
William Merritt Chase (1849 – 1916) tuvo una buena vida o por lo menos cuando la tuvo lo demostró todo lo que pudo. Este pintor estadounidense, como impresionista que se considere tal practicó el planeirismo, pero también la pintura de género, con el foco en las mujeres en la mayoría de ellas, como sucede en La llamada amistosa.
A Chase, sea al aire libre o en habitaciones, le encantaba eternizar la vida refinada y privilegiada de las clases altas en la década de 1890, esa Belle Époque que se vivía en Europa y tenia sus representaciones en solo algunas ciudades del país del norte de América. En ese sentido, sus obras poseen una calma bella, de colores de tonalidad pastel, con una paleta que pone mucho el foco en los horizontes, sobre todo en la gran gama de piezas de playa que realizó.
Hijo de un vendedor de zapatos, su relación con el arte comenzó a temprana edad y después de un paso exitoso, en crítica y ventas, por Saint Louis, como muchos compatriotas de entonces, marchó hacia la Academia de Bellas Artes de Múnich. Luego, tuvo un paso por Venecia para finalmente asentarse en su país.
Ya en Nueva York, donde vivió hasta el final de su vida, llevó una vida extravagante. Chase disfrutaba gastar dinero en su ropa y lujosos muebles, objetos decorativos, aves disecadas, alfombras orientales e instrumentos musicales exóticos. Su estudio se convirtió así en el punto de encuentro de la alta sociedad neoyorquina de finales del siglo XIX, pero -en el tiempo- no pudo llevar ese nivel de vida y debió rematar todo.
En esta obra se presenta a su mujer, la también pintora Alice Gerson, en su casona de verano en Shinnecock Hills, Long Island, donde Chase -dos veces a la semana en el año- daba clases de pintura. Se puede apreciar el gusto de Chase: los marcos dorados, las paredes sobrecargadas de arte, los estampados y lo textiles foráneos. Alice, a la derecha, escucha atenta a su visitante, que todavía lleva su sombrero y guantes y lleva una sombrilla.
La pintura se exhibió por primera vez con ese título en 1895, en la exposición anual de la Sociedad de Artistas estadounidenses, de la que Chase fue presidente. Fue adquirida por su primer dueño, Samuel T. Shaw, y su recepción crítica por parte de la prensa, aunque en algunos casos breve y en otros desdeñoso, fue en general favorable. "La llamada amistosa es una gran pintura del interior de un estudio, con dos damas que participan en las formas superficiales de intercambio social “, dijo el New York Sun. La obra puede disfrutarse en la National Gallery of Art, Washington, EE.UUU.
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