
Francesco Guardi fue uno de los últimos exponentes de una época que se extinguía: el vedutismo, ese género que tomó las bases del paisajismo, pero lo llevó a la ciudad, en especial en Venecia, donde tuvo su mayor peso en el Settecento, en el siglo XVIII.
Así, se construyeron panorámicas de la ciudad, se la representaba como una gran imagen postal, donde los humanos aparecían empequeñecidos ante la magnificencia arquitectónica, siendo Luca Carlevarijs y Canaletto los máximos referente. El vedutismo, en ese sentido, tuvo sus expresiones en otras partes de Europa, a partir de la gran cantidad de viajantes que se llevaban pinturas, donde también se buscaba representar la grandeza de algún lugar determinado.
Cada uno tuvo sus particularidades. Carlevarijs (1663 - 1730) fue el pionero. En lo que refiere a su trabajo en la ciudad de los canales tiene dos etapas marcadas. En la primera, que comenzó luego de una serie de grabados y aguafuertes, se obsesiona con el método micrográfico, por lo que sus obras son de una precisión y detalle exhaustivo, con un gran manejo matemático y geométrico de la perspectiva.

Luego, se vuelca más al territorio de lo idealizante, ya dejando de lado los compases y la copa fiel, para centrarse más en el efecto, en la construcción simbólica de una ciudad que ya había demostrado perfecta y ahora la mostraba mítica.
Canaletto (1697-1768), por su parte, lleva el detallismo a un nuevo nivel. Su obra, si bien es más esquemática, posee una paleta de colores más luminosa, dando más vida a través de las luces y sombras, y en cuenta a los detalles, bueno, es sencillamente esplendoroso. Algunos teóricos apuntan que trabajaba con una cámara oscura, una instrumento óptico que permite generar una proyección plana de una imagen externa, aunque no existe evidencia ni de tal artilugio en su posesión ni de un edificio desde el que pudiera realizar las tomas.

Y llegamos a Guardi (1712 – 1793) quien para algunos críticos fue superior a Canaletto, pero con una gran diferencia en su vida que hizo que su obra no solo sea menos reconocida, sino también más rara: no tuvo mecenas. Mientras Canaletto incluso llegó a realizar una carrera en el Reino Unido gracias al apoyo económico de Joseph Smith, cónsul inglés en la república veneciana -en aquella época Venecia dejó de recibir visitantes interesados en el arte desde la isla- Gaurdi subsistió gracias a pedidos del estado y la iglesia. Por eso hoy, cuando se piensa en vedutismo o Venezia, el nombre Canaletto es casi monopólico.
¿Qué lo diferenció de su maestro tardío? Y digo maestro porque existen indicios de que, ya pasando los ’40, habría conocido a Canaletto, quien había regresado de sus viajes por Inglaterra y que esta experiencia podría haber sido el cambio de su interés por la imagen religiosa y su acercamiento a la veduta.
Más allá de las especulaciones a Gaurdi se lo recuerda por su mirada melancólica. Si con Carlevarijs Venecia se vuelve mítica, con Canaletto, perfecta, con Guardi se vuelve irreal, metafísica, fantasmagórica. Y eso sucede por que genera climas, atmósferas, más difusas.
Y no es que Guardi recurre a esta manera porque adolecía de técnica, para nada. En ese sentido, es un digno hijo de sus tiempos y el detalle está tan presente en su obra como en la de Canaletto y Carlevarijs. Sin embargo fue lo más impresionista que se podía ser en una era donde la nitidez reinaba, a través de un estilo que se llamó “de toque”, en el que el artista realiza pequeños golpeteos de luz sobre la tela en base a pequeños puntos y pinceladas amplias.
En ese punto, la obra de Guardi parece un paso previo a la J.M. William Turner, quien también realizó trabajos con Venecia como eje -uno de ellos es la joya de la Colección Fortabat.

La disyuntiva Canaletto-Guardi, luz y prenumbras se hace más evidente cuando el espacio recreado es el mismo, como sucede en este caso, con Vista del Gran Canal de San Gerónimo, que ambos representaron.
La obra recrea una una de las vistas turísticas más populares de la ciudad, aunque la representación de Guardi se incluye la reconstrucción en progreso en la Iglesia de San Geremia (izquierda), que todavía no estaba en la obra que Canaletto había realizado treinta años antes.
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