
El libro de poemas El corte argentino de Ediciones en Danza que acabo de presentar, es el resultado de diversas experiencias poéticas vividas en mi niñez, adolescencia y juventud. Podría decir que nací y viví dentro de un teatro. Mi padre tenía un teatro de títeres que se llamaba La Andariega, que era una carreta tirada por caballos que andaba por escuelas, calles y plazas. Durante una de las giras teatrales por América Latina, que hacían mis padres Elba Fábregas y Javier Villafañe, me tocó nacer un día en la ciudad de Quito, Ecuador en el año 1952.
Mi casa de infancia también fue un gran teatro, donde había diversos escenarios, grandes bibliotecas, títeres y escenografías que colgaban de los tirantes, estudio de pintura, escritorios, instrumentos musicales. Tuve una educación familiar de tipo renacentista. Mis padres me enseñaban todo el trabajo artístico. Estudié música, dibujo y pintura, hice títeres y desde muy niño comencé a escribir. También aprendí a trabajar con la tierra, cultivar un enorme jardín y andar a caballo.
Por la actividad artística que tenían mis padres, sea en mi casa o durante las giras, tuve la oportunidad de vivir en Isla Negra con Pablo Neruda que me bautizó con vino para que me dedicara a la poesía, que me cante Violeta Parra o aprender hacer títeres con Ariel Bufano. Mi madre le ilustró a María Elena Walsh sus primeros poemas en la revista El Hogar, pude ver muchas veces el espectáculo Canciones para Mirar que María Elena hacía con Leda Valladares. Fueron muchos los amigos de mis padres que yo conocí en mi infancia y juventud. En la Casa de Miguel Angel Asturias pude frecuentar a Elvio Romero, Rafael Alberti, Augusto Roa Bastos. Asturias particularmente me llevaba a navegar por las islas del Tigre. Con Enrique Molina participaba de encuentros surrealistas, con títeres, recitales, en noches de festejos y asados.

Este libro de poemas reúne todas esas experiencias poéticas que viví en mi casa de infancia y en viajes por nuestro continente. Se agrega siempre la vida familiar dentro de un gran teatro, porque mi casa era un gran teatro rodeado por ríos y árboles. El corte argentino nace de todas esas experiencias poéticas acumuladas entre las vidas casi rurales, las grandes ciudades, los pueblos y los viajes. Uno construye desde la memoria de la infancia una suerte de sedimento mítico familiar de una época de la bohemia argentina muy productiva, donde las primeras tradiciones de las vanguardias se habían arraigado profundamente en esas generaciones. El arte era la vida y la vida era el arte.
Desde ese imaginario poético y registro familiar de una vida artística constante, fui organizando una serie de poemas asociados a ese mundo. Atendiendo el gran ritual de la conversación que tenían los artistas y los intelectuales en los años 50 y 60 fui considerando para mi trabajo poético esa situación: el uso escrito de la palabra y la oralidad de la palabra en estado asociado permanente.
Se me ocurrió escribir como si estuviera hablando dentro del poema, como si en el mismo texto hablaran dos personas, a quien uno dirige el poema y el diálogo que el propio poeta tiene con el invitado. No estoy únicamente pensando en un estricto coloquialismo del habla cotidiana, incluyo lo cotidiano, como también la imagen o la metáfora. Habla el poeta, habla el invitado por el poeta, sea de forma coloquial o metafórica, con imágenes o con acciones.
He pensado que todo está atravesado con un lenguaje que intenta ser pictórico, teatral, musical, los objetos en función dramática, los invitados representando personajes, la magia de la naturaleza o el viaje hacia el “verde paraíso”. Todo asociado a esa formación artística original que tuve con mis padres. El libro es como una gran y constante conversación, como aquellos rituales de las reuniones donde yo sentía, ya desde niño, que cada uno contaba su sueño y todos creían en el sueño del otro. Atrapar ese estado de la palabra hablada como palabra poética que circula en la memoria constante. Ese fue el trabajo. Volver a conversar poéticamente sobre aquella infinita novela familiar.
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