (Freeman, Friedman)”. Y cerró:
Tus tíos, que los esperan para pasar unas Merry Xmas en Inglaterra, prefieren lo mismo. Un montón de saludos revolucionarios de los amigos de tu papá. Montoneros.
Cox entendió que la autoría y el mensaje eran inequívocos más allá de la burda distracción: un sector de la dictadura amenazaba de muerte a la familia. No era la primera vez que le llegaba una carta membretada con el rifle AK-47 con el que se identificaba la guerrilla peronista. El año previo, textos con esa insignia, que Cox interpretaba como meras provocaciones de los militares, le habían agradecido la solidaridad. Esta vez, el tenor de la advertencia fue diferente.
Cada párrafo de la carta insinuaba una doble intención: la amenaza y la demostración de un amplio conocimiento de la vida familiar. A la vez, recrudecieron las amenazas telefónicas. La guardia policial prometida por Harguindeguy en la puerta del edificio de avenida Alvear desaparecía por varias horas, que en general coincidían con algún hecho extraño.
Videla recibió al periodista un día de fines de noviembre por la tarde. Pretendió dar la imagen de un hombre derrotado —”Me entristece muchísimo saber que se va; por favor, quédese con su familia”— y le dijo a Cox que quería bajar los brazos y renunciar. “Dios mío. ¿Tan mal están las cosas?”, le preguntó el director del diario. En coincidencia, el Departamento de Estado norteamericano todavía sostenía que había un bando duro y otro blando dentro del régimen.

Esa misma noche, Cox redactó una carta al accionista de Charleston en la que solicitó un año de licencia sin goce de sueldo. “Las amenazas, que debemos tomar muy en serio, están dirigidas a mis hijos”, explicó el periodista.
En un movimiento editorial extraño para el momento, el 5 de diciembre de 1979 el Herald depositó alguna esperanza en Leopoldo Fortunato Galtieri, un feroz represor a cargo de Rosario, nombrado comandante en jefe del Ejército en reemplazo de Roberto Viola. “Su designación ha generado esperanza por su experiencia como comandante que ha sabido cómo mantener la disciplina y restaurar la legalidad.” El texto no parecía escrito por Cox. Al día siguiente, una opinión editorial fue irónica con Harguindeguy, quien había ninguneado la amenaza. El texto se preguntaba cómo los “desvencijados correos” argentinos podían procesar las decenas de miles de amenazas que el ministro del Interior había sugerido que circulaban por la Argentina. En tono más serio, Cox recordó que “un gran número de periodistas han sido asesinados o secuestrados” y, a diferencia de empresarios y militares, aquéllos no contaban con custodios especiales. “Es fatigoso sugerir que las amenazas de cualquier parte deben ignorarse alegremente”, remarcó.
“¿Quién le teme al Herald?”, preguntó James Neilson en la misma edición. Más que responder la pregunta, diseminó sospechas. Afirmó que era “un pequeño diario de reducida circulación, escrito en un idioma que sólo una minoría comprende en la Argentina”, y que, por otra parte, defendía causas “moderadas”, como “políticas económicas que llevaron a la prosperidad” e ideales “más bien banales” como el deseo de que se pusiera “fin a las torturas” a las “prisiones sin juicio, las desapariciones y todo gansterismo político”. “En la mayor parte del mundo occidental, un diario con principios tan poco excepcionales atraería poca atención y generaría poco entusiasmo. Acá, sin embargo, encendió tanta furia en algunos que están contemplando el asesinato para silenciarlo. ¿Quiénes son estas personas? ¿Por qué nos temen?”, completó el director adjunto.
Neilson pareció aludir a que los rivales de Videla estaban siendo derrotados. Acaso se apoyó en el hecho de que, en septiembre de 1979, el “duro” Menéndez había fracasado en un intento de golpe para derrocar al “blando” Viola en la comandancia del Ejército. Pero también apuntó la hipótesis de que la amenaza proviniera de “la izquierda”, que le atribuía al Herald —según el periodista inglés— “conexión especial con la Embajada estadounidense, por lo tanto, con la CIA” por el sólo hecho de preconizar “políticas económicas sanas” y deplorar “el terrorismo marxista”. En consecuencia, razonó que las “anónimas bandas de violentos” habrían entrado en “desesperación por el modo en que el país está cambiando”. “Argentina está comenzando a recobrar su salud, a sentir que la sangre corre por sus venas una vez más. Hay un creciente clamor por el retorno del debido proceso (…). La Argentina es hoy un lugar mucho más libre que como era hace dos e incluso hace un año”, se esperanzó.

Casi en simultáneo, el 2 de noviembre de 1979, la versión de Santiago O’Neill —seudónimo que Neilson utilizaba para firmar en Somos— había apuntado en sentido contrario en la columna “Los vecinos sean unidos…”. A raíz de acuerdos energéticos y un supuesto acercamiento político del régimen de Videla a los dictadores de Bolivia, Uruguay, Brasil y Paraguay, el columnista de Atlántida evaluó que “los gobiernos de la región” miraban con “comprensible desasosiego el avance del marxismo en el hemisferio y a su vez deben hacer frente a las presiones de los Estados Unidos”. En un contexto acuciante para su colega Cox, Neilson adhirió a la denuncia de que el Gobierno de Videla era incomprendido por el hemisferio norte: “Para Argentina, cerrar filas con los vecinos es una necesidad urgente. Una combinación funesta de circunstancias (…) ha servido para empujar al país al aislamiento, justo cuando el Gobierno buscaba reintegrarlo ala comunidad occidental”.
SEGUIR LEYENDO:
Últimas Noticias
La interminable disputa millonaria por obras de arte dañadas suma un nuevo capítulo
El coleccionista Ronald Perelman y Lloyd’s de Londres protagonizan un litigio desde hace siete años por el valor de cinco obras afectadas por un incendio

Guillermo del Toro estrenará su “Frankenstein” en el Festival de Venecia
El cineasta mexicano buscará reconquistar el León de Oro con el filme encabezado por estrellas como Oscar Isaac

El gol favorito de Messi se vendió por una cifra millonaria en una subasta
Los fondos de la pieza de arte digital, creada por Refik Anadol, inspirada en el icónico gol de Lionel Messi en 2009, se utilizarán para apoyar programas educativos en América Latina y el Caribe

Sydney Sweeney, Angelina Jolie y Aziz Ansari, figuras de los estrenos más esperados del Festival de Toronto
La edición número 50 del TIFF, que se realizará del 4 al 14 de septiembre, presenta además las nuevas películas de Guillermo del Toro, Agnieszka Holland y la tercera parte de la saga policial “Knives Out”

“Carmina Burana” de la Compañía Artística Clásica del Sur cierra temporada en el Gran Templo de la Masonería
Se anunciaron las últimas funciones de la célebre cantata de Carl Orff en Buenos Aires, con un elenco destacado y entradas disponibles para el público en general y con tarifa reducida
